?Bruja piruja?, retumbaron sus pensamientos en los míos. Parecía sorprendido y confundido, y fue casi como si pudiera escuchar el elegante y preciso acento de la televisión británica que solía utilizar. No tenía ni idea de por qué hablaba así. Es pronto, pensó, dándome la impresión de que se esforzaba por ordenar las ideas que flotaban en su mente. Es pronto, ?verdad? A continuación vaciló unos instantes y pensó: ?Maldita sea! ?Pero si son las cuatro de la ma?ana! Si lo que quieres es que intercambiemos mi nombre de invocación por esa vieja marca de Newt, la respuesta es no. Me gusta la idea de que me debas dos marcas, y estoy disfrutando de que no me obliguen cada dos por tres a cruzar las líneas para contestar a alguna pregunta estúpida proveniente de alguna persona estúpida. Incluida tú.
La preocupación de que nunca cumpliera nuestro acuerdo se apoderó de mí, pero necesitaba su nombre para ganarse la vida y, antes o después, querría recuperarlo. Estaba endeudado hasta las cejas y, por si no bastara, tenía que sufrir la humillación de no disponer de un familiar que le preparara los hechizos y maldiciones. Para colmo, ahora vivía en un cuchitril de mala muerte en lugar de en la mansión subterránea de diez habitaciones de la que se quejaba continuamente. Había tenido que venderla toda, a excepción de la cocina y la habitación delantera, para sobornar a los peces gordos demoníacos y que le dejaran en libertad condicional.
A pesar de sus continuas quejas, no era tan desdichado, pero yo era la única bruja viva cuyos hijos, técnicamente, podían ser demonios… y le pertenecía. Bueno, más o menos. Era su discípula, no su familiar, y solo disponía de mí una vez a la semana. Por desgracia para mí, era los sábados. No es que estuviera saliendo con nadie, pero a las chicas les gusta tener los fines de semana libres por si acaso.
El hecho de que todavía estuviera en posesión de su nombre de invocación implicaba que no podía seguir ejerciendo por cuenta propia su trabajo de enga?ar a gente estúpida para que se convirtieran en siervos demoníacos y venderlos al mejor postor. La posibilidad de que pudieran invocarme a través de su nombre no me resultaba tan molesta como había pensado en un principio. Se me daba tan bien hacer que se aterrorizaran que no se les volvería a ocurrir invocar a Al y estarían a salvo. Tan pronto como Al se enterara, querría recuperar su nombre. Esperaba.
La curiosidad se apoderó de él cuando me quedé en silencio, y finalmente a?adió: ?Qué quieres? Si crees que voy a dejarte volver antes ma?ana por haber empezado antes hoy, te equivocas.
Busqué a Bis con la mirada. La gárgola parecía preocupada, movía inquieta sus zarpas y utilizaba la punta de una de sus alas para rascarse la espalda.
—Esto… —dije en voz alta para que el joven ser de piedra pudiera escuchar, al menos, la mitad de la conversación—. ?Podrías darme la noche libre? No me encuentro muy bien.
Percibí una ligera confusión de fondo, pero Al estaba solo, de lo contrario habría captado sus pensamientos sobre quienquiera que estuviera con él. ?Que no te encuentras bien?, pensó. Entonces vaciló y tuve la impresión de que no estaba contento con su aspecto. Sentí un ligero aumento de energía en su mente, seguido por un arrebato de satisfacción, entonces a?adió: ?Quieres que te dé la noche libre porque no te encuentras bien? No.
Percibí que estaba a punto de interrumpir la conexión y le espeté:
—Pero ?si te he hecho galletas! —gimoteé sabiendo que si me hacía la tonta, tal vez cediera. Sabía de sobra que no era estúpida, pero le gustaba que me lo hiciera, como si pudiera manipularlo. Y, al fin al cabo, era eso lo que hacía, de manera que estaba por ver quién era el más listo de los dos.
El leve cosquilleo que provenía de él tocó los faldones de terciopelo verde y encaje, y supuse que se estaba acicalando.
?Y qué demonios me importa?, pensó, pero había surgido un destello de interés oculto y sonreí al ver la expresión preocupada de Bis.
Exhalé, sin importarme que Al pudiera percibir mi alivio por el hecho de que no se hubiera largado dejándome con la palabra en la boca.
—Escucha, ayer me atacó una banshee y me succionó la mayor parte del aura. No me encuentro bien y me mareo cuando intercepto una línea, de manera que no creo que pueda serte de mucha utilidad.
Se me ocurren otras muchas cosas que hacer, pensó, y para ninguna de ellas hace falta estar de pie.
—Muy gracioso, pero estoy hablando en serio —le dije preguntándome a mí misma por qué lo había interrumpido. Su mente estaba concentrada en… ?ordenar su casa? ?Por Dios bendito! ?Iba a ordenar su casa para mí?—. Me hubiera gustado traerte la baja, pero he tenido que escaparme del hospital para venir a hablar contigo.
Sentí un arrebato de rabia y luego, de forma totalmente inesperada, se desvaneció. Entonces desvié la vista hacia Bis. Mierda. ?Al iba a cruzar la línea?
—?Márchate, Bis! —exclamé alarmada. Entonces solté un grito ahogado cuando una oleada de vértigo me sobrepasó como si hubiera sido una enorme ola.
—?Se?orita Morgan! —gritó Bis.