Bruja blanca, magia negra

—No puedes matarme, mi adorada bruja —dijo con una sonrisa en mi pensamiento consciente, entonces me desperté del todo.

 

—?Lárgate, Jenks! —mascullé tapándome la cabeza con la manta.

 

—Rachel, despierta —lo escuché decir junto con el ruido de las cortinas descorriéndose y su áspero aleteo—. Ha venido Marshal.

 

—?Para qué? —pregunté levantando la cabeza y gui?ando los ojos a través de mi pelo por la fulminante luz.

 

Los recuerdos de las pisadas en el pasillo y el miedo afloraron y rodé sobre mí misma para mirar el reloj. La una y diez. ?Y yo que quería dormir hasta tarde! El sol brillaba con intensidad a través de las vidrieras de la ventana, pero hacía frío. Rex era una especie de cálido charco en mis pies y, cuando la miré, se desperezó, acabando con un inquisitivo gorjeo dirigido a Jenks, que en ese momento se encontraba en el tocador junto a la jirafa de peluche.

 

—Ha venido Marshal —repitió con una expresión preocupada en su rostro angular—. Ha traído el desayuno. Dónuts, ?recuerdas?

 

Me apoyé sobre un codo e intenté averiguar lo que estaba pasando.

 

—?Ah, sí! ?Dónde está Ivy?

 

—Ha salido. Quería ver cuánto cuesta un frigorífico nuevo. —Sus alas empezaron a moverse a toda velocidad y se elevó, mientras su reflejo en el espejo hacía que reluciera el doble—. Ha pasado la ma?ana en casa de Cormel, pero volvió para ducharse antes de salir. Me pidió que te dijera que, teniendo en cuenta que no pasarás el día de hoy en siempre jamás, ha conseguido cita para ver a Skimmer a las seis.

 

?A las seis? ?Después del crepúsculo? Genial. Me hubiera gustado comer con mi madre y con Robbie, pero podía posponerlo.

 

—La he oído entrar.

 

Seguidamente me senté y, una vez más, le eché un rápido vistazo al reloj. No me gustaba que Ivy hubiera estado con Rynn Cormel, el hermoso monstruo, pero ?qué podía decir? ?Y por qué la boca me sabe a manzanas? Inclinándome hacia delante, tiré de Rex por encima de los bultos de las mantas para saludarla con un achuchón. Me caía mucho mejor desde que me dejaba que la tocara.

 

—?Vas a levantarte? —a?adió Jenks agitando las alas hasta alcanzar un timbre similar al de una u?a ara?ando una pizarra—. Marshal está en la cocina.

 

Dónuts. Además, a juzgar por el olor, también había preparado café.

 

—Ni siquiera estoy vestida —me quejé dejando marchar a Rex y apoyando los pies sobre el frío suelo—. Tengo una pinta horrible. Gracias a Dios, es de día, de lo contrario, Al podría presentarse y llevárselo también a él.

 

El pixie cruzó los brazos a la altura del pecho y me lanzó una mirada de superioridad mientras seguía de pie junto a la jirafa.

 

—Te ha visto con peor aspecto. Como cuando estrellaste la moto de nieve contra aquellos abetos. O cuando te pilló pescando en el hielo y tenías el pelo lleno de vísceras de pececillos.

 

—?Cállate! —exclamé poniéndome en pie. Rex saltó al suelo y se quedó esperando bajo el pomo de la puerta—. ?Y deja de intentar que me líe con él! —dije, despierta del todo y enfadada—. Sé muy bien que has sido tú el que le ha pedido que venga.

 

El pixie encogió un hombro con aspecto avergonzado.

 

—Quiero que seas feliz, y no lo eres. Marshal y tú lo pasáis muy bien juntos y Pierce es peligroso.

 

—No estoy interesada en Pierce —dije lanzándole una mirada asesina mientras metía los brazos en las mangas de mi bata azul de rizo y me la ataba.

 

—Entonces, ?por qué te estás dejando los cuernos intentando rescatarlo? —preguntó, pero la actitud severa que intentaba mostrar se echaba a perder por el sonriente peluche que tenía al lado—. Si no hubiera sido por él, no te habrías hecho da?o anoche.

 

—Lo que sucedió anoche fue culpa mía. Fui yo la que intentaba evitar que Al utilizara su derecho a controlarme para raptar a otra gente —le reprendí con un bufido—. El hecho de que hubiera permitido la vuelta de Pierce no es poca cosa, pero ?de veras crees que solo voy a rescatar a la gente que quiero llevarme al huerto? Y con eso no quiero decir que tenga intención de llevarme al huerto a Pierce —me corregí cuando Jenks me se?aló con un dedo acusador—. Rescaté a Trent, ?no?

 

—Así es —admitió Jenks bajando la mano—. Y tampoco he entendido nunca el porqué.

 

Rex se alzó sobre las patas traseras para tocar el pomo de la puerta y me acerqué al tocador en busca de un conjunto de ropa interior.

 

—Espera un momento, Rex —dije en tono cantarín. Sabía cómo se sentía. Yo también tenía que salir de allí.

 

—Rachel, incluso aunque lo ayudes, no me fío de ese tipo. Es un fantasma, ?maldita sea!