Bruja blanca, magia negra

Con los nervios a flor de piel, me encorvé para sentarme en el borde del monolito, junto a las galletas, y coloqué el espejo sobre mis rodillas intentando que no se cayera. A continuación, me quité el guante de la mano derecha y coloqué la palma en la cavidad del amplio pentáculo. El cristal tintado me pareció congelado sobre mis dedos desnudos, y el espejo hechizado trasladó el frío de la noche a mi interior. Alzando la vista hacia Bis, que me vigilaba muy de cerca, dije:

 

—Si Al se presentara, sitúate en terreno consagrado, ?de acuerdo?

 

La gárgola, del tama?o de un gato, agitó nerviosamente las alas.

 

—Vale.

 

Satisfecha, presioné con mayor firmeza y estiré la mano para tocar la cercana línea luminosa.

 

La energía que parecía haber captado el frío de la noche se abrió paso y se contrarrestó en mi interior con una inusual oleada de vértigo. Sorprendida, me incliné hacia atrás hasta que mis hombros chocaron con la estatua en busca de equilibrio. ?Qué demonios es esto? El flujo de energía era irregular y hacía que me sintiera casi mareada. La extra?a sensación podía deberse a la delgadez de mi aura. Tal vez las auras funcionaban como filtros para nivelar las subidas y bajadas y convertirlos en una corriente constante. Cuanto más tiempo sujetaba la línea, peor me sentía.

 

Bis descendió y se situó junto a mi rodilla con expresión preocupada; las garras de sus zarpas parecieron aumentar de tama?o al entrar en contacto con la nieve.

 

—?Se encuentra bien, se?orita Morgan? —preguntó.

 

Asentí lentamente con la cabeza.

 

—Estoy algo mareada —dije apoyando de nuevo el espejo sobre las rodillas para esconder detrás de mi oreja el mechón de pelo que flotaba en el aire.

 

—Su aura sigue siendo demasiado fina —dijo Bis—. ?Está segura de que es una buena idea hacer esto?

 

Lo miré pesta?eando para librarme de los restos del vértigo.

 

—?Puedes ver las auras? —pregunté. Apenas terminé de decirlo, puse los ojos en blanco. Bis era capaz de ver todas y cada una de las líneas luminosas de Cincinnati, del mismo modo que yo podía ver auras en el cielo diurno. Cuando él me tocaba, yo también podía verlas. ?Cómo no iba a ver las auras?

 

Allí fuera hacía un frío glacial, y dado que ya estaba conectada a una línea, solo me faltaba llamar a Al. Con un ligero temblor de manos producido por el mareo, presioné fuertemente con la mano y pensé: Mater tintinnabulum para abrir una conexión. La energía de la línea luminosa penetró en mi interior y mis labios se separaron cuando jadeé. ?Dios! Tener un aura tan fina era una mierda (sentía que iba a marearme de nuevo) y me pregunté cuánto tardaría en volver a la normalidad.

 

Cerrar los ojos era aún peor, de manera que me esforcé por mantenerlos abiertos. Era como si me encontrara en un enorme espacio abierto, pero a diferencia de las ocasiones anteriores, en las que me parecía escuchar a un montón de gente hablando en susurros, solo percibía unas pocas voces. Al, pensé de nuevo, concretando mi objetivo, y sentí que una parte de mí salía volando en una dirección desconocida mientras una débil vibración parecía retumbar en mi mente.

 

Estaba contactando con el demonio, lo que era diferente de invocarlo. Si invocaba a Al en el interior de un círculo, estaría sometido a mis caprichos y se vería atrapado en el interior hasta que saliera el sol o consiguiera escapar por medio de algún enga?o o por falta de interacción con la persona que lo había invocado. Por otro lado, también estaría cabreado, puesto que tendría que pagar el precio de cruzar las líneas. No, estaba llamándolo, que resultaba mucho más barato desde el punto de vista de las máculas demoníacas. Podía ignorarme, aunque nunca renunciaba a la oportunidad de charlar un poco y de lucirse. También podía utilizar la conexión para dar el salto hasta nuestra realidad, y aquella era la razón por la que lo hacía allí fuera. Por mucho que hubiéramos llegado a un acuerdo, Algaliarept era un demonio, y no tendría el más mínimo inconveniente en hacer da?o a Ivy o a Jenks solo para que me enfadara y verme impotente.

 

Como era de esperar, el demonio respondió de inmediato, y el inusual vértigo debido a la delgadez de mi aura se desvaneció. Mi visión periférica se restringió hasta que mi campo visual quedó reducido a una especie de túnel.