Antes bruja que muerta

—Rachel —dijo con cautela—. ?Es por lo del pez? Ya he procesado la reclamación. Si has cometido perjurio me voy a disgustar mucho.

 

 

—?Por qué tienes que pensar siempre lo peor de mí? —le pregunté, ofendida. Deslicé los ojos hacia Kisten, que agarraba el volante con más fuerza—. Cometí un error con Jenks, ?de acuerdo? Estoy intentando arreglarlo. Pero tengo algo que quizá te interese.

 

Se produjo un corto silencio.

 

—Te escucho —dijo con cierto recelo.

 

Resoplé de alivio. Hurgué en mi bolso en busca de un bolígrafo, abrí mi agenda y apreté el émbolo del bolígrafo.

 

—Esto, trabajas a comisión, ?no?

 

—Algo así —dijo David.

 

—Bueno, ?sabes ese barco que explotó? —le lancé una mirada furtiva a Kisten. La luz de los otros coches destelló en su barba incipiente cuando apretó la mandíbula. Se oyó el tintineo de las teclas del ordenador en el fondo.

 

—Sigo escuchando…

 

Se me aceleró el pulso.

 

—?Es tu compa?ía la que tiene la póliza de ese barco?

 

El sonido de las teclas se aceleró y luego se desvaneció.

 

—Puesto que aseguramos todo lo que no le interesa a Piscary, es probable. —Se produjo otro estallido de teclas—. Sí. La tenemos nosotros.

 

—Genial —suspiré. Iba a funcionar—. Yo estaba dentro cuando explotó.

 

Oí el chirrido de una silla por la línea.

 

—Por alguna razón no me sorprende mucho. ?Me estás diciendo que no fue un accidente?

 

—Pues no. —Le lancé una mirada a Kisten. Tenía blancos los nudillos de las manos.

 

—No me digas. —No era una pregunta y el sonido de las teclas del ordenador resonó de nuevo, seguido poco después por el zumbido de una impresora.

 

Cambié de postura en los asientos de cuero calentado de Kisten y me metí la punta del bolígrafo en la boca.

 

—?Estaría en lo cierto si digo que tu compa?ía no paga cuando la propiedad se destruye…?

 

—?A consecuencia de acciones de guerra o actividades relacionadas con bandas de delincuentes? —me interrumpió David—. No. No pagamos.

 

—Fantástico —dije, no me pareció necesario decirle que estaba sentada junto al tío que lo había preparado todo. Dios, por favor, que Kisten pueda darme alguna respuesta—. ?Qué te parecería que me acercara hasta ahí y te firmara un papel?

 

—Pues me gustaría mucho, la verdad. —David dudó un momento y luego a?adió—: No me parece que seas la clase de mujer que hace actos de caridad por las buenas, Rachel. ?Qué quieres sacar de esto?

 

Recorrí con los ojos la mandíbula apretada de Kisten, hasta sus fuertes hombros, después me detuve en las manos que se aferraban al volante como si estuviera intentando sacarle el hierro a la fuerza.

 

—Quiero estar contigo cuando vayas a liquidar la reclamación de Saladan.

 

Kisten dio una sacudida, al parecer acababa de entender por qué estaba hablando con David. El silencio al otro lado de la línea se podía cortar.

 

—Ya… —murmuró David.

 

—No voy a matarlo, solo voy a arrestarlo —le sugerí a toda prisa.

 

La vibración del motor que me atravesaba los pies cambió y se estabilizó.

 

—No es eso —dijo—. Es que no trabajo con nadie. Y no pienso trabajar contigo.

 

Me ardía la cara. Sabía que no tenía un gran concepto de mí después de averiguar que le había ocultado información a mi propio socio pero había sido culpa de David que se supiera.

 

—Mira —dije al tiempo que le daba la espalda a Kisten, que se me había quedado mirando—. Acabo de ahorrarle a tu compa?ía un pastón. Me metes contigo cuando vayas a liquidar su reclamación y luego te quitas de en medio y nos dejas trabajar a mí y a mi equipo. —Miré a Kisten. Algo había cambiado en él. Cogía el volante con más suavidad y no había expresión alguna en su rostro.

 

Se produjo un corto silencio.

 

—?Y después?

 

—?Después? —El movimiento de las luces hacía ilegible el rostro de Kisten—. Nada. Intentamos trabajar juntos y no funcionó. Y tú consigues un aplazamiento en la búsqueda de un nuevo compa?ero.

 

Se produjo un silencio más largo.

 

—?Y ya está?

 

—Ya está. —Cerré el bolígrafo y lo lancé junto con mi agenda al bolso. ?Por qué intentaba siquiera organizarme?

 

—De acuerdo —dijo al fin. Voy a sacudir unas cuantas ramas, a ver qué cae.

 

—Fantástico —dije, contenta de verdad, aunque él no lo parecía tanto—. Oye, dentro de unas horas voy a estar muerta por culpa de la explosión, así que no te preocupes, ?vale?

 

Se le escapó un gemido cansado.

 

—De acuerdo. Te llamo ma?ana cuando entre la reclamación.

 

—Genial. Nos vemos entonces. —La falta de entusiasmo de David era deprimente. Colgó el teléfono sin decirme adiós, yo cerré el de Kisten y se lo pasé—. Gracias —dije, me sentía muy incómoda.

 

—Creí que me ibas a entregar —dijo Kisten en voz baja.

 

Me quedé con la boca abierta y lo miré. Empezaba a entender su tensión anterior.

 

—No —susurré, por alguna razón tenía miedo. ?Se había quedado allí sentado sin hacer nada mientras pensaba que lo iba a entregar?