—Dígale a sus superiores que me van a compensar la pérdida —dijo mientras dejaba el papel en el escritorio para que lo cogiera David—. Sería una pena que su compa?ía se encontrara en apuros financieros si un buen número de sus propiedades más caras sufrieran da?os importantes.
David cogió el papel y lo metió en su maletín. Yo seguía a su lado pero un poco más atrás y noté que cada vez se ponía más tenso, después lo vi cambiar de postura.
—?Es eso una amenaza, se?or Saladan? Puedo trasladar su reclamación a nuestro departamento de quejas.
Un estruendo apagado me resonó en el oído interno y Chad se removió. Algo había explotado por algún sitio. Lee miró una pared como si pudiera ver a través de ella. Alcé las cejas. Ivy.
—Solo una firma más. —David sacó un papel doblado en tres partes de un bolsillo del abrigo.
—Esta conversación ha terminado, se?or Hue.
David se lo quedó mirando y yo casi pude oír el gru?ido.
—No tardaremos más que un… momento. Grace. Necesito que firmes aquí. Y luego el se?or Saladan… aquí.
Sorprendida, me adelanté con la cabeza gacha y miré el papel que David alisó sobre el escritorio. Me quedé con los ojos como platos. Decía que yo era testigo y que había visto la bomba en la caldera. No me parecía bien que la compa?ía de David se preocupara más por el barco que por las personas que habían muerto en él, pero así son las compa?ías de seguros.
Cogí el bolígrafo y miré a David. Este se encogió un momento de hombros, en sus ojos había un brillo nuevo y duro. A pesar de toda su cólera, creo que estaba disfrutando cada instante.
Lo firmé como Rachel, con el corazón a mil. Escuché un momento por si oía cualquier ruido de lucha mientras le daba el bolígrafo a David. Tenían que estar cerca y quizá no hubiera ninguna indicación de que estaban en la casa si todo estaba ocurriendo fuera. Lee estaba tenso y a mí se me hizo un nudo en el estómago.
—Y usted, se?or. —Era puro sarcasmo. David le tendió el papel a Lee—. Firme para que pueda cerrar su expediente y no tenga que volver a verme jamás.
Me pregunté si era su frase habitual mientras metía la mano en el bolsillo interior de mi chaqueta prestada y sacaba la orden de arresto que me había llevado Edden esa tarde.
Lee firmó el papel con movimientos toscos y beligerantes. A mi lado, oí el levísimo gru?ido de satisfacción de David. Solo entonces miró Lee mi firma. El pobre tipo se puso pálido bajo el bronceado y abrió los finos labios.
—Hija de puta —maldijo, alzó los ojos hacia mí y después miró a Chad, que estaba en la esquina.
Yo le di a Lee la orden con una sonrisa.
—Esta es mía —dije con tono alegre—. Gracias, David. ?Tienes todo lo que necesitas?
David dio un paso hacia atrás y se guardó el formulario.
—Es todo tuyo.
—?Hija de puta! —dijo Lee otra vez, una sonrisa de incredulidad le levantaba los labios—. No sabes quedarte muerta, ?verdad?
Contuve el aliento con un siseo y me sacudí cuando lo sentí invocar una línea.
—?Al suelo! —grité al tiempo que apartaba a David de un empujón y me echaba hacia atrás.
David cayó al suelo con una voltereta. Yo me deslicé casi hasta la puerta. El aire crepitó y un golpe seco reverberó por todo mi cuerpo. Todavía a cuatro patas, miré de repente la fea mancha morada que chorreaba hasta el suelo. Por el jodido Apocalipsis, ?qué co?o era eso? pensé mientras me levantaba como podía y me bajaba la falda hasta las rodillas.
Lee le hizo un gesto a Chad, que parecía acobardado.
—?Qué haces? ?Cógelos! —dijo con tono asqueado.
Chad parpadeó y se dirigió a David.
—?A él no, idiota! —gritó Lee—. ?A la mujer!
Chad se paró en seco, se volvió y se vino a por mí.
?Dónde cojones estaba Ivy? Mi marca demoníaca se encendió de placer pero si bien era bastante molesto, tampoco tuve mayor problema para clavar el talón de la mano en la nariz de Chad, aunque la aparté de repente cuando sentí desgarrarse el cartílago. Detestaba la sensación de las narices rotas. Me daba grima.
Chad gritó de dolor, se dobló y se llevó las manos ensangrentadas a la cara. Yo seguí su movimiento y le di un buen codazo en la nuca, que tuvo la amabilidad de dejar a mi alcance. En tres segundos, Chad había quedado fuera de combate.
Me froté el hombro y cuando levanté la cabeza, me encontré a David mirándome con una expresión interesada y los ojos muy abiertos. Yo estaba entre Lee y la puerta. Sonreí y me aparté de los ojos el pelo que se me había escapado del mo?o. Lee era un brujo de líneas luminosas, seguramente sería un cobarde si se trataba de enfrentarse al dolor físico. No iba a saltar por aquella ventana a menos que no le quedara otro remedio. Lee manipuló el intercomunicador.
—?Candice? —En su voz había una mezcla de cólera y amenaza.
Jadeé un poco, me chupé el pulgar y se?alé a David.
—David, quizá quieras irte. Esto se va poner complicado.