—Que cualquiera puede hacerte suya.
Una roca se deslizó de un montón cercano y me puse en movimiento.
—Pero tú no me quieres.
La criatura sacudió la cabeza y flotó hacia atrás.
—Puede que si me dijeras por qué Al se llevó al otro brujo en tu lugar, quizá te quisiera. No… recuerdo.
La voz de Newt parecía preocupada, lo que me hizo preguntarme algo. ?Se habría metido demasiado siempre jamás en el coco? No tenía tiempo para ocuparme de un demonio chiflado, por muy poderoso que fuera.
—Pues lee los periódicos, yo estoy ocupada —dije mientras seguía arrastrándome.
Me eché a un lado de repente cuando un pedrusco del tama?o de un coche cayó delante de mí, a solo medio metro. El suelo se puso a temblar y me rasparon la cara varias lascas de roca. Me quedé mirando la roca y después a Newt, que sonreía mientras cogía un poco mejor el bastón para parecer agradable e inofensivo. Me dolía la cabeza. Está bien, quizá tuviera un ratito.
—Bueno, Lee puede prender magia demoníaca —dije, sin encontrar razón alguna para decirle que yo también podía.
Los ojos negros de Newt se abrieron como platos.
—?Ya? —dijo y después se le nubló la cara, no estaba enfadado conmigo si no consigo mismo. Esperé a que moviera la roca. No lo hizo. Respiré hondo y empecé a rodear a Newt ya que parecía que el demonio se había olvidado de mi existencia. La sensación de peligro que fluía de la figurita estaba aumentando, crecía sobre sí misma y me ponía un nudo en las tripas y los pelos de punta. Empezaba a tener la nítida impresión de que solo seguía viva porque un demonio muy poderoso sentía curiosidad, nada más.
Con la esperanza de que Newt se olvidara de mí, me fui arrastrando centímetro a centímetro, intentando no hacer caso del dolor que tenía en el tobillo. Resbalé y contuve el aliento cuando me di en el brazo con una roca y me subió una punzada de dolor por él. Tenía el pedrusco justo delante; cobré fuerzas y clavé las rodillas en el suelo. El tobillo me dolía horrores pero me puse de pie y me agarré a la roca para no perder el equilibrio.
Hubo un roce en el aire y de repente tuve a Newt a mi lado.
—?Quieres vivir para siempre?
La pregunta me provocó un escalofrío. Maldición, Newt cada vez se interesaba más, no menos.
—No —susurré. Estiré una mano y me alejé cojeando de la roca.
—Yo tampoco quería, hasta que lo probé. —El bastón de secuoya resonó en el suelo, Newt no quería quedarse atrás y tenía unos ojos negros y espeluznantes más vivos que los de cualquiera que yo hubiera visto jamás. Se me puso la piel de gallina. A Newt le pasaba algo, algo muy raro. No terminaba de saber qué era hasta que me di cuenta que en cuanto dejaba de mirar a Newt, me olvidaba del aspecto que tenía. Aparte de los ojos.
—Sé algo que Algaliarept no sabe —dijo Newt—. Ya me acuerdo. A ti te gustan los secretos y además se te da bien guardarlos. Lo sé todo sobre ti. Tienes miedo de ti misma.
El tobillo me dio una punzada al resbalar con una roca y apreté los dientes. Tenía la línea justo delante. Podía sentirla. El sol se había hundido tras el horizonte y ya casi había desaparecido. Le hacían falta siete minutos para hundirse una vez que tocaba la tierra. Tres minutos y medio. Pude oír que los demonios menores comenzaban a contener el aliento. Oh, Dios, ayúdame a encontrar una forma de salir de esta.
—Y deberías tenerte miedo —dijo Newt—. ?Quieres saber por qué?
Levanté la cabeza. Newt estaba muerto (o muerta) de aburrimiento y buscaba algo en lo que entretenerse. Pues yo no quería ser interesante.
—No —susurré, cada vez más asustada.
Una sonrisa maligna cruzó el rostro de Newt, las emociones cambiaban más rápido que un vampiro colocado con azufre.
—Creo que le voy a contar a Algaliarept un chiste. Y cuando haya terminado de hacer trizas a ese brujo por lo que ha perdido, le cambiaré esa marca que le debes y la haré mía.
Empecé a tiritar, era incapaz de evitar que me temblaran las manos.
—No puedes hacer eso.
—Puedo. Y quizá lo haga. —Newt hizo girar el bastón con gesto perezoso y golpeó una roca que rebotó en la oscuridad. Se oyó un ga?ido felino de dolor y unas cuantas rocas se deslizaron por todas partes—. Y entonces tendré dos —dijo el demonio para sí— porque no serás capaz de averiguar cómo viajar por las líneas y tendrás que comprar un viaje para salir de aquí. Me lo tendrás que comprar a mí.
Se oyó un grito de indignación entre los que observaban tras las rocas, un grito sofocado a toda prisa.
Horrorizada, me detuve de golpe; sentí la línea justo delante de mí.
—Quieres sobrevivir —entonó Newt, su voz había caído un tono—. Harás lo que sea. Cualquier cosa.
—No —susurré, aterrada porque Newt tenía razón—. Vi cómo lo hacía Lee. Yo también puedo hacerlo.