Desconcertada, cerré la puerta detrás de él, preguntándome lo que había ocurrido. Todavía sintiéndome confusa, coloqué la barra de la puerta; después la volví a quitar, al recordar que Ivy estaba fuera.
Me dirigí hacia mi habitación rodeándome a mí misma con los brazos. No podía dejar de pensar en lo que Kisten me había dicho sobre como la gente dictaba su propio destino cuando dejaban que un vampiro les vinculase. Aquella gente pagaba por el éxtasis de la pasión vampírica con diferentes niveles de dependencia, que iban desde ser mera comida hasta ser iguales. ?Y si estaba mintiendo?, pensé. ?Y si mentía para que le permitiese morderme? Pero entonces, una idea aún más aterradora hizo que mis pies se detuvieran y que mi rostro se paralizase.
?Y si me estaba diciendo la verdad?
16.
Seguí a Ivy hasta la puerta principal; mis botas resonaban con fuerza en el pasillo. Su alta figura se movía con una gracilidad absorta, tan agresiva como siempre en sus refinados pantalones de cuero. Ella podría preferir el cuero para las compras de solsticio, pero yo había optado por unos vaqueros y un jersey rojo. Incluso así, ambas teníamos buen aspecto. Ir de compras con Ivy era divertido. Siempre invitaba a galletas, y esquivar las ofertas de citas cobraba un delicioso sentido del peligro debido a que Ivy atraía a toda clase de gente.
—Tengo que estar de vuelta para las once —me dijo cuando entramos en el santuario, echándose el pelo hacia atrás—. Esta noche tengo una misión. La hija menor de edad de una persona está metida en un burdel, y tengo que ir a sacarla de ahí.
—?Necesitas ayuda? —le ofrecí, abotonándome el abrigo y colgándome la mochila del hombro mientras caminaba.
Los pixies se encontraban reunidos frente a las ventanas de cristal tintado, flotando bajo las luces de colores y chillando por algo que había en el exterior.
Ivy me ofreció una sonrisa de suficiencia.
—No. No me llevará mucho tiempo.
La intensa impaciencia reflejada en su pálido rostro ovalado, hizo que me preocupase. Había regresado de muy mal humor cuando visitó a Piscary. Obviamente no le había ido bien, y tuve la sensación de que iba a pagar su frustración con quienquiera que hubiera raptado a esa chica. Ivy era implacable con los vampiros que victimizaban a los menores de edad. Alguien iba a pasar las vacaciones en el hospital.
Sonó el teléfono y tanto Ivy como yo nos quedamos quietas, mirándonos entre nosotras.
—Yo lo cojo —dije—. Pero si no es una misión, dejaré que se encargue el contestador.
Ivy asintió y se dirigió a la puerta con su bolso.
—Iré arrancando el coche.
Tras tomar aire, corrí hasta la parte trasera de la iglesia. Al tercer tono, el contestador se puso en marcha. El aparato emitió su mensaje y mi rostro se contrajo. Nick lo había grabado para mí; pensaba que era frívolo, ya que daba a entender que teníamos contratado a un secretario. Aunque ahora, sabiendo que se nos relacionaba con profesionales de otro ramo, probablemente solo contribuiría a crear confusión.
Fruncí aun más el entrecejo cuando el mensaje se interrumpió y la voz de Nick continuó hablando.
—Hola, Rachel —dijo titubeante—. ?Estás ahí? Cógelo si estás. Yo… yo esperaba que estuvieras en casa. ?Qué hora es allí? ?Las seis?
Me obligué a contestar el teléfono. ?Se encontraba en una zona horaria distinta?
—Hola Nick.
—Rachel. —El alivio en su voz era notable, en claro contraste con mi tono sereno—. Bien. Me alegro de haberte pescado.
Pescarme. Sí, claro.
—?Cómo te va? —le pregunté, tratando de conservar el sarcasmo en mi voz. Todavía estaba dolida y confusa.
Tomó aire lentamente. Podía oír de fondo el sonido del agua al silbar, como si estuviera cocinando algo. Se entremezcló un tenue tintineo de cristales y el murmullo de una conversación.
—Me va bien —respondió—. Me va estupendamente. Anoche dormí realmente bien.
—Eso es genial. —?Por qué demonios no me dijiste que al practicar mi magia de líneas luminosas te estaba despertando? También podrías estar durmiendo bien aquí.
—?Qué tal te va a ti? —me preguntó.
Me dolía la mandíbula y me obligué a separar los dientes. Estoy confusa. Estoy dolida. No sé lo que quieres. No sé lo que quiero yo.
—Bien. —Me escocía la garganta—. ?Quieres que te recoja el correo o vas a volver pronto a casa?
—Ya tengo a un vecino recogiéndolo, pero gracias.
No has contestado a mi pregunta.
—Muy bien. ?Sabes si vas a volver para el solsticio o le doy tu entrada a… otra persona? —No había titubeado a posta. Fue sin querer. Simplemente ocurrió. Era obvio que Nick también lo había oído, teniendo en cuenta su silencio. Se oyó una gaviota chillar de fondo. ?Estaría en la playa? ?Estaría en un bar en la playa mientras yo esquivaba hechizos oscuros en la fría nieve?
—Deberías hacerlo —dijo finalmente, y sentí como si me hubieran golpeado en el estómago—. No sé cuánto tiempo voy a estar aquí.
—Claro —susurré.