El repentino repiqueteo de unos tacones en la moqueta me obligó a abrir los ojos. Había vuelto.
Me erguí en la silla cuando entró Ellasbeth, llevaba un frac abierto que mostraba una camisa blanca almidonada y un pa?uelo de color melocotón. Posé los ojos en el dedo anular y me puse pálida. Se podía iluminar una ciudad entera con los destellos que emitía aquel pedrusco.
Ellasbeth se sentó a mi lado, demasiado cerca para mi gusto, la verdad.
—?Maggie? —dijo con ligereza—. Tomaré un poco de té y unas galletas, por favor. Ya he cenado fuera.
—Sí, se?ora —dijo Maggie mientras se inclinaba por el arco abierto. Su tono carecía de cualquier tipo de calor. Era obvio que a Maggie tampoco le caía bien Ellasbeth.
Ellasbeth se obligó a sonreír y posó sus dedos largos y frágiles en la mesa para lucir mejor su anillo de compromiso. Zorra.
—Parece que hemos empezado con mal pie, se?orita Morgan —dijo con tono alegre—. ?Hace mucho tiempo que se conocen Trenton y usted?
Ellasbeth no me caía nada bien. Creo que yo también me disgustaría bastante si volviera a casa y me encontrara a una chica en el ba?o de Nick pero después de verla gritándole a Trent, fui incapaz de sentir la menor simpatía por ella. Acusar a alguien de ponerte los cuernos es muy grave. Me vaciló la sonrisa cuando me di cuenta que yo casi le había hecho lo mismo a Nick. Le había acusado de dejarme plantada y le había preguntado si había alguien más. Había cierta diferencia pero no tanta. Mierda. Tenía que disculparme. Que no me hubiera dicho adonde había ido en los últimos tres meses y que me hubiera evitado ya no parecía razón suficiente. Al menos yo no le había insultado. Me sacudí de encima el ensimismamiento y le sonreí a Ellasbeth.
—Oh, Trent y yo tenemos una larga historia —dije con ligereza mientras me rodeaba un dedo con un rizo del pelo y recordaba que ahora lo tenía corto—. Nos conocimos en el campamento, de crios. Fue bastante romántico si lo piensas bien. —Le sonreí a Trent, cuyo rostro había perdido de pronto toda expresión.
—?En serio? —La joven se volvió hacia Trent, la insinuación del rugido de un tigre se coló en la cadencia suave de su voz.
Me erguí y subí las piernas a la silla para sentarme con las piernas cruzadas mientras pasaba el dedo por el borde de la taza con gesto sugerente.
—Era tremendo de jovencito, lleno de fuego e ímpetu. Siempre tenía que quitármelo de encima, era más rico… Fue allí donde terminó con esa cicatriz que tiene en el antebrazo.
Miré a Trent.
—?No me puedo creer que no se lo hayas contado a Ellasbeth! Trent, no estarás avergonzado todavía por eso, ?verdad?
Hubo un tic en uno de los ojos de Ellasbeth pero la sonrisa no le vaciló ni un instante. Maggie colocó una delicada taza llena de un líquido ambarino junto al codo de la prometida de Trent y se alejó en silencio. Ellasbeth alzó las bien perfiladas cejas, observó la postura silenciosa de Trent y la ausencia de desmentidos. Sus dedos describieron una cadencia agitada en la mesa.
—Ya veo —dijo y después se levantó—. Trenton, creo que voy a coger un vuelo esta noche, después de todo.
Trent la miró a los ojos. Parecía cansado y un poco aliviado.
—Si eso es lo que quieres, amor.
Ellasbeth se inclinó hacia él con los ojos clavados en mí.
—Es para darte la oportunidad de solucionar tus asuntos, cielito —dijo, sus labios movieron el aire junto a la oreja de su prometido. Sin dejar de mirarme, le dio un ligero beso a Trent en la mejilla. No había más sentimiento en aquella mirada que un centelleo vengativo—. Llámame ma?ana.
Ni un solo destello de emoción cruzó el rostro de Trent. Nada. Y esa misma ausencia fue lo que me provocó escalofríos.
—Contaré las horas —dijo, su voz tampoco daba ninguna pista. Los ojos de ambos seguían puestos en mí cuando Trent levantó la mano para acariciar la mejilla de su novia, pero no le devolvió el beso—. ?Quieres que Maggie te ponga el té para llevar?
—No. —Sin dejar de observarme, la joven se irguió aunque su mano persistió con gesto posesivo en el hombro de su prometido. La imagen que daban era hermosa y fuerte a la vez. Y unida. Recordé nuestro reflejo en el barco de Saladan. Entre ellos estaba el vínculo que faltaba entre nosotros. Pero no era amor. Era más bien… Fruncí el ce?o. ?Una fusión comercial?
—Ha sido un placer conocerte, Rachel —dijo Ellasbeth, lo que me devolvió al presente al instante—. Y gracias por acompa?ar esta noche a mi prometido. Tus servicios son sin duda fruto de la práctica y muy apreciados. Es una pena que no vaya a volver a solicitarlos.
Me incliné sobre la mesa con expresión neutra para estrechar la mano que me ofrecía. Tuve la sensación de que me acababa de llamar puta otra vez. De repente ya no supe qué estaba pasando allí. ?Le gustaba a Trent aquella chica o no?
—Que tengas buen viaje —dije.