Lentamente, Nick me soltó y yo retrocedí. Al menos, sabía que no se trataba de otra mujer.
—Oye, eh, el zoo está abierto —le dije, revelando con mi voz el alivio que sentía debido a que la torpe distancia que él había estado manteniendo pareciera estar atenuándose—. ?Quieres entrar a tomar un café, mejor? He oído que su Monkey Moca hace resucitar a los muertos.
—No —respondió, aunque había un sincero arrepentimiento en su voz que me hacía preguntarme si había estado percibiendo mi preocupación por Al durante todo este tiempo, creyendo que estaba enfadada con él y por eso se adelantaba. Puede que más cosas de las que había supuesto fuesen por mi culpa. A lo mejor habría podido forjar una unión más fuerte entre nosotros si se lo hubiese contado, en lugar de ocultárselo y alejarle de mí.
La magnitud de lo que podría haber hecho con mi silencio cayó sobre mí y sentí que mi cara palidecía.
—Nick, lo siento —suspiré.
—No fue culpa tuya —replicó él; sus ojos marrones llenos de perdón ignoraban mis pensamientos—. Fui yo quien le dijo que podía llevarse el libro.
—No, es que…
Me tomó en un abrazo, silenciándome. Se me formó un nudo en la garganta y no pude decir nada mientras mi frente caía sobre su hombro. Debería habérselo contado desde la primera noche.
Nick sintió mi reacción y lentamente, tras pensarlo durante un instante, me dio un inseguro beso en la mejilla, pero era una inseguridad surgida de su larga ausencia, no su habitual indecisión.
—?Nick? —pregunté, percibiendo en mi voz las incipientes lágrimas.
Se retiró inmediatamente.
—Oye —comenzó a decir con una sonrisa, mientras su amplia mano descansaba sobre mi hombro—. Tengo que irme. Llevo despierto desde ayer y tengo que recuperar algo de sue?o.
Di un paso atrás de mala gana, esperando que no se diera cuenta de lo próxima al llanto que estaba. Habían sido tres meses largos y solitarios. Por fin había algo que parecía estar arreglándose.
—De acuerdo. ?Quieres venir a cenar esta noche?
Y, finalmente, después de semanas de rápidas negativas, hizo una pausa.
—?Qué tal una película y una cena? Yo invito. Una auténtica cita… o algo así.
Me incorporé, sintiéndome crecer en mi interior.
—Una cita o algo así —dije, alternando patosamente mi apoyo de un pie a otro, igual que una adolescente tonta a la que han pedido su primer baile—. ?Qué tienes en mente?
Nick sonrió suavemente.
—Algo con montones de explosiones, montones de armas… —no llegó a tocarme, pero vi en sus ojos el deseo de hacerlo—, uniformes ajustados…
Asentí sonriente y él miró su reloj.
—Esta noche —afirmó, mirándome a los ojos mientras regresaba a su camioneta—. ?A las siete?
—A las siete —respondí, sintiendo crecer mi buen humor. Se subió y cerró la puerta, provocando un temblor en la camioneta. El motor rugió al recobrar la vida y se marchó agitando su mano alegremente.
—A las siete —repetí, contemplando el destello de las luces traseras mientras se incorporaba a la carretera.
5.
Apilé la ropa sobre el mostrador, junto a la caja registradora, produciendo un repiqueteo con las perchas de plástico. La aburrida rubia de bote, cuyo pelo le llegaba por las orejas, ni siquiera levantó la mirada mientras sus dedos manipulaban aquellos desagradables clips de metal. Mientras mascaba chicle, pasaba todo bajo su pistola y se iba sumando lo que había comprado para Ceri. Tenía un teléfono pegado a su oreja y la cabeza inclinada, su boca no se detenía mientras charlaba con su novio acerca de haber colocado a su compa?era de piso la noche anterior a base de azufre.
La observé meditabunda, inhalando el tenue aroma de la droga callejera que permanecía en ella. Si andaba tonteando con azufre es que era más tonta de lo que parecía, especialmente ahora. últimamente había estado llegando a las calles material con un peque?o ingrediente adicional que había dejado un buen numero de muertes que habían afectado a todos los niveles socioeconómicos, puede que fuera lo que Trent entendía como regalo de Navidad.