—Por supuesto, Sa'han.
Eché la vista atrás y miré a Trent mientras seguía a Jonathan a las escaleras, ya estaba pensando en lo que tenía que hacer a partir de ese momento. Llamaría primero a Edden, a su casa, en cuanto echara mano de mi Rolodex. Quizá todavía estuviera levantado. Después a mi madre. Después a Jenks. Todo iba a ir bien. Tenía que ir bien.
Pero mientras aceleraba el paso para que Jonathan no me dejara atrás me invadió una oleada de preocupación. Claro que iba a conseguir ver a Saladan, pero ?y después qué?
29.
Kisten tenía la calefacción a máxima potencia y el aire caliente movió un mechón de mi corto cabello, que me hizo cosquillas en el cuello. Estiré el brazo para bajar el aire, mi vampiro se enga?aba creyendo que yo seguía sufriendo los efectos de la hipotermia y cuanto más calor hiciera, mejor. Pero era asfixiante, una sensación que reforzaba la oscuridad que atravesábamos. Abrí un poco la ventana y me relajé cuando se coló en el coche el aire nocturno.
El vampiro vivo me lanzó una mirada furtiva pero devolvió de repente la mirada a la carretera iluminada por los faros cuando se encontraron nuestros ojos.
—?Te encuentras bien? —preguntó por tercera vez—. No has dicho ni una sola palabra.
Agité la cazadora para crear una corriente y asentí. Le había dado un abrazo junto a la verja de Trent pero era obvio que Kisten percibía la vacilación.
—Gracias por recogerme —dije—. No me apetecía mucho que Quen me llevara a casa. —Pasé la mano por la manilla de la puerta del Corvette de Kisten y lo comparé con la limusina de Trent. Me gustaba más el coche de Kisten.
Kisten exhaló el aire en un largo suspiro.
—Necesitaba salir. Ivy me estaba volviendo loco. —Apartó la mirada de la carretera oscura—. Me alegro de que se lo dijeras tan pronto.
—?Habéis hablado? —pregunté, sorprendida y un poco preocupada. ?Por qué no podían gustarme los hombres majos?
—Bueno, habló ella. —Kisten hizo un ruidito avergonzado—. Amenazó con cortarme las dos cabezas si se me ocurría chuparte la sangre a sus espaldas.
—Lo siento. —Miré por la ventana, cada vez más disgustada. No quería tener que apartarme de Kisten por haber pretendido que todas aquellas personas murieran en una estúpida lucha de poder de la que ni siquiera eran conscientes. Kisten cogió aire para decir algo pero lo interrumpí de repente—: ?Te importaría que utilizara tu teléfono?
Con expresión cauta, el vampiro sacó su brillante teléfono de una funda que llevaba en el cinturón y me lo pasó. No demasiado contenía, llamé a Información y pedí el número de la empresa de David, y por unos cuantos dólares más, me pasaron con ella. ?Y por qué no? El teléfono no era mío.
Mientras Kisten conducía en silencio yo me abrí paso por su sistema automatizado. Ya casi era medianoche. Debería estar en la oficina, a menos que tuviera algún trabajo fuera o se hubiera ido temprano a casa.
—Hola —dije cuando al fin contestó una persona de verdad—. Necesito hablar con David Hue.
—Lo siento —dijo una mujer mayor con una sobredosis de profesionalidad—. El se?or Hue no se encuentra aquí en estos momentos. ?Puedo pasarla con otro de nuestros agentes?
—?No! —dije antes de que me volviera a meter en el sistema—. ?Hay algún número al que pueda llamarlo? Es una emergencia. —Nota para mí misma: nunca jamás vuelvas a tirar la tarjeta de nadie.
—Si tiene la amabilidad de dejar su nombre y número de teléfono…
?Qué parte de ?emergencia? no entendía aquella mujer?
—Mire —dije con un suspiro—. Necesito hablar con él cuanto antes. Soy su nueva compa?era y he perdido su extensión. Si pudiera usted…
—?Usted es su nueva compa?era? —me interrumpió la mujer. El asombro de su voz me dio qué pensar. ?Tan difícil era trabajar con David?
—Sí —dije mientras le lanzaba una mirada a Kisten. Estaba segura de que mi chófer podía oír ambos extremos de la conversación con sus oídos vampíricos—. Necesito hablar con él, de verdad.
—Eh, ?puede esperar un momento?
—No lo dude.
El rostro de Kisten, se iluminó bajo el fulgor de los coches que venían enfrente. Tenía la mandíbula tensa y los ojos clavados en la carretera.
Hubo un crujido en el teléfono cuando se lo pasaron a alguien y después se oyó una voz cauta.
—Soy David Hue.
—David —dije con una sonrisa—. Soy Rachel. —El no dijo nada y me apresuré a mantenerlo en la línea—. ?Espera! No cuelgues. Tengo que hablar contigo. Es sobre una reclamación.
Se oyó el sonido de una mano cubriendo el teléfono.
—No pasa nada —le oí decir—. Voy a coger esta llamada. ?Por qué no te vas a casa temprano? Ya apago yo tu ordenador.
—Gracias, David. Te veo ma?ana —dijo su secretaria a lo lejos y después de unos instantes se volvió a oír la voz de David por la línea.