Bruja blanca, magia negra

—No lo hago por rescatar a Pierce —dije removiendo la cubertería de plata y las velas bendecidas—. Lo hago porque Al es un capullo. Ha utilizado la excusa de venir a recogerme para raptar a alguien. Si no le obligo a respetar los límites, me pisoteará una y otra vez. ?Y dónde demonios está mi tiza magnética!

 

En estado de choque, Jenks retrocedió aproximadamente un metro. Ivy se puso en marcha y, tras abrir el cajón de los trastos, colocó un trozo de tiza en la palma de mi mano y reculó. Los dedos de la mano con los que sujetaba el zumo estaban blancos por la presión.

 

Mi enfado se esfumó bruscamente mientras observaba cómo regresaba a su esquina de la cocina. Caminaba despacio con aire seductor y los ojos casi negros. Sabía que mi mal humor tenía un fuerte efecto en sus instintos y exhalé intentando tranquilizarme. No quería que se marchara de allí. Podía hablar a solas con Al en el jardín sin correr ningún riesgo, pero aquello podía resultar peligroso y tendría que hacerlo con ellos cerca.

 

—?Por qué no te limitas a llamar a Dali y quejarte? —sugirió Jenks.

 

Un atisbo de preocupación se apoderó de mí y se esfumó.

 

—Podría —comenté mientras me agachaba para trazar una gruesa capa de tiza brillante sobre la línea grabada en el suelo de la cocina—, pero entonces me comportaría como una llorica que busca que le solucionen los problemas. Al seguiría sin tomarme en serio y le debería un favor a Dali. Si no lo obligo a tratarme con respeto, nunca lo hará. Ha estado mangoneándome durante semanas. Ahora me doy cuenta.

 

Al dejar la tiza sobre la encimera, junto al espejo adivinador, las manos me temblaban. ?Cómo voy a hacer esto?

 

Las alas de Jenks empezaron a moverse a toda velocidad hasta ser casi imperceptibles, pero él no se movió de la encimera. Preocupada, me apoyé en el fregadero y me quité las botas. Nadie dijo nada cuando les di una patada, primero a una y luego a la otra, lanzándolas hacia la mesa hasta que se detuvieron junto a mi bolsa de lona. La sal arenosa se percibía a través de mis calcetines, y me estremecí cuando sentí el linóleo. Si conseguía averiguar cómo hacerlo, sería libre. Y cuando me presentara en la cocina de Al, tendría que negociar conmigo. Tenía que estarle agradecida por haberme obligado a hacerlo.

 

Si es que lo lograba. Inspirando profundamente, me situé en el interior del círculo.

 

Jenks se elevó en el aire, despidiendo chispas de color rojo.

 

—Ivy, dile que esto es una mala idea.

 

Con el zumo de naranja sin probar junto a ella, Ivy sacudió la cabeza.

 

—Si consigue hacerlo, correrá menos peligro y no tendrá que depender tanto de nosotros. Opino que no pasa nada por intentarlo.

 

El pixie soltó un sonoro bufido, y sus hijos, que se arremolinaban junto a la puerta, se desvanecieron.

 

Un escalofrío recorrió mi cuerpo; nerviosa, me acerqué el espejo adivinador y coloqué la mano en la cavidad del pentáculo. Los dedos se me quedaron helados y el frío que ascendía desde el cristal tintado casi hizo que se me agarrotaran.

 

—Puedo hacerlo —dije, intentando convencerme a mí misma—. Dijiste que las líneas eran tiempo desplazado. He visto hacerlo a Al miles de veces. Quod erat demonstrandum.

 

Piensa en cosas agradables. En la cocina de Al. En el olor a ozono. La paz. El se?or Pez.

 

Jenks cambió de lugar llenando de polvo rojo mi círculo de invocación. Si se quedaba donde estaba, quedaría atrapado en el círculo conmigo.

 

—Jenks, ve a sentarte con Ivy.

 

él sacudió la cabeza y cruzó los brazos por encima del pecho.

 

—No. Tu aura no es lo bastante gruesa. Podrías morir. Espera a que se haya recuperado.

 

Retiré el polvo rojo del espejo con un soplido y aumenté la presión de la mano.

 

—No tengo tiempo. Tengo que solucionarlo ahora o tendré que soportar que me pisotee durante el resto de mi vida. Apártate.

 

Las piernas me temblaban y me alegré de que la encimera se interpusiera entre Ivy y yo.

 

—No. No voy a dejar que lo hagas. ?Ivy! ?Dile que es una mala idea!

 

—Sal del círculo, Jenks —le ordené con firmeza—. ?Qué pasaría si de pronto Al decidiera que quiere un pixie? ?O si a alguien que conoce empezaran a gustarle las vampiresas? ?Qué le impediría presentarse sin avisar durante la cena y raptarte a ti o a uno de tus hijos? Creí que tenía ciertos escrúpulos al respecto, pero me equivocaba. Y, como que me llamo Rachel, voy a hacer que me trate con un mínimo respeto. La única razón por la que no lo había hecho antes es porque hasta ahora no me había visto con nadie que le resultara interesante. Pero ahora está arruinado, y empezará a raptar gente a diestro y siniestro. Y ahora, ?sal de mi círculo!

 

Jenks emitió un sonido de frustración y, con una explosión de polvo que iluminó la cocina, se marchó. Desde el santuario se escuchó una breve algarada de gritos de pixie y después nada.

 

La presión de la sangre me bajó de golpe e Ivy abrió los ojos cuando la miré. Estaban negros por el miedo.

 

—?Cuánto tiempo quieres que espere hasta hacer que Keasley te invoque de vuelta?

 

Miré hacia la ventana y luego al reloj.