Antes bruja que muerta

—?Y tú qué me das? —se burló con las cejas finas muy levantadas.

 

Me sentí igual que aquella vez que mi cita me llevó a una granja, se me tiró encima y me dijo que si no me dejaba, ya podía buscarme la vida para volver a casa. Le rompí un dedo para coger la llave de la camioneta y lloré todo el camino hasta casa. Mi madre llamó a la suya y ahí se acabó la historia, salvo por el cachondeo interminable que tuve que soportar en el instituto. Quizá me hubieran respetado más si mi padre le hubiera dado una paliza al suyo pero a esas alturas eso ya no era una opción. Tenía la sensación de que me iba a hacer falta algo más que romperle un dedo a Lee para volver a casa.

 

—No puedo —susurré—. Mataste a todas esas personas.

 

Sacudió la cabeza y sorbió por la nariz.

 

—Has da?ado mi reputación así que voy a deshacerme de ti.

 

Se me quedó la boca seca cuando me di cuenta de adonde nos llevaba aquello. Iba a entregarme a Algaliarept, el muy cabrón.

 

—No lo hagas, Lee —dije, asustada. Levanté la cabeza de repente cuando oí el rápido ara?azo de unas u?as—. Los dos estamos en deuda con él —dije—. Te puede llevar a ti con la misma facilidad.

 

Lee apartó de unas patadas unos cuantos fragmentos de roca para despejar un trozo de terreno.

 

—Noooo, según se dice a los dos lados de las líneas, te quiere a ti. —Con los ojos negros bajo la luz roja, Lee sonrió—. Pero, solo por si acaso, te voy a ablandar un poquito antes.

 

—Lee —susurré, encorvada de frío mientras él empezaba a murmurar en latín. El fulgor de la energía de la línea que tenía en la mano le iluminó la cara con unas sombras horrendas. Me tensé, aterrada de repente. No tenía adonde huir en los tres segundos que me quedaban.

 

Me quedé sin aliento al oír el estrépito repentino de las criaturas escondidas. Levanté la cabeza de golpe y vi una esfera de energía que se venía directamente a por mí. Si hacía un círculo, Al lo percibiría. Si desviaba la esfera, Al se enteraría. Así que, como una idiota, me quedé inmóvil y la esfera chocó contra mí.

 

Una oleada de fuego me recorrió la piel y lancé la cabeza hacia atrás con la boca abierta, como si luchara por respirar. Solo era la energía de la línea luminosa que me desbordaba el chi. Tulpa, pensé mientras caía y le daba algún sitio al que ir.

 

El fuego murió de inmediato y se precipitó hacia una esfera que ya tenía encima de la cabeza, esperando. Algo en mí pareció cambiar y supe que había cometido un error. Las criaturas que nos rodeaban lanzaron un chirrido y se desvanecieron.

 

Oí un estallido suave. Me erguí con el corazón a mil y me quedé sin aliento. Poco a poco dejé escapar el aire en una cinta humeante de humedad blanca. La garbosa silueta de Al se destacaba oscura contra la puesta de sol, se alzaba sobre un edificio roto y nos daba la espalda.

 

—Mierda —maldijo Lee—. ?Qué co?o está haciendo aquí ya?

 

Me giré hacia Lee y el siseo bajo de una tiza metálica sobre el pavimento. Era la versión de la cinta aislante de un brujo de línea luminosa y servía para hacer un círculo más seguro. Se me desbocó el corazón cuando se alzó entre nosotros una luz trémula de color negro y púrpura. Lee sopló con fuerza, se guardó la tiza y me sonrió lleno de confianza.

 

Temblé sin poder evitarlo y miré entre los trozos de roca coloreados por la puesta de sol. No tenía nada para hacer un círculo. Era bruja muerta. Estaba en el lado de Al de las líneas, el acuerdo al que había llegado con él no significaba nada.

 

Al se giró al presentir el círculo que había levantado Lee. Pero fue en mis ojos en los que se clavaron los de Al.

 

—Rachel Mariana Morgan —dijo arrastrando las palabras, obviamente encantado, lo ba?ó una cascada de energía de línea luminosa y su atavío cambió y se transformó en lo que me pareció un traje de montar inglés, con su fusta y todo, sin olvidar las botas brillantes hasta la pantorrilla—. ?Qué te has hecho en el pelo?

 

—Hola, Al —dije mientras me echaba hacia atrás. Tenía que salir de allí. ?No hay lugar como el hogar?, pensé mientras percibía el zumbido de la línea sobre la que estaba y me preguntaba si sería suficiente con dar un par de taconazos. Lee había encontrado el arco iris, como Dorothy en El mago de Oz, ?y por qué co?o yo no podía, eh, por qué?

 

Lee prácticamente resplandecía de satisfacción. Lo miré a él y después a Al, el demonio bajaba con cuidado del montón de escombros al suelo de la gran plaza.