Antes bruja que muerta

Yo era una bruja terrenal; mi magia provenía de las cosas que crecen y era estimulada por el calor y por mi sangre. No sabía mucho acerca de la magia de las líneas luminosas, excepto que no me gustaba. Por lo general, tan solo la usaba para trazar círculos protectores cuando preparaba algún hechizo particularmente delicado. Y para hacer que los Howlers me pagaran lo que me debían. Y, de vez en cuando, para protegerme de mi compa?era cuando perdía el control de su ansia de sangre. Además, la había utilizado para derribar a Piscary en su celda, de forma que pude obligarle a someterse con la pata de una silla. Había sido esta última vez la que había hecho que Nick pasara de ser el novio apasionado y definitivo a simples conversaciones telefónicas y besos en la mejilla. Retiré la pierna derecha del capó y levanté la izquierda; empezaba a sentir lástima de mí misma.

 

La magia de las líneas luminosas suponía una potente descarga de fuerza y podía volver loca a una bruja, y por ello no era extra?o que hubiese más brujas negras de líneas luminosas que brujas negras terrenales. Usar un familiar lo hacía más seguro, debido a que la energía de una línea luminosa era filtrada a través de las mentes más simples de animales, en lugar de a través de plantas como en la magia terrenal. Por razones obvias, solo se usaban animales como familiares, al menos a este lado de las líneas luminosas y, en verdad, no existían hechizos de brujería para vincular a un humano como familiar. Pero al ser tanto plenamente ignorante acerca de la magia de las líneas luminosas como impaciente, había usado el primer hechizo que encontré para vincular a un familiar.

 

De forma que, sin saberlo, convertí a Nick en mi familiar, lo cual estábamos tratando de deshacer, pero luego empeoré las cosas desmesuradamente al proyectar una enorme cantidad de energía luminosa a través de él para someter a Piscary. Desde entonces apenas me había tocado. Pero eso había sido hacía tres meses. No lo había vuelto a hacer. Tenía que superarlo. No era como si estuviera utilizándolo para practicar la magia de las líneas luminosas. No mucho.

 

Intranquila, me enderecé para expulsar mi ansiedad de un resoplido y realizar unas flexiones laterales que provocaron el balanceo de mi coleta. Tras haber aprendido que era posible establecer un círculo sin trazarlo previamente, me había pasado tres meses aprendiendo a hacerlo, sabiendo que podría ser mi única oportunidad de escapar a Algaliarept. Había comenzado a practicar a las tres de la ma?ana, cuando sabía que Nick estaba dormido, y siempre extraía el poder directamente de la línea, de forma que no pasara antes a través de Nick; aunque puede que lo despertara de todas formas. él no me había dicho nada pero, conociendo a Nick, nunca lo haría. El traqueteo de la verja al abrirse me hizo detenerme y bajar los hombros. El zoo estaba abierto; unos cuantos corredores salían desordenadamente con las mejillas coloradas y expresiones de agotamiento y satisfacción, todavía flotando en el éxtasis del corredor. Maldito sea. Podía haber llamado.

 

Molesta, abrí mi ri?onera y saqué el teléfono móvil. Tras apoyarme en el coche y mirar hacia abajo para evitar los ojos de los que pasaban, accedí a la agenda. Nick estaba el segundo, justo después del número de Ivy y justo antes del de mi madre. Tenía los dedos helados, y los entibié con mi aliento mientras sonaba la llamada.

 

Respiré aliviada al escuchar una respuesta, pero me quedé sin aire cuando la voz grabada de una mujer me dijo que aquel número estaba fuera de servicio. ?Problemas de dinero?, pensé. A lo mejor esa era la razón por la que no habíamos salido en tres semanas. Preocupada, lo intenté con su teléfono móvil.

 

Aún estaba sonando cuando el familiar ronroneo ahogado de la camioneta de Nick sonó con fuerza. Cerré la tapa del teléfono con un resoplido. La destartalada camioneta Ford azul de Nick dejó la calle principal y entró en el aparcamiento maniobrando despacio, mientras que los coches que salían ignoraban las líneas y acortaban cruzando la explanada. Guardé el teléfono y permanecí con los brazos sobre mi pecho y las piernas cruzadas a la altura de los tobillos.

 

Al menos ha aparecido, pensé mientras me ajustaba las gafas de sol e intentaba no fruncir el ce?o. A lo mejor podíamos ir a tomar un café o algo así. No lo había visto durante días, y no quería fastidiarlo con mi mal humor. Además, durante los últimos tres meses había estado muy preocupada por evitar mi trato con Al y, ahora que lo había hecho, deseaba sentirme bien durante un tiempo.

 

No se lo había contado a Nick, y la ocasión de confesarlo sería como quitarme otro peso de encima. Me enga?é a mí misma al convencerme de que guardaba silencio porque temía que él tratase de cargar con mi condena, al ver que poseía una vena caballerosa más larga y extensa que una autopista de seis carriles; pero en realidad tenía miedo de que pudiera llamarme hipócrita, ya que yo siempre estaba insistiéndole en los peligros de tratar con demonios, y ahí estaba yo, convirtiéndome en el familiar de uno de ellos. Nick poseía una preocupante falta de temor cuando se trataba de demonios; pensaba que, mientras los manejases de forma apropiada, no eran más peligrosos que, digamos… una serpiente de cascabel.