Con el corazón a mil, me quedé mirando el lugar en el que habían estado.
—?Maldito sea una y mil veces! —grité. Frustrada, me giré hacia la iglesia, pero no había nada allí que pudiera ayudarme. Las luces brillaban intensamente, derramándose sobre la silenciosa nieve. Entonces agarré el espejo y mi bolsa, y me dirigí a grandes zancadas hacia la puerta trasera recordando en el último momento recoger las galletas. Al iba a estar ocupado con Pierce durante una buena temporada, pero mientras no solucionara aquello, todos los que me conocían eran posibles objetivos.
Justo lo que necesitaba.
17.
—Ignórame, ?vale? —mascullé intentando parecer enfadada en vez de asustada mientras dejaba reposar el espejo y las galletas sobre la encimera y le daba una patada a la bolsa para meterla debajo de la mesa, donde no molestara. El saco de lona chirrió al pasar por encima de una delgada capa de sal, dejando un restregón de nieve y barro, y me volví hacia los armarios. Sal. No sabía cómo saltar una línea, pero iba a utilizar el espejo adivinatorio para conectar con Al y quería encontrarme dentro de un círculo y saltar primero. De un modo u otro, nos veríamos las caras.
Desde lo alto del frigorífico, Bis agitó las alas nerviosamente. Ni siquiera lo había visto entrar conmigo. El sensible muchacho sabía que estaba asustada, pero si Al no venía a mí, yo iría a buscarlo. Había arrojado el guante al burlarse de mi inexperiencia y diciéndome que no tenía nada que hacer. Me había fiado de él durante tres meses, cada vez. Tenía una idea bastante clara de cómo viajar a través de las líneas. No podía permitir que se saliera con la suya o tendría que soportar que me pisoteara durante el resto de mi vida. Había traspasado los límites, y me correspondía a mí obligarle a retroceder.
Un susurro me anunció la presencia de alguien a mi alrededor y me sacó de mis elucubraciones y, con un respingo, me volví y descubrí a Ivy en el pasillo, con una mano en el arco y una expresión interrogante en los ojos.
—Tenía entendido que te ibas. ?Todavía estás aquí?
—Se ha llevado a Pierce —le expliqué con amargura. Su boca se entreabrió—. Lo sacó de la línea de un tirón. ?Maldita sea! No creí que fuera posible.
Sus ojos se dirigieron a las galletas aplastadas y regresaron a mí.
—?Pierce estaba en la línea luminosa? —preguntó dirigiéndose al frigorífico y regresando con un zumo de naranja—. ?Lo viste? ?Viste su espíritu?
Asentí con la cabeza mientras paseaba la mirada por la cocina en busca de mi tiza.
—Era de carne y hueso y Al se lo llevó. ?Estoy tan cabreada!
El chasquido de las alas de libélula se hizo cada vez más evidente y Jenks entró como una exhalación, seguido por tres de sus hijos, que se divertían intentando alcanzarlo. Apenas me vio, se detuvo en seco mientras los peque?os corrían a esconderse en lo alto del frigorífico, detrás de Bis, entre risas.
—?Rachel! —exclamó claramente sorprendido—. ?Ya has vuelto?
—En realidad, ni siquiera me he ido —respondí con acritud—. ?Dónde está mi tiza magnética? —pregunté abriendo un cajón y rebuscando en su interior. Había descartado lo del círculo de sal. El suelo estaba lleno de nieve derretida. La sal iba muy bien, pero el agua salada, fatal—. Tengo que ir a hablar con Al.
La mirada del pixie recayó sobre el espejo adivinatorio.
—?Ir? ?Adónde?
En aquel momento cerré el cajón de golpe y Bis dio un respingo.
—A siempre jamás.
Ivy, que se estaba sirviendo un vaso de zumo, se volvió con los ojos muy abiertos. Jenks, por su parte, chasqueó las alas y se acercó lo suficiente para que pudiera percibir el olor a ozono.
—?No me hagas reír! —exclamó—. ?Por los zapatitos rojos de Campanilla! ?Se puede saber de qué estás hablando? No sabes cómo saltar las líneas.
Furiosa, me quité el abrigo y lo tiré encima de mi silla.
—Al se ha llevado a Pierce. Estaba hablando con él y se lo ha llevado. He intentado hablar con él, pero no ha querido escucharme, así que iré a buscarlo. Fin de la historia.
—?Y que lo digas! ?Fin de la historia! ?Has estado esnifando pedos de hada? —gritó Jenks en el mismo momento en que Matalina entraba en la cocina y, tras reunir a sus alucinados ni?os y a Bis, los animaba a abandonar el lugar, cosa que hicieron formando un remolino de seda y de alas coriáceas—. ?Vas a jugarte la vida por ese tipo? Deja que se lo quede, Rachel. ?No puedes rescatar a todo el mundo! Ivy, dile que acabará muerta.
Cerré otro cajón de golpe y abrí un tercero.