Antes bruja que muerta

Aparentemente convencido, se dirigió hacia el asiento del conductor. El coche aceleró con un extra?o silencio. Permanecía sobre la helada acera, temblando, viendo cómo se alejaba hasta que dobló una esquina y desapareció.

 

Me envolví con mis propios brazos; mi pulso se normalizaba. El sol de invierno era frío. Lentamente, me volví para ir adentro, sin saber lo que encontraría acurrucado sobre el suelo de mi cocina.

 

 

 

 

 

10.

 

 

Contemplé mi imagen en el espejo que había sobre mi nuevo tocador de madera de fresno mientras me ponía los pendientes de aro, los que eran lo bastante grandes como para que Jenks se subiera. El ligero vestido negro me quedaba bien, y las botas por encima de la rodilla que iban con él me mantendrían lo bastante caliente. No creía que Kisten hubiese planeado una batalla de bolas de nieve en el parque, con lo cursi y barato que resultaba. Y había dicho que me pusiera algo bonito. Me miré de perfil para ver cómo estaba. Me quedaba bien. Me quedaba muy bien.

 

Satisfecha, me senté en la cama y me abroché las botas, dejando abiertos los últimos centímetros para poder caminar con más facilidad. No quería emocionarme por el hecho de salir con Kisten, pero las ocasiones de arreglarme y de pasar un buen rato habían sido tan escasas últimamente que resultaba difícil no hacerlo. Me dije que podía salir con las chicas y sentir lo mismo. No era por Kisten; se trataba de salir por ahí.

 

Quería una segunda opinión, así que acudí al salón repiqueteando con mis tacones en busca de Ivy. El recuerdo de ella combatiendo la presencia de Piscary en su cabeza era muy vivo. El vampiro no muerto se había rendido tan pronto como Quen se hubo marchado, pero ella había estado muy callada durante el resto del día, negándose a hablar de ello mientras me ayudaba a limpiar la cocina. Ivy no quería que saliera ahora con Kisten, y yo me sentía inclinada a admitir que era una idea estúpida. Pero no era como si no pudiera resistirme a Kisten. él me había asegurado que no me mordería, y yo no iba a permitir que un momento de pasión me hiciera cambiar de idea. Ahora no. Ni nunca.

 

Pasé mi mano sobre el brillante vestido de fiesta al entrar en la habitación, sin decidirme acerca de la inspección de Ivy. Ella levantó la mirada sobre su revista, enroscada en el sofá. No pude evitar fijarme en que seguía en la misma página que cuando me había ido a cambiarme hacía treinta minutos.

 

—?Qué te parece? —le pregunté, dando lentamente la vuelta y sintiéndome más alta con mis botas de tacón de aguja.

 

Ella suspiró y cerró la revista, dejando puesto un dedo para marcar la página.

 

—Creo que es un error.

 

Fruncí el ce?o y baje la vista hacia mi vestido.

 

—Sí, tienes razón —dije con la mente puesta en mi armario—. Me pondré algo encima.

 

Me giré con la intención de marcharme y ella arrojó su revista a través de la habitación hasta chocar contra la pared junto a mí.

 

—?No me refiero a eso! —exclamó y me di la vuelta, sorprendida. El ovalado rostro de Ivy se arrugó y torció sus cejas mientras se removía inquieta en su asiento—. Rachel… —me reprendió, y supe adonde se dirigía aquella conversación.

 

—No voy a dejar que me muerda —le aseguré enfadada—. Ya soy mayorcita. Puedo cuidar de mí misma. Y después de esta tarde, puedes estar segura de que sus dientes no van a acercarse a mí.

 

Con preocupación en sus ojos marrones, dobló las piernas por debajo, mostrando un aspecto inseguro. Era una faceta que no veía muy a menudo en ella. Cerró los ojos mientras tomaba aire, como si se estuviera preparando.

 

—Estás muy guapa —me dijo, y casi pude sentir un descenso en mi presión sanguínea—. No dejes que te muerda —a?adió con suavidad—. No quiero tener que matar a Kisten si te vincula a él.

 

—Dalo por hecho —respondí, tratando de suavizar su humor mientras salía de la habitación, a sabiendas de que era capaz de hacerlo. Sería la única manera fiable de romper su vínculo conmigo. El tiempo y la distancia también, pero Ivy no era de las que corría riesgos. Y vincularme a él después de haberme negado a hacerlo con ella significaría más de lo que podía soportar. Mis tacones repiquetearon algo más despacio al regresar a mi cuarto para ponerme algo más discreto. Aquella vestimenta me traería problemas.

 

Estaba de pie, frente a mi armario abierto, pasaba una percha tras otra esperando que apareciera algo diciendo: ??Vísteme a mí! ?Vísteme a mí!?. Ya me lo había puesto todo y empezaba a pensar que no tenía nada que no fuera demasiado sexi, pero lo suficientemente atractivo para salir de noche en la ciudad con todo el dinero que me había gastado el mes pasado en llenar mi armario, tendría que haber encontrado algo. Se me encogió el estómago al pensar en mi menguada cuenta corriente, pero Quen había dejado sus diez mil sobre el suelo de la cocina. Y yo había accedido a cuidar de Trent…