—Jonathan —susurré—. Oh, Jooo-ooo-nathan -canturreé—. ?Dónde estás? Sal, anda, sal de donde quieras que estés, enorme bicho raro.
Levanté la cabeza y me alegré de estar apuntando en la dirección adecuada. Entrecerré los ojos entre el pelo desali?ado y vi una luz donde se encontraba la limusina. Los faros apuntaban al río e iluminaban la destrucción y los trozos de barco que se iban hundiendo. La silueta de Jonathan se recortaba junto al muelle. Sabía que era él porque era la única persona que conocía que era así de alta. Solo que no miraba hacia donde debía. No me iba a ver y yo ya no podía gritar.
Maldición, iba a tener que levantarme.
Lo intenté. De verdad. Pero las piernas no me funcionaban y los brazos se quedaron allí, tirados, sin hacerme ningún caso. Además, el hielo estaba calentito y no me apetecía levantarme. Quizá, si gritaba, me oiría.
Respiré hondo.
—Jonathan —susurré. Mierda, eso no iba a funcionar. Respiré hondo otra vez.
—Jonathan —dije, lo oí entre el zumbido que tenía en los oídos. Levanté la cabeza y vi que no se movía para mirar—. Da igual —dije dejando caer la cabeza otra vez en el hielo. La nieve estaba tibia y me apreté contra ella—. Qué bien —murmuré pero no creo que las palabras llegaran a traspasar mi cabeza y salieran al mundo real.
Tenía la sensación de que el mundo entero estaba dando vueltas y oí el chapoteo del agua. Me acurruqué en el hielo y sonreí. Hacía días que no dormía bien. Exhalé, me dejé llevar por la nada y disfruté del calor de ese sol que de repente brillaba sobre el hielo. Alguien me rodeó con los brazos, sentí que se me caía la cabeza contra un pecho empapado y me levantaron.
—?Denon? —me oí murmurar—. Ven aquí, Denon. Te debo un beso… muy… grande…
—?Denon? —repitió alguien.
—Ya la llevo yo, Sa'han.
Intenté abrir los ojos y me deslicé de nuevo en la nada cuando sentí que me movía. Estaba adormilada, no despierta pero tampoco dormida del todo. Después me quedé quieta e intenté sonreír y dormir por fin. Pero no hacía más que sentir un leve pellizco y una palpitación en las mejillas y además me dolían las piernas.
Irritada, empujé el hielo y me encontré con que había desaparecido. Estaba sentada y alguien me estaba dando tortas.
—Ya es suficiente —oí que decía Trent—. Vas a dejarle marcas.
El pellizco se desvaneció y dejó solo la palpitación. ?Me estaba arreando Jonathan?
—Eh, pu?etero cabrón —dije sin aliento—. Como me vuelvas a pegar, me voy a ocupar yo de tu planificación familiar.
Algo olía a cuero. Arrugué la cara, empezaba a recuperar las sensaciones en las piernas y los brazos. Oh, Dios, cómo dolía. Abrí los ojos y me encontré a Trent y Jonathan mirándome. A Trent le chorreaba sangre por el nacimiento del pelo y le caía agua de la nariz. Por encima de sus cabezas vi el interior de la limusina. ?Estaba viva? ?Cómo había llegado al coche?
—Ya era hora de que nos encontraras —dije sin aliento, después cerré los ojos.
Oí suspirar a Trent.
—Está bien.
Supongo. Quizá. Comparado con estar muerta, supongo que estaba bien.
—Una pena —dijo Jonathan y lo oí alejarse de mí—. Habría simplificado las cosas si no lo estuviera. Todavía estamos a tiempo de tirarla al agua con los demás.
—?Jon! —ladró Trent.
En su voz había tanto calor como el que sentía en la piel. Me estaba quemando, co?o.
—Me ha salvado la vida —dijo Trent en voz baja—. Me da igual si te cae bien o no, pero se ha ganado tu respeto.
—Trenton… —empezó a decir Jonathan.
—No. —La voz era gélida—. Se ha ganado tu respeto, punto.
Hubo una vacilación y yo me habría dejado llevar por la nada si el dolor en las piernas me hubiera dejado. Además, me ardían los dedos de las manos.
—Sí, Sa'han —dijo Jonathan y yo desperté con una sacudida.
—Llévanos a casa. Llama antes y dile a Quen que le prepare un ba?o. Tenemos que hacer que entre en calor.
—Sí, Sa'han. —Fue una frase lenta y reticente—. Está aquí la SI. ?Por qué no la dejamos con ellos?
Sentí un peque?o tirón en el chi cuando Trent invocó una línea.
—No quiero que me vean aquí. No te metas por el medio y pasaremos desapercibidos. Date prisa.
Mis ojos se negaban a obedecerme, pero oí salir a Jonathan y cerrar la puerta. Hubo otro golpe seco cuando se metió por la puerta del conductor y el coche se puso en movimiento con suavidad. Los brazos que me rodeaban se tensaron más y me di cuenta que estaba en el regazo de Trent, el calor de su cuerpo hacía bastante más que el aire por calentarme. Sentí la suavidad de una manta sobre mí. Debían de haberme envuelto en ella por completo porque no podía mover los brazos ni las piernas.
—Lo siento —murmuré, había renunciado a intentar abrir los ojos—. Te estoy mojando todo el traje. —Después lancé una risita al pensar en lo patético que sonaba aquello. Pero si ya estaba empapado—. Tu amuleto celta no vale una mierda —susurré—. Espero que todavía tengas el recibo.