Antes bruja que muerta

Solté un siseo dolorido cuando golpeó la magulladura que me había hecho Al. Lo cogí por la mu?eca y le puse las esposas. Lo hice girar de golpe, y le llevé el brazo a la espalda. Le clavé una rodilla y lo sujeté a la acera antes de ponerle las esposas en la otra mu?eca.

 

—?Estoy harta de tus mierdas! —exclamé—. A mí nadie intenta lanzarme un hechizo negro y nadie me encierra en un barco con una bomba. ?Nadie! ?Me oyes? ?Quién cojones te crees que eres para venir a mi ciudad e intentar apoderarte de ella? —Le di la vuelta y le quité el papel de David de la americana—. ?Y esto no es tuyo! —dije mientras lo sujetaba como si fuera un trofeo.

 

—?Lista para un peque?o viaje, bruja? —dijo Lee, tenía los ojos negros de odio y estaba sangrando por la boca.

 

Abrí mucho los ojos cuando lo sentí sacar más energía de la línea luminosa a la que ya estaba unido.

 

—?No! —grité al darme cuenta de lo que estaba haciendo. Las esposas son de la AFI, pensé. Me apetecía darme de patadas. Eran de la AFI y carecían del núcleo de plata de ley que venía de serie en las esposas de la SI. Podía saltar. Podía saltar a una línea si sabía cómo. Y al parecer sí que sabía.

 

—?Rachel! —chilló Ivy, su voz y la luz se cortaron con una brusquedad aterradora.

 

Me cubrió una capa de siempre jamás. Me atraganté y aparté a Lee de un empujón mientras me ara?aba la boca, no podía respirar. El corazón me latía a toda velocidad cuando me atravesó como un rayo la magia de Lee y grabó a fuego las líneas físicas y mentales que me definían. La negrura de la nada me invadió y tuve un ataque de pánico al sentir que existía en miles de astillas, por todas partes pero en ninguna en realidad. Vacilé al borde de la locura, incapaz de respirar, incapaz de pensar.

 

Chillé cuando recuperé el sentido de mí misma con un tirón brusco y la negrura se retiró al pozo del fondo de mi alma. Ya podía respirar.

 

Lee me dio una patada y yo me aparté rodando a cuatro patas y dándole gracias a Dios por tenerlas otra vez. Una roca fría me rompió las medias y aspiré una bocanada de aire, jadeé y tuve arcadas al sentir aquel olor asfixiante a ceniza. El viento me golpeó la cara con el pelo. Se me heló la piel que llevaba expuesta. Levanté la cabeza con el corazón desbocado y supe por la luz rojiza que cubría los escombros en los que estaba arrodillada que ya no estábamos en el camino de entrada de Lee.

 

—Oh… mierda —susurré cuando observé el sol que se ponía y relucía entre los restos de los edificios destrozados. Estaba en siempre jamás.

 

 

 

 

 

32.

 

 

Las rocas bordeadas de escarcha que tenía al lado se deslizaron por el suelo y me aparté con una sacudida antes de que Lee pudiera arrearme otra patada en las costillas. Peque?o y rojo, el sol se arrastraba tras la sombra de un edificio derrumbado. Parecía la torre Carew. Cerca estaban los restos de lo que podría ser una fuente. ?Estábamos en Fountain Square?

 

—Lee —susurré, asustada—. Tenemos que salir de aquí.

 

Se oyó una especie de chasquido agudo y Lee abrió los brazos. Tenía el traje sucio y parecía fuera de lugar entre tanta destrucción. El tintineo suave y certero de una roca al caer me hizo girar la cabeza, Lee tiró las esposas en esa dirección. No estábamos solos. Mierda.

 

—?Lee! —siseé. Oh, Dios, si Al me encontraba, era bruja muerta—. ?Puedes llevarnos a casa?

 

Sonrió y se apartó el pelo de los ojos. Resbaló por los escombros sueltos y examinó el horizonte recortado.

 

—No tienes muy buen aspecto —dijo e hice una mueca al ver el ruido que hacía su voz entre las rocas frías—. ?Tu primera vez en siempre jamás?

 

—Sí y no. —Estaba temblando. Me levanté y me palpé las rodillas llenas de ara?azos. Me había hecho una carrera en la media y estaba sangrando. Estaba encima de una línea luminosa. La podía sentir zumbando, casi podía verla incluso, de lo fuerte que era. Me rodeé el cuerpo con los brazos y me sacudí al oír caer una roca. No estaba pensando en arrestarlo, estaba pensando en escapar de allí. Pero yo no podía desplazarme por las líneas.

 

Cayó otra roca, esta más grande. Giré en redondo y busqué con la mirada entre los escombros manchados de escarcha.

 

Con las manos en las caderas, Lee entrecerró los ojos y miró las nubes bordeadas de rojo como si no le molestara el frío.

 

—Demonios menores —dijo—. Inofensivos a menos que estés herido o seas un ignorante.

 

Me fui apartando poco a poco de la roca caída.

 

—Esto no es buena idea. Será mejor que volvamos y acabemos con esto como personas normales.

 

Lee me miró entonces.