Skimmer me miró una vez antes de concentrarse en Ivy. Por la pinta que tenía, se diría que era capaz de domar caballos, ense?ar a ni?os aborígenes y cenar en un restaurante de cinco estrellas, y todo en un solo día. ?Ivy y ella se habían besado? Y no un simple pico sino un… ?beso beso?
—Estoy aquí por un asunto de negocios —dijo—. Negocios a largo plazo —a?adió. Tenía una voz agradable, embargada de una emoción satisfecha—. Un a?o, diría yo.
—?Un a?o! ?Por qué no me has llamado? ?Habría ido a recogerte!
La mujer dio un paso atrás y la mano de Ivy cayó a un lado.
—Quería darte una sorpresa —dijo con una sonrisa que inundó sus ojos azules—. Además, no estaba segura de tu situación. Ha pasado mucho tiempo —terminó en voz baja.
Posó los ojos en mí y empecé a entender muchas cosas. Agh, mierda puta. ?Cuánto tiempo llevaba viviendo con Ivy? ?Cómo era posible que no lo supiera? ?Estaba ciega o solo era estúpida?
—Maldita sea —dijo Ivy, obviamente excitada—. Me alegro mucho de verte. ?Para qué has venido aquí? ?Necesitas un sitio donde vivir?
Se me aceleró el pulso e intenté que no se me notara la preocupación. ?Las dos juntas en la iglesia? Qué miedo. Incluso más inquietante fue que Skimmer pareció relajarse al oír el ofrecimiento, perdió todo interés en mí y se concentró por completo en Ivy.
Erica permaneció a mi lado con una sonrisa picara.
—Skimmer ha venido para trabajar para Piscary —dijo; estaba claramente impaciente por contar lo que creía que eran buenas noticias, pero a mí me entraron escalofríos—. Está todo arreglado. Ahora está a sus órdenes. —Mientras se retorcía los collares, la joven vampiresa lanzó una sonrisa radiante—. Como siempre pensé que debería hacer.
Ivy respiró hondo y contuvo el aliento. Le cruzó el rostro una expresión maravillada y estiró el brazo para tocar el hombro de Skimmer, como si no se pudiera creer que estuviera allí.
—?Ahora estás a las órdenes de Piscary? —dijo sin aliento, y yo me pregunté qué significaba todo aquello—. ?A quién o qué dio por ti?
Skimmer se encogió de hombros, levantó un hombro estrecho y lo dejó caer.
—Todavía nada. Llevo seis a?os intentando colarme en su camarilla y si esto me sale bien, será permanente. —Dejó caer la cabeza por un instante, tenía los ojos iluminados e impacientes cuando los alzó—. Entretanto me quedo en casa de Piscary —dijo—, pero gracias por la oferta.
En casa de Piscary, pensé, y empecé a preocuparme todavía más. Allí era donde estaba viviendo Kisten. Estupendo, cada vez mejor. Ivy también pareció pensar lo mismo.
—?Has dejado la casa que compartías con Natalie para dirigir el restaurante de Piscary? —preguntó y Skimmer se echó a reír. Una carcajada cómoda y agradable, pero todo lo que quedó sin decir me puso nerviosa.
—No. Eso puede hacerlo Kist —dijo la otra con tono ligero—. Yo estoy aquí para sacar a Piscary de la cárcel. Mi inclusión permanente en la camarilla de Piscary depende de eso. Si gano el caso, me quedo. Si pierdo, me vuelvo a casa.
Me quedé de piedra. Ay, Dios. Era la abogada de Piscary.
Skimmer vaciló ante la falta de respuesta de Ivy, que se había vuelto hacía mí con expresión de pánico. Observé el muro que se derrumbaba y lo sellaba todo. Su felicidad, su alegría, su emoción al reunirse con una vieja amiga, todo desapareció. Algo se deslizó entre nosotras y sentí un nudo en el pecho. Las pulseras de Erica tintinearon cuando la joven vampiresa se dio cuenta de que pasaba algo pero sin llegar a entenderlo. Mierda, si ni siquiera yo lo entendía del todo.
Cauta de repente, Skimmer nos miró primero a mí y luego a Ivy.
—Bueno, ?y quién es tu amiga? —preguntó en medio del incómodo silencio.
Ivy se lamió los labios y se giró del todo para mirarme. Yo me incliné hacia delante sin saber muy bien cómo reaccionar.
—Rachel —dijo Ivy—. Me gustaría presentarte a Skimmer. Compartimos piso los últimos dos a?os del instituto, en la costa oeste. Skimmer, te presento a Rachel, mi compa?era.
Cogí aire e intenté decidir cómo iba a llevar aquello. Extendí la mano para estrechársela pero Skimmer pasó de largo y me envolvió en un gran abrazo.
Intenté no ponerme rígida, decidida a dejarme llevar hasta haber tenido la oportunidad de hablar con Ivy sobre qué íbamos a hacer. Piscary no podía salir de la cárcel, o yo jamás podría volver a dormir otra vez. La rodee con los brazos sin apretar, en un gesto genérico, y me quedé helada cuando aquella mujer me acercó los labios al oído.
—Es un placer conocerte —me susurró.
Me recorrió una descarga de adrenalina cuando mi marca demoníaca destelló en oleadas de calor. Conmocionada, la aparté de un empujón y me derrumbé con una postura defensiva. La vampiresa viva se echó hacia atrás, la sorpresa hacía que sus largas pesta?as y sus ojos azules parecieran enormes. Recuperó el equilibrio casi a un metro de distancia. Erica contuvo una exclamación e Ivy se convirtió en un borrón negro que se interpuso entre las dos.