Se giró y me quedé helada, intentando no asustarme. Sus ojos se habían vuelto negros al recordar.
—Esa sensación de dominio puro es un subidón retorcido, adictivo —dijo, el ansia perdida de su voz me daba escalofríos—. Me llevó mucho tiempo aprender a desprenderme de eso para poder recordar el salvajismo inhumano de todo ello, oculto por la sacudida de adrenalina pura. Me perdí en los pensamientos y la fuerza de Piscary que me inundaban pero ahora ya sé cómo manejarlo, Rachel. Puedo ser las dos cosas, su sucesor y solo una persona. Puedo ser el que impone sus leyes y un amante dulce a la vez. Sé que puedo mantener el equilibrio. Ahora mismo me está castigando pero me dejará volver. Y cuando lo haga, estaré listo.
?Qué co?o estaba haciendo yo allí?
—Así que —dije y oí el temblor de mi voz—. ?Ya está?
—Sí. Ya está —dijo, tajante—. La primera fue para cumplir las órdenes de Piscary y dar ejemplo con alguien que se aprovechaba de menores de edad. Fue excesivo pero era joven y estúpido, intentaba demostrarle a Piscary que haría cualquier cosa por él, y él disfrutó viéndome agonizar por aquello después. La última vez fue para evitar que se formara una camarilla. Defendían la vuelta a las tradiciones previas a la Revelación, cuando se raptaba a personas que nadie echaría de menos. La mujer. —Posó los ojos en mí—. Esa es la que me atormenta. Fue entonces cuando decidí ser honesto cuando pudiera. Juré que jamás acabaría otra vez con la vida de un inocente. Da igual que me mintiera… —Cerró los ojos y le temblaron las manos sobre el volante. Las luces del otro lado de la mediana mostraban las líneas de dolor que había en su rostro.
Oh, Dios. Había matado a alguien en pleno ataque de rabia pasional.
—Y resulta que he puesto fin a dieciséis vidas esta noche —susurró.
Qué estúpida era. Kisten admitía haber matado a varias personas, personas que la SI seguramente le agradecería haber quitado de circulación, pero personas de todos modos. Yo me había metido en aquello sabiendo que no era el típico ?novio seguro?, pero ya había tenido el típico novio seguro y siempre terminaban haciéndome da?o. Y a pesar de la brutalidad de la que era capaz, estaba siendo honesto conmigo. Esa noche habían muerto unas personas en una tragedia horrible, pero no había sido esa su intención.
—?Kisten? —Bajé los ojos y le miré las manos, tenía unas u?as cortas y redondas que mantenía limpias y cuidadas.
—Yo hice que pusieran la bomba —dijo, la culpabilidad le endurecía la voz.
Vacilé antes de estirar el brazo para quitarle las manos del volante. Sentía los dedos fríos entre los suyos.
—No los mataste tú. Los mató Lee.
Tenía los ojos negros bajo la luz incierta cuando se volvió hacia mí. Le rodeé el cuello con la mano para acercarlo más y se resistió. Era un vampiro, cosa nada fácil de ser; no era una excusa, era un hecho. El que fuera franco conmigo significaba más para mí que su horrible pasado. Y se había quedado allí sentado mientras pensaba que lo iba a entregar, no había hecho nada. Había hecho caso omiso de lo que creía y había confiado en mí. Yo intentaría confiar en él.
No puede evitar sentir pena por él. Había observado a Ivy y había llegado a la conclusión de que ser el sucesor de un se?or de los vampiros se parecía mucho a estar en una relación en la que reinaban los abusos mentales y en la que el sadismo había pervertido el amor. Kisten estaba intentando distanciarse de las exigencias masoquistas de su amo. De hecho, se había distanciado, se había distanciado tanto que Piscary lo había dejado por un alma incluso más desesperada que él por ser aceptada: mi compa?era de piso. Pues qué bien.
Kisten estaba solo. Sufría. Se estaba sincerando conmigo, y yo no podía irme sin más. Los dos habíamos hecho cosas cuestionables y no podía llamarlo malvado cuando era yo la que tenía la marca demoníaca. Las circunstancias habían elegido por nosotros. Yo lo hacía lo mejor que podía. Igual que él.
—No fue culpa tuya que murieran —dije otra vez, me sentía como si hubiera encontrado una nueva forma de ver las cosas. Ante mí se encontraba el mismo mundo de siempre pero yo empezaba a mirar tras las esquinas. ?En que me estaba convirtiendo? ?Era idiota por confiar o una persona más sabía que encontraba el modo de perdonar?
Kisten oyó la aceptación de su pasado en mi voz y el alivio que se reflejó en su rostro era tan fuerte que fue casi doloroso. Deslicé un poco más la mano que le había puesto en el cuello y lo atraje un poco más sobre el panel.
—No pasa nada —susurré al tiempo que él me soltaba los dedos y me cogía los hombros—. Lo entiendo.