Cerré los ojos mientras reunía coraje. ?Cuántas veces había escuchado eso?
Arrastró el caro maletín con el pie hacia el pasillo y mis ojos se dirigieron muy abiertos hacia el sonido. Me aparté para que saliera y cerró la puerta a su espalda.
—No es por ti —insistió, endureciendo súbitamente la voz—. Y no era una cita para romper contigo. No quiero que dejemos lo nuestro. Pero me ha surgido un asunto y, francamente, no es de tu incumbencia.
Sorprendida, abrí la boca. Las palabras de Jenks surgieron a través de mí.
—Todavía me tienes miedo —le dije, molesta porque no confiara en que no proyectaría una línea luminosa a través de él otra vez.
—No lo tengo —respondió enfadado. Con un movimiento brusco, cerró la puerta con llave desde fuera y la sostuvo delante de mí—. Toma —espetó de forma beligerante—. Coge la llave. Estaré un tiempo fuera de la ciudad. Iba a dártela esta noche, pero ya que estás aquí, me ahorraré la molestia. He cancelado el correo y el alquiler está pagado hasta final de agosto.
—?Agosto! —balbuceé, repentinamente asustada.
Nick miró a Jenks.
—Jenks, ?puede venir Jax a cuidar mis plantas hasta que regrese? La última vez hizo un buen trabajo. Podría ser solo durante una semana, pero la calefacción y la electricidad están puestas en automático, en el caso de que sea más tiempo.
—Nick… —protesté, con una voz que parecía a punto de desaparecer. ?Cómo había cambiado todo tan rápido?
—Claro —acordó Jenks de forma chillona—. ?Sabéis? Creo que iré a esperar abajo.
—No, ya he acabado. —Nick recogió el maletín—. Esta noche voy a estar ocupado, pero me pasaré más tarde para recogerle antes de dejar la ciudad.
—?Nick, espera! —grité. Se me encogió el estómago y me sentí mareada. Debería haber mantenido la boca cerrada. Debería haber ignorado la maleta y haber interpretado el papel de novia estúpida. Debería haber ido a cenar y pedir langosta. Era mi primer novio de verdad en cinco a?os y, finalmente, cuando las cosas empezaban a normalizarse, allí estaba yo, asustándole. Justo igual que a los otros.
Jenks profirió un sonido avergonzado.
—Eh, estaré en la puerta principal —dijo antes de desaparecer escaleras abajo, dejando un brillante rastro de polvo pixie por todo el camino hasta el siguiente rellano.
Con tristeza en su semblante, Nick puso la llave en mi mano. Sus dedos estaban fríos.
—No puedo… —Tomó aire, encontrando y sosteniendo mi mirada. Esperé, asustada, a oír lo que tenía que decirme. De repente, no deseaba oírlo.
—Rachel, iba a decirte esto durante la cena, pero… lo he intentado. De verdad que lo he hecho. Solo que no puedo hacer esto ahora mismo —dijo con suavidad—. No te estoy dejando —se apresuró a a?adir antes de que pudiera abrir la boca. Te quiero, y deseo estar contigo Quizá durante el resto de mi vida. No lo se. Pero cada vez, que invocas una línea, puedo sentirlo, y es como si estuviera de nuevo en aquel patrullero de la AFI, sufriendo un ataque epiléptico por la línea que proyectaste a través de mí. No puedo respirar. No puedo pensar. No puedo hacer nada. Es más fácil cuando me alejo. Necesito apartarme por un tiempo. No te lo conté porque no quería que te sintieras mal.
Con el rostro congelado, no fui capaz de decir nada. Nunca me había dicho que le hubiera provocado ataques. Por el amor de Dios, no lo había sabido. Jenks había estado con él. ?Por qué no me lo había contado?
—Tengo que recuperar las fuerzas —susurró, apretando suavemente mis manos—. Lograr pasarme unos cuantos días sin recordarlo.
—Lo dejaré —dije, atemorizada—. No volveré a invocar una línea. ?No tienes que marcharte, Nick!
—Sí, tengo que hacerlo. —Soltó mis manos y acarició el contorno de mi barbilla. Lucía una dolorosa sonrisa—. Quiero que proyectes una línea. Quiero que practiques. La magia de las líneas luminosas te salvará la vida algún día, y quiero que te conviertas en la mejor bruja de líneas luminosas que tiene Cincinnati. —Tomó aire—. Pero tengo que poner algo de distancia entre nosotros. Solo durante un tiempo. Además, tengo algunos asuntos fuera del estado. No tiene nada que ver contigo. Volveré.
Pero ha dicho agosto.
—No vas a volver —dije con un nudo en la garganta—. Vendrás a por tus libros y entonces te habrás marchado.
—Rachel…
—No. —Le di la espalda. Sentía el frío de la llave en mi mano, en el centro de la palma. Respira, me recordé a mí misma—. Márchate. Ma?ana traeré a Jax. Tú márchate.
Cerré los ojos cuando él puso su mano sobre mi hombro, pero no me volví. Se abrieron de golpe cuando se inclinó sobre mí, y me invadió el aroma a libros mohosos y a electrónica de última generación.
—Gracias, Rachel —susurró, y hubo un mínimo roce de sus labios contra los míos—. No voy a dejarte. Volveré.