—No —repitió rotundamente—. ?No es lo que quiero!
Me incorporé de inmediato al comprenderlo. El hecho de que Ivy pudiera oírlo, significaba que el poder de Piscary sobre ella era más intenso. Miré a Kisten, y parecía estar preocupado.
—Ivy, espera —dijo para tranquilizarla cuando sus rasgos faciales, normalmente calmados, se dejaron llevar por la ira.
—?Ya nada es solo mío! —exclamó; sus ojos se volvieron negros—. Lo que era hermoso, ahora es feo por su culpa. ?Se lo está llevando todo, Kist! —chilló—. ?Todo!
Kisten se levantó, y yo me quedé paralizada cuando rodeó la mesa hasta llegar a ella.
—Ivy…
—Esto tiene que terminar —afirmó mientras apartaba la mano de Kisten antes de que pudiera llegar a tocarla—. Ahora mismo.
Me quedé con la boca abierta cuando salió de la habitación a velocidad vampírica. Las velas parpadearon y volvieron a calmarse.
—?Ivy? —Dejé el café sobre la mesa y me puse en pie, pero la habitación estaba vacía. Kisten había salido disparado detrás de ella. Me encontraba sola—. ?Adónde te diriges? —susurré.
Oí ponerse en marcha, con un amortiguado rugido, el utilitario de Ivy, el cual le había cogido prestado a su madre para el invierno. En un instante, se había marchado. Acudí al vestíbulo; el tenue golpe de Kisten al cerrar la puerta y sus pasos sobre el suelo de madera sonaron con claridad en mitad del silencio.
—?Adónde se dirige? —le pregunté cuando llegó hasta mí en un extremo del vestíbulo.
El puso una mano sobre mi hombro como una silenciosa sugerencia para que regresara al cuarto de estar. Con mis pies cubiertos tan solo por las medias, nuestra diferencia de altura era notable.
—A hablar con Piscary.
—?Con Piscary! —La alarma me dejó paralizada. Me separé de él para quedarme inmóvil en mitad del vestíbulo—. ?No puede ir sola a hablar con él!
Pero Kisten me miró con tristeza.
—Estará bien. Ha llegado el momento de que hable con él. En cuanto lo haga, se retirará. Ese es el motivo por el que la ha estado molestando. Es bueno que esto ocurra.
Sin estar convencida, regresé al cuarto de estar. Podía sentir claramente su presencia detrás de mí, silencioso, lo bastante cerca como para poder tocarme. Estábamos solos, si no contabas a los cincuenta y seis pixies que había en mi escritorio.
—Estará bien —me dijo en un susurro mientras me seguía; sus pasos eran silenciosos en la alfombra gris.
Yo deseaba que se marchara. Me sentía emocionalmente azotada, y deseaba que se marchara. Sintiendo sus ojos posarse sobre mí, soplé las velas. En la reciente oscuridad, dispuse las tazas de café sobre la bandeja, con la esperanza de que cogiera la indirecta. Pero al levantar la mirada hacia el pasillo, un pensamiento me detuvo en seco.
—?Crees que Piscary podría hacer que ella me mordiese? Casi consiguió que mordiese a Quen.
Kisten se puso en movimiento; sus dedos rozaron los míos al coger la bandeja en medio de aquel aire con olor a humo.
—No —respondió, obviamente esperando que entrase en la cocina detrás de él.
—?Por qué no? —Me adentré en la habitación iluminada.
Entornando los ojos por la nueva luz, Kisten deslizó la bandeja detrás del fregadero y tiró el café, el cual dejó charcos marrones en la superficie de porcelana blanca.
—Piscary ha sido capaz de ejercer esa influencia sobre ella esta tarde, porque le cogió desprevenida. Eso, y que no tenía patrones de conducta para combatirlo. Ha estado reprimiendo sus instintos de morderte desde que fuisteis compa?eras en la SI. Decir que no se ha vuelto fácil. Piscary no puede hacer que te muerda, a no ser que ella se rinda antes, y no se rendirá. Te respeta demasiado.
Abrí el lavaplatos y Kisten colocó las tazas en el estante superior.
—?Estás seguro? —le pregunté suavemente, queriendo creerle.
—Sí. —Su mirada de listillo volvió a convertirle en un chico malo con un traje caro—. Ivy se enorgullece de contenerse. Valora su independencia más de lo que yo lo hago, ese es el motivo por el que lucha contra él. Sería mucho más fácil si se rindiera. Entonces, él dejaría de imponer su dominio. No es humillante permitir que Piscary vea a través de tus ojos, que canalice tus emociones y deseos. Yo lo encuentro edificante.
—Edificante. —Me apoyé contra la encimera sin dar crédito a mis oídos—. ?Es edificante que Piscary ejerza su voluntad sobre ella y la obligue a hacer cosas que no quiere?
—No, si lo expones de esa forma. —Abrió el armario bajo el fregadero y sacó el detergente para la vajilla. Durante un breve instante, me pregunté cómo sabía que estaba allí—. Pero Piscary está siendo un grano en el culo solo porque ella se le está resistiendo. Le gusta que se enfrente a él.