Antes bruja que muerta

Se me desbocó el corazón y me arriesgué a levantarme y caminar encorvada. Respiré hondo en el aire frío del garaje oscuro y me agaché detrás de un Jaguar plateado y acribillado a balazos. Kisten levantó la cabeza de repente. Estaba herido y se apretaba con una mano la parte inferior del pecho. El dolor le vidriaba los ojos y estaba pálido bajo el cabello te?ido de rubio. Se le colaba un poco de sangre bajo la mano y me quedé helada por algo más que la falta de calefacción del garaje. A su lado había cuatro hombres tirados. Uno se movió y mi vampiro le pateó la cabeza hasta que dejó de moverse.

 

—Esto va cada vez mejor —susurré mientras me dirigía hacia Kisten. La puerta del garaje se puso en movimiento con un chirrido y unos gritos reverberaron en el coche por encima del motor revolucionado. Pero Kisten era lo único que me preocupaba en aquel instante.

 

—?Estás bien? —Dejé caer dos amuletos sobre su cabeza. Me estaba poniendo mala. Se suponía que Kisten no tenía que salir herido y que Ivy no tendría que verse obligada a desangrar a nadie. Las cosas no podían haber salido peor.

 

—Vete a por él, Rachel —dijo con una mueca dolorida—. Yo sobreviviré.

 

Las llantas del coche chirriaron al dar marcha atrás. Aterrada, miré a Kisten y luego al coche, sin saber qué hacer.

 

—?Vete a por él! —insistió Kisten con los ojos azules entrecerrados por el dolor.

 

David posó a Kisten en el suelo del garaje. Con una mano apretó la mano de Kisten contra la herida y con la otra rebuscó en su chaqueta. Sacó el teléfono, lo abrió de un golpe y marcó el 911.

 

Kisten asintió y cerró los ojos cuando yo me levanté. El coche había salido marcha atrás y estaba a punto de dar la vuelta pero se caló. Salí corriendo tras él, totalmente furiosa.

 

—?Lee! —grité. El motor del coche renqueó y se caló, las ruedas resbalaban en el empedrado húmedo. Apreté la mandíbula, invoqué una línea y cerré el pu?o.

 

La energía de la línea me atravesó y me llenó las venas con una sensación asombrosa de fuerza. Entrecerré los ojos.

 

—Rhombus —dije e hice el gesto con los dedos extendidos.

 

Se me doblaron las rodillas y chillé cuando el dolor de la energía de línea requerida para hacer un círculo tan grande me atravesó como un rayo y empezó a quemarme porque no podía canalizarla toda a la vez. Se oyó un horrendo sonido de metal plegado y un chirrido de llantas. El sonido me atravesó y se clavó en mi memoria para rondar mis pesadillas. El coche había chocado contra mí círculo pero fue el coche el que se rompió, no yo.

 

Recuperé el equilibrio y seguí corriendo mientras los hombres salían en masa del coche destrozado. Sin detenerme, apunté con la pistola de hechizos y apreté el gatillo con una lentitud metódica. Dos cayeron antes de que la primera de las balas cortara el aire junto a mi cabeza.

 

—?Me estáis disparando? —chillé—. ?Me estáis disparando! —Derribé al pistolero con un hechizo y solo quedaron Lee y dos hombres más. Uno levantó las manos. Lee lo vio y le pegó un tiro sin dudarlo. El estallido del arma me sacudió entera, como si me hubiera dado a mí.

 

El rostro del brujo se puso ceniciento y se derrumbó sobre el camino empedrado, se apoyó en el coche e intentó detener la hemorragia con la mano.

 

Me invadió la ira y me detuve. Hecha una furia, apunté a Lee y apreté el gatillo.

 

Lee se irguió, susurró algo en latín e hizo un gesto. Me tiré a un lado pero él había apuntado a la bola y la pudo desviar. Todavía agachada volví a disparar. Los ojos de Lee adquirieron una expresión condescendiente cuando desvió esa también. Los movimientos de sus manos adoptaron una pose más siniestra y yo me quedé con los ojos como platos. Mierda, tenía que terminar con aquello de una vez.

 

Arremetí contra él y solté un ga?ido cuando el último vampiro se estrelló contra mí. Caímos enredados, yo luchaba con furia para evitar que pudiera sujetarme. Con un último gru?ido y una patada salvaje, me liberé y rodé hasta ponerme de pie. Después me aparté de espaldas, jadeando. Recordé las peleas con Ivy con una mezcla agria de esperanza y desesperación. Jamás había conseguido vencerla. En realidad, no.

 

El vampiro volvió a atacar sin ruido. Me agaché, me hice a un lado y terminé desollándome un codo cuando se rasgó el traje de la se?ora Aver. Lo tenía encima al muy pu?etero así que rodé con la cabeza cubierta por los brazos y empecé a darle patadas mientras contenía el aliento. Me atravesó el cosquilleo del círculo. Había chocado con él y el círculo se había roto. Perdí el contacto con la línea al instante y me sentí vacía.

 

Me levanté de un salto y me volví para evitar la pierna del vampiro, que giraba hacia mí. ?Mierda, ni siquiera se estaba esforzando! La pistola de hechizos estaba detrás de él y cuando se vino a por mí, me derrumbé fuera de su alcance y rodé para cogerla. Estiré los dedos y lancé un suspiro de alivio cuando sentí el metal frío en la mano.

 

—?Te tengo, cabrón! —grité y giré para pegarle un tiro justo en la cara.