Respiré hondo y fruncí el ce?o al oír el desafío leve de su voz.
—No por lo que estás pidiendo, no. —Dejé la taza de café a una buena distancia y me levanté. Su anterior comportamiento al imitar mis movimientos quedó de repente totalmente claro. Era un experto en manipulación. Tenía que saber qué se?ales estaba enviando. La mayor parte de las personas no lo sabían (al menos de forma consciente) y que hubiera intentado conseguir mi ayuda poniéndose romántico conmigo cuando no había podido comprarla con dinero era despreciable.
—Gracias por la cena —dije—. Ha sido fabulosa.
La sorpresa hizo erguirse a Trent.
—Le diré a Maggie que te ha gustado —dijo apretando los labios. Había cometido un error y lo sabía.
Me limpié las manos en la sudadera.
—Te lo agradecería. Voy a recoger mis cosas.
—Le diré a Quen que estás lista para irte. —Su voz era neutra.
Lo dejé sentado a la mesa y me fui. Lo vislumbré un momento al girar y entrar en las habitaciones de Ellasbeth. Estaba tocando los auriculares y su postura no podía ocultar su irritación. El vendaje de la cabeza y los pies desnudos lo hacían parecer solo y vulnerable.
Estúpido hombre solitario, pensé.
Y estúpida e ignorante de mí por compadecerlo.
28.
Recogí el bolso del suelo del ba?o e hice un lento circuito para asegurarme de que no se me olvidaba nada. Me acordé de la bolsa de la ropa y fui a recogerla del vestidor junto con la cazadora. Me quedé con la boca abierta cuando vi la guía de teléfonos abierta en la mesa baja y se me encendió la cara. Aquella tipa la tenía abierta por la página de se?oritas de compa?ía, no de cazarrecompensas independientes.
—Cree que soy una fulana —murmuré al tiempo que arrancaba la página y me la metía en el bolsillo de los vaqueros. Maldita fuera, me daba igual que las dos hiciéramos algún servicio legítimo de acompa?ante de vez en cuando, Ivy iba a quitar el anuncio de aquella página. Enfadada, me puse mi horrenda cazadora con la piel falsa alrededor del cuello, cogí de malos modos el conjunto que no me había puesto y me fui, y estuve a punto de chocar con Trent en la balconada abierta.
—?Ay! Perdona —tartamudeé al tiempo que daba dos pasos atrás.
El elfo se apretó el cinturón de la bata con los ojos inexpresivos.
—?Qué vas a hacer con Lee?
Los acontecimientos de la noche se precipitaron sobre mí y me hicieron fruncir el ce?o.
—Nada.
Trent se echó hacia atrás, la sorpresa lo hacía parecer mucho más joven.
—?Nada?
Se me nubló la vista cuando recordé a las personas que se habían caído redondas y que yo no había podido salvar. Lee era un auténtico carnicero. Podría haberlos sacado de allí pero los había dejado para que pareciera un golpe de Piscary. Cosa que era, pero no podía creer que Kisten fuera capaz de hacer eso. Seguro que los había advertido. No podía haber sido de otra manera. Pero tenía a Trent plantado delante de mí y sus ojos verdes me miraban interrogantes.
—No es problema mío —dije y lo empujé para pasar.
Trent estaba justo detrás de mí, sus pies desnudos no hacían ningún ruido.
—Intentó matarte.
Sin cambiar de paso le contesté por encima del hombro.
—Intentó matarte a ti. Yo solo estaba en medio. —Dos veces.
—?Y no vas a hacer nada?
Mi mirada se posó en el enorme ventanal. Era difícil distinguirlo en la oscuridad pero me pareció que volvía a ser transparente.
—Yo no diría eso. Voy a irme a casa y echarme una siesta. Estoy cansada.
Me dirigí a la puerta de quince centímetros de grosor del final de la balconada. Trent seguía detrás de mí.
—?Te da igual si inunda Cincinnati con azufre nocivo y mata a cientos de personas?
Apreté la mandíbula cuando pensé en la hermana de Ivy. El ritmo discordante de mis pasos me recorrió la columna entera.
—Ya te ocuparás tú de él —dije con sequedad—. Dado que se interpone en tus ?intereses comerciales?.
—No tienes ningún deseo de vengarte. Ninguno en absoluto.
Su voz iba cargada de incredulidad y me detuve en seco.
—Oye, resulta que yo solo me metí en medio y resulta que es más fuerte que yo. Tú, por otro lado… Prefiero ver cómo te fríen a ti, elfito. Quizá Cincinnati estaría mejor sin ti.
De la cara impecable de Trent se borró toda expresión.
—No creerás eso de verdad.
Cambié de mano la bolsa de la ropa y exhalé.
—Ya no sé lo que creer. No eres sincero conmigo así que perdona, pero tengo que irme a casa a darle de comer a mi pez. —Me fui directa a la puerta. Sabía el camino y seguramente Quen terminaría por alcanzarme antes de llegar a la calle.