Antes bruja que muerta

—Me estaba muriendo. El me salvó. Se lo debo por el salvoconducto a través de las fronteras. —No creí necesario contarle a Lee que yo era el familiar del demonio—. ?Y qué hay de ti?

 

—La curiosidad. —Con los ojos entornados, frunció el ce?o ante un recuerdo lejano. Al sentir yo misma la curiosidad, le volví a examinar con más detenimiento. No pensaba pronunciar el verdadero nombre de Al y romper el acuerdo al que habíamos llegado cuando le compré un nombre para invocarlo, pero deseaba saber si era el mismo demonio.

 

—Oye, eh, ?el tuyo viste de terciopelo verde? —pregunté.

 

Lee se agitó. Sus ojos marrones se ensancharon bajo su flequillo recortado, y entonces dejó escapar una sonrisa de complicidad.

 

—Sí. Habla con acento británico…

 

—?Y tiene una debilidad por el glaseado y las patatas fritas? —le interrumpí. Lee asintió al tiempo que reía nerviosamente.

 

—Sí, cuando no se transforma en mi padre.

 

—?Qué te parece? —exclamé, sintiendo una singular afinidad—. Es el mismo.

 

Tras estirarse la manga para cubrir la marca, Lee se apoyó de lado contra la mesa de los dados.

 

—Pareces tener talento para las líneas luminosas —comentó—. ?Te está ense?ando él?

 

—No —respondí enérgicamente—. Soy una bruja terrenal. —Giré mi dedo con el anillo amuleto y lo llevé hasta tocar el cordel del que había alrededor de mi cuello; el que se suponía que debía alisar mi cabello.

 

él paseó su mirada desde la cicatriz en mi mu?eca hasta el techo.

 

—Pero tú… —articuló.

 

Sacudí mi cabeza y tomé un sorbo de mi bebida, dando la espalda a la partida.

 

—Te dije que fue un accidente. No soy una bruja de líneas luminosas. Tan solo recibí una clase. Bueno, media clase. La profesora murió antes de que hubiera terminado.

 

Parpadeó con incredulidad.

 

—?La doctora Anders? —balbuceó—. ?Diste una clase con la doctora Anders?

 

—?La conocías?

 

—He oído hablar de ella. —Se inclinó, acercándose hacia mí—. Era la bruja de líneas luminosas con más talento al este del Misisipi. Vine aquí para recibir sus clases. Se decía que era la mejor.

 

—Lo era —afirmé con tristeza. Ella iba a ayudarme a desvincular a Nick como mi familiar. Ahora, no solo había desaparecido el libro de hechizos, sino que estaba muerta y se había llevado todos sus conocimientos a la tumba. Me recompuse al darme cuenta de que estaba so?ando despierta—. ?Así que eres un estudiante? —pregunté.

 

Lee apoyó sus codos sobre la barandilla, contemplando el movimiento de los dados a mi espalda.

 

—Soy un trotamundos —respondió de forma escueta—. Obtuve el título hace a?os en Berkeley.

 

—Oh, me encantaría visitar la costa alguna vez —admití, jugueteando con mi collar y preguntándome en qué medida aquella conversación se estaba volviendo exagerada—. ?La sal dificulta mucho las cosas?

 

Se encogió de hombros.

 

—No mucho para las brujas de líneas luminosas. Lo lamento por las brujas terrenales, encerradas en un camino en el que no hay poder.

 

Me quedé con la boca abierta. ?Que no había poder? Al contrario. La fuerza de la magia terrenal procedía de las líneas luminosas tanto como los hechizos de las brujas luminosas. El hecho de que se filtrase a través de las plantas la hacía más inocua y quizá más lenta, pero no menos poderosa. No había escrito ningún hechizo de líneas luminosas que pudiera alterar físicamente el aspecto de una persona. Eso sí era poder. Achacándolo a su ignorancia, lo dejé correr para no mandarlo a paseo antes de saber primero lo idiota que podía llegar a ser.

 

—Mírame —me dijo, plenamente consciente de que había metido la pata tan profundamente que los dedos de sus pies asomaban por el otro lado—. Aquí estoy molestándote, cuando probablemente querrás jugar a algo mientras llega tu novio.

 

—él no es mi novio —afirmé, no tan emocionada como podría estarlo por la sutil pesquisa sobre mi estado civil—. Le dije que no podría acompa?arme en una cita decente con sesenta dólares, y él aceptó el desafío.

 

Lee recorrió el casino con sus ojos.

 

—?Y qué tal va?

 

Le di un trago a mi bebida, deseando que el helado no se hubiera derretido. Detrás de mí se oyó una explosión de júbilo, como si hubiera habido una gran jugada.

 

—Bueno, hasta ahora me han almibarado y he perdido el conocimiento en una discoteca para vampiros, he insultado a mi compa?era de piso y he hecho saltar el sistema de seguridad de un casino flotante. —Encogí los hombros a media altura—. Supongo que no está mal.

 

—Aún es pronto. —Los ojos de Lee seguían el movimiento de los dados detrás de mí—. ?Puedo invitarte a beber algo? He oído que el vino del local es bueno. Creo que es un merlot.

 

Me pregunté adonde conducía todo aquello.

 

—No gracias. El vino tinto… no me sienta muy bien.

 

Dejó escapar una risita.

 

—Yo tampoco soy muy aficionado a beberlo. Me produce migra?as.