Antes bruja que muerta

—?Esperarte! —gritó una voz de mujer.

 

Kisten sonreía moviendo su cuerpo sugerentemente mientras asentía en dirección a la voz.

 

—Oye, Mandy. ?Has venido esta noche? ?Cuándo te han dejado salir?

 

Ella chilló enfervorizada y Kisten sonrió.

 

—Sois un montón de zorritas maaalas, ?sabéis? Haciéndoselo pasar mal a Mickey. ?Qué os pasa con Mickey? él es bueno con vosotras.

 

Las mujeres le aclamaron y me tapé los oídos; casi me caí al tambalearme. Steve me agarró del codo.

 

—Bueno, estaba intentando salir con una chica les contó Kisten, dejando caer su cabeza de forma dramática. —Era mi primera cita en no sé cuánto tiempo. ?La veis allí, junto a la escalera?

 

Un descomunal foco me apuntó y torcí el gesto, entornando los ojos. El calor que proyectaba hizo que me estremeciera, y traté de enderezarme, pero casi me derrumbé al saludar con la mano. Steve me cogió del brazo y le sonreí. Me eché sobre él y sacudió su cabeza amistosamente, levantándome la barbilla con un dedo antes de ponerme derecha con suavidad.

 

—Esta noche está un poco fuera de sí —continuó Kisten—. Os estáis divirtiendo más de la cuenta y eso la está afectando. ?Quién iba a saber que las brujas cazarrecompensas necesitan divertirse tanto como nosotros?

 

El clamor se redobló y se aceleró el ritmo de las luces, que volaban sobre la pista, ascendiendo por paredes y techos. Mi respiración se apresuró con el ritmo de la música.

 

—Pero ya sabéis lo que dicen —gritó Kisten por encima del ritmo—. Cuanto más poderosas son…

 

—?Más disfrutamos! —gritó alguien.

 

—?Más marcha necesitan! —exclamó Kisten entre las risas—. Así que tratadla bien, ?vale? Solo quiere relajarse y pasar un buen rato. Nada de enga?os. Nada de juegos. Yo digo que cualquier bruja que tenga las pelotas de tumbar a Piscary y dejarlo con vida es que tiene suficientes colmillos para pasárselo bien. ?Estáis todos conmigo?

 

La segunda planta estalló en un clamor, apretándome contra Steve. Mis ojos se abrieron y mis emociones volaron de un extremo a otro. Les gustaba. ?No era genial?

 

—?Entonces que comience la fiesta! —gritó Kisten, girándose hacia el cubil del pinchadiscos, situado a su espalda—. Mickey, pon la que quiero oír.

 

Las mujeres mostraron su aprobación con un chillido, y contemplé con la boca abierta cómo la pista estaba de repente llena de mujeres, con los ojos enloquecidos y realizando precisos movimientos. Se imponían los vestidos cortos y sugerentes, los tacones altos y los maquillajes extravagantes, aunque había unos pocos vampiros mayores, vestidos de forma tan elegante como yo. Los vampiros vivos apenas superaban en número a los no muertos.

 

La música surgió, alta e insistente, de los altavoces en el techo. Un ritmo potente, una percusión metálica, un sintetizador monótono y una voz ronca. Era Living Dead Girl, de Rob Zombie, y yo observaba con incredulidad la variedad de movimientos de las vampiresas bien proporcionadas y escasamente vestidas, que se agitaban con los rítmicos y simultáneos pasos de una danza coreografiada.

 

Estaban bailando en grupo. Oh, Dios mío. Los vampiros estaban bailando en grupo.

 

Como un banco de peces, se movían y giraban a la vez, pisando con suficiente fuerza como para quitarle el polvo al techo. Ni uno solo cometía un error o un paso en falso. Parpadeé cuando Kisten realizó un moonwalk para moverse hacia la parte delantera; parecía indescriptiblemente seductor con aquellos movimientos suaves y confiados, y los encadenó con los de Fiebre del sábado noche. Las mujeres detrás de él le imitaron con exactitud desde el primer gesto. No podía saber si lo habían ensayado, o si sus rápidos reflejos les permitían tan perfecta improvisación. Impresionada, decidí que no tenía importancia.

 

Kisten seguía absorto en su energía e intensidad, casi resplandeciente, guiando el acuerdo conjunto de los vampiros que le seguían. Me sentía confundida, saturada por una sobredosis de feromonas, música y luces. Cada uno de los movimientos poseía una cualidad líquida, cada gesto era preciso y relajado.

 

El rumor me golpeaba, y al verles divertirse con una entrega absoluta, comprendí que se debía a la oportunidad que tenían de ser lo que querían, sin miedo a que nadie les recordase que eran vampiros, y que por lo tanto debían ser oscuros y deprimentes, y adoptar un aire de misterioso peligro. Y me sentía privilegiada de ser lo bastante respetada para verles tal y como deseaban ser.

 

Balanceándome, me incliné sobre Steve mientras la base del ritmo me conducía a un estado de divina conmoción. Mis párpados se negaban a seguir abiertos. Un impacto de sonido me atravesó, para luego cambiar hacia un ritmo más acelerado de una música diferente. Alguien me tocó el brazo y mis ojos se abrieron.

 

—?Rachel?

 

Era Kisten, y le sonreí, mareada.

 

—Bailas bien —le dije—. ?Bailas conmigo?

 

El sacudió su cabeza, mirando al vampiro que me mantenía en pie.