Una sensación de incomodidad arruinó el efecto cuando un vampiro vivo se acercó con una rapidez desconcertante. Sus hombros parecían tan anchos como mi altura, y pesaría alrededor de ciento treinta kilos de haber tenido una báscula. Sin embargo, sus ojos eran agudos, revelaban una gran inteligencia y movía su masa muscular con la gracia atractiva típica en la mayoría de los vampiros vivos.
—Lo siento —dijo al acercarse con voz de ?musculitos? de gimnasio. Levantó su mano; no para tocarme, sino para indicarme claramente que debía marcharme—. Piscary's perdió su LPM. Solo se permiten vampiros.
Kisten se deslizó a mi espalda y me ayudó a quitarme su abrigo.
—Hola, Steve. ?Algún problema esta noche?
—Se?or Felps —exclamó suavemente el hombretón, adoptando un tono más educado que encajaba mejor con la inteligencia que mostraban sus ojos—. No le esperaba hasta más tarde. No. Ningún problema aparte de lo de Mike, arriba. Aquí abajo está todo tranquilo. —Me lanzó una mirada de disculpa con sus ojos marrones—. Lo siento, se?ora. No sabía que estaba con el se?or Felps.
Sonreí al ver una oportunidad de oro para curiosear.
—?El se?or Felps acostumbra a traer a su club jovencitas que no son de condición vampírica? —pregunté.
—No, se?ora —respondió aquel hombre con tanta naturalidad que tuve que creerle. Sus movimientos y palabras eran tan inocentes y poco habituales en vampiros, que tuve que olfatearle dos veces para asegurarme de que era uno de ellos. No me había dado cuenta de la medida en que la identidad vampírica dependía del comportamiento. Al examinar la planta baja, decidí que era como cualquier restaurante de categoría, más vulgar que cuando poseía su LPM.
Los camareros estaban ataviados apropiadamente, con la mayoría de sus cicatrices ocultas, y se movían con una expeditiva rapidez bastante seductora. Mis ojos deambularon sobre las fotografías sobre la barra, y se detuvieron al ver una borrosa toma de Ivy, con su uniforme de cuero, montada en su moto con una rata y un visón colgados del depósito de combustible. Oh, Dios: Alguien nos vio.
Kisten me lanzó una mirada llena de ironía, al ver donde dirigía mis ojos.
—Steve, esta es la se?orita Morgan —dijo al darle mi abrigo prestado al portero—. No nos quedaremos mucho tiempo.
—Sí, se?or —dijo el hombre, antes de detenerse por el camino y girarse hacia mí—. ?Rachel Morgan?
Mi sonrisa se hizo más amplia.
—Encantada de conocerte, Steve —le saludé.
Me invadió una corriente de inquietud cuando Steve tomó mi mano y la besó en el dorso.
—El placer es mío, se?orita Morgan. —El enorme vampiro titubeó, con una expresión de gratitud en sus expresivos ojos—. Gracias por no matar a Piscary. Eso habría convertido Cincinnati en un infierno.
Dejé escapar una risita.
—Oh, no lo hice yo sola; me ayudaron a encerrarle. Y no me lo agradezcas aún —le advertí, sin saber si hablaba o no en serio—. Piscary y yo tenemos un viejo dilema, y simplemente no he decidido si merece el esfuerzo de matarle o no.
Kisten rió, pero sonó algo forzado.
—Está bien, está bien —dijo al retirar mi mano de la de Steve—. Ya es suficiente. Steve, ?puedes hacer que alguien coja mi abrigo largo de cuero de abajo? Nos marcharemos en cuanto haya abierto la pista.
—Sí se?or.
No pude contener una sonrisa mientras Kisten me agarraba del codo y me acompa?aba sutilmente hacia la escalera. Estaba convencida de que, aunque Kisten seguía tocándome, no era debido a segundas intenciones, aún; y yo podía soportar que me paseara por allí como si fuera una mu?eca Barbie. En cierta forma, iba en consonancia con mi sofisticada imagen de esa noche y me hacía sentir especial.
—Por Dios, Rachel. —El susurro en mi oído me estremeció—. ?No crees que tu actitud es ya lo bastante agresiva como para ponerte además a derramar sangre?
Steve ya se encontraba cuchicheando con el personal, y sus cabezas se giraban para observar a Kisten acompa?ándome a la segunda planta.
—?Qué? —dije, sonriendo con suficiencia hacia nadie que pudiera verme. Tenía buen aspecto. Me sentía bien. Todo el mundo se daba cuenta de ello.
Kisten me arrimó hacia él para apoyar su mano en mi región lumbar.
—?De verdad crees que ha sido una buena idea decirle a Steve que Piscary está vivo solamente porque no has decidido si quieres matarle? ?Qué clase de imagen crees que te da eso?
Le sonreí. Me sentía bien. Relajada. Como si hubiera estado bebiendo vino toda la tarde. Tenía que ser por las feromonas vampíricas, pero mi cicatriz demoníaca tendría al menos que darme punzadas. Aquello era algo más. Aparentemente no existía nada más relajado y cómodo que un vampiro satisfecho y, aparentemente, les gustaba compartir esa sensación. ?Cómo es que Ivy nunca se había sentido así?
—Bueno, le he dicho que me ayudaron —admití, preguntándome si mis palabras habían sido ofensivas—. Pero matar a Piscary pasará al primer lugar de mi lista de deseos si alguna vez sale de prisión.