Antes bruja que muerta

—?Diga? —interrogué al aparato, casi con un gru?ido—. ?Quién es?

 

—?Rachel? Dios, ?estás bien? Te juro que lo voy a matar por llevarte a Piscary's. Me ha dicho que te almibaraste. ?Te ha mordido?

 

—?Ivy! —balbuceé antes de mirar furiosamente a Kisten—. ?Se lo has contado a Ivy? Un millón de gracias. ?Quieres llamar ahora a mi madre?

 

—?Crees que Ivy no se daría cuenta? —espetó—. Quería que se enterase por mí. Y me tenías preocupado —a?adió, deteniendo mi siguiente arrebato.

 

—?Te ha mordido? —repitió Ivy, alejando mi atención de las últimas palabras de Kisten—. ?Lo ha hecho?

 

Me volví de nuevo hacia el teléfono.

 

—No —respondí palpándome el cuello. Aunque no sé por qué. Me he portado como una idiota.

 

—Vuelve a casa —me dijo, y mi enfado se rebeló contra mí—. Si alguien te ha mordido, me daría cuenta. Vuelve a casa para que pueda olerte.

 

Emití un sonido de disgusto.

 

—?No voy a volver a casa para que puedas olerme! Todos los que estaban allí se portaron muy bien al respecto. Y fue agradable dejarme llevar durante cinco cochinos minutos. —Fruncí el ce?o mirando a Kisten, comprendiendo por qué me había hecho hablar con Ivy. El cabrón manipulador sonreía. ?Cómo podía estar enfadada con él si le estaba defendiendo?

 

—?Te almibaraste en cinco minutos? —Ivy sonaba horrorizada.

 

—Sí —dije con aspereza—. A lo mejor deberías probarlo. Ir a darte un ba?o de feromonas en Piscary's. Aunque podrían no dejarte entrar. Podrías aguarle la fiesta a la gente.

 

Ivy contuvo la respiración, e inmediatamente desee no haberlo dicho. Mierda

 

—Ivy… lo siento —me disculpé rápidamente—. No debería haber dicho eso.

 

—Déjame hablar con Kisten —atajó con voz suave. Me humedecí los labios, sintiéndome fatal.

 

—Claro.

 

Con los dedos fríos, le alargué el teléfono a Kisten. Sus inexpresivos ojos contactaron con los míos durante un instante. Escuchó por un momento, murmuró algo que no pude descifrar y puso fin a la llamada. Le observé, buscando alguna pista sobre su estado de ánimo mientras introducía el peque?o teléfono plateado bajo su abrigo de lana.

 

—?Almibarada? —inquirí, creyendo que debía saber lo que me había ocurrido—. ?Quieres contarme lo que eso significa exactamente?

 

Sus manos se movieron sobre el volante y adoptó una postura más cómoda. Los destellos de las itinerantes luces de la calle proyectaban espeluznantes sombras sobre él.

 

—Es un depresor suave —me explicó—, que los vampiros exudan cuando están satisfechos y relajados. Es como una especie de efecto secundario. Ocurrió por casualidad la primera vez que algunos de los no muertos se almibararon poco después de que Piscary's permitiese la entrada solamente a los vampiros. Les sentó realmente bien, así que retiré las mesas de arriba e instalé un juego de luces y un pinchadiscos. Lo convertí en una discoteca. Después de eso, todo el mundo se almibaraba.

 

Titubeó al realizar un brusco giro hacia un enorme aparcamiento junto al río. Había montones de nieve de dos metros en los bordes.

 

—Es una droga natural —dijo mientras aminoraba para avanzar lentamente hacia el peque?o grupo de coches aparcados junto a una gran embarcación profusamente iluminada en el muelle—. También es legal. Le gusta a todo el mundo, y han empezado a protegerse entre ellos, echando a cualquiera que venga en busca de un mordisco fácil y protegiendo a aquellos que entran sufriendo y se quedan dormidos como tú hiciste. También está cambiando las cosas. Pregúntale a ese capitán tuyo de la AFI. Han descendido los crímenes violentos perpetrados por jóvenes vampiros en solitario.

 

—No me digas —comenté, pensando que aquello sonaba como una organización informal de apoyo a los vampiros. A lo mejor Ivy debería ir. No. Le chafaría la fiesta a los otros.

 

—No habrías estado tan receptiva de no haberlo necesitado tanto —aseguró al aparcar junto al borde.

 

—Oh, así que es culpa mía —dije con aspereza.

 

—No —atajó con dureza en su voz mientras tiraba del freno de mano—. Ya he permitido que me grites una vez esta noche. No intentes cargar esto sobre mí. Cuanto más lo necesitas, más fuerte te impacta, eso es todo. Esa es la razón por la que nadie pensó nada malo sobre ti; y tal vez ahora piensen mejor.

 

Desconcertada, gesticulé una disculpa.