Así que me quedé allí, moviéndome nerviosamente bajo el frío mientras él aparcaba su fea y oxidada camioneta a unos cuantos espacios de distancia. La imprecisa silueta se movía en el interior al maniobrar de un lado a otro; finalmente salió y cerró la puerta con una intensidad que yo sabía que no iba dirigida a mí, sino que era necesaria para que encajara el ruinoso pestillo.
—Ray-ray —me llamó mientras sostenía su teléfono y rodeaba la parte delantera a grandes zancadas. Tenía buen aspecto con aquella delgada complexión y caminaba de forma rápida. Había una sonrisa en su cara; su anterior enjutez se había suavizado hasta una agradable y áspera seriedad—. ?Acabas de llamar?
Asentí, dejando que mis brazos cayeran a ambos lados. Obviamente, no venía preparado para correr, ya que vestía con unos desgastados vaqueros y unas botas. Llevaba desabrochado un abrigo de un grueso tejido, que mostraba una camisa de franela abotonada y sosa. La llevaba meticulosamente remetida y su rostro estaba bien afeitado, pero aún conseguía parecer ligeramente desali?ado, con su pelo negro ligeramente demasiado largo. Tenía un aspecto intelectual, en lugar del matiz de peligro que habitualmente me gustaba en los hombres. Pero quizá yo hubiese llegado a la conclusión de que el peligro de Nick yacía en su inteligencia.
Nick era el hombre más listo que conocía, con sus brillantes impulsos de lógica ocultos tras una subestimada apariencia y un enga?oso carácter templado. Tras conocerle, probablemente era esa extra?a mezcla de intelecto perverso y humano inofensivo lo que me atraía de él. O posiblemente que me había salvado la vida al sujetar a Al cuando este se disponía a cortarme la garganta.
Y a pesar del interés de Nick por los libros antiguos y la electrónica moderna, no era un friki: sus hombros eran demasiado anchos y su culo demasiado prieto. Sus largas y delgadas piernas podían seguirme el ritmo mientras corríamos y sus brazos poseían una fuerza sorprendente, como demostraban nuestras, antes frecuentes y ahora preocupantemente ausentes, luchas de broma, las cuales solían terminar convirtiéndose, a menudo, en una actividad más íntima. Era el recuerdo de nuestra anterior cercanía lo que mantenía alejado el ce?o fruncido de mi rostro cuando llegó desde la parte delantera de su camioneta con los ojos entornados a modo de disculpa.
—No se me ha olvidado —aseguró, agrandando aún más su cara al retirarse el flequillo de su frente. Tenía la se?al de una marca de demonio en lo alto de la frente, obtenida la misma noche en la que yo recibí la primera y única que me quedaba—. Me he quedado absorto con lo que estaba haciendo y he perdido la noción del tiempo. Lo siento, Rachel. Sé que lo estabas deseando, pero ni siquiera me he metido en la cama y estoy muerto de sue?o. ?Quieres que lo aplacemos para ma?ana?
Reduje mi reacción a un suspiro, tratando de disimular mi decepción.
—No —respondí en mitad de un largo resoplido. él se acercó rodeándome con sus brazos en un peque?o achuchón. Me apoyé en él, a pesar de la habitual vacilación de Nick, queriendo más. La distancia llevaba allí tanto tiempo que casi parecía normal. Arrastró los pies al retirarse.
—?Mucho trabajo? —pregunté. Aquella era la primera vez que lo veía en una semana, sin incluir alguna llamada de teléfono ocasional, y no quería marcharme sin más.
Nick tampoco parecía estar ansioso por irse.
—Sí y no. —Entornó sus ojos hacia el sol—. Estaba rebuscando entre viejos mensajes en una lista de salas de chat, después de encontrar una mención a ese libro que Al se llevó.
Mi atención se centró al momento.
—?Tú has…? —me tambaleé, con el pulso acelerado.
Mi súbita esperanza se quedó en nada cuando dejó caer su mirada y sacudió la cabeza.
—No era más que un aspirante a friki. No tiene una copia. No eran más que tonterías manipuladas.
Estiré la mano y le toqué el brazo, perdonándole por perderse nuestra carrera matutina.
—No pasa nada. Tarde o temprano encontraremos algo.
—Claro —murmuró—. Pero preferiría que fuese temprano.
Me inundó la tristeza y me quedé petrificada. Estábamos tan bien juntos, y ahora, todo lo que quedaba era esta horrible distancia. Al advertir mi depresión, Nick cogió mis manos y dio un paso hacia delante para darme un ligero abrazo. Sus labios rozaron mi mejilla mientras me susurraba.
—Lo siento, Ray-ray. Ya se nos ocurrirá algo. Lo estoy intentando. Quiero que esto salga bien.
Me quedé quieta, respirando el aroma a libros mohosos y a loción para el afeitado, moviendo mis manos hacia él mientras buscaba consuelo; y finalmente lo encontré.
Mi aliento luchó por estallar y lo contuve, negándome a llorar. Llevábamos meses buscando la maldición que invirtiera el efecto, pero Al había escrito el libro sobre cómo convertir humanos en familiares, con una corta tirada de un solo ejemplar. Y no podíamos hacer algo como poner un anuncio en los periódicos, buscando un profesor de líneas luminosas que nos ayudase, ya que era más probable que él o ella me entregasen por emplearme en la magia negra. Y entonces estaría realmente atrapada. O muerta. O algo peor.