Antes bruja que muerta

Lo dejé allí, de mal humor y preocupado. Me apetecía echar mano de la pistola de hechizos pero mientras aquel disco violeta siguiera en marcha, lo único que conseguiría con las pociones que llevaba cargadas sería cabrear a alguien cuando le manchara la bonita ropa de gala con un asqueroso mejunje de acónito y pasajera. Una leve sonrisa me curvó la cara. Tampoco me importaba hacerlo por las malas.

 

Lo que podía ver de la habitación estaba vacía. Escuché pero no oí nada. Me agaché para poner la cabeza al nivel de las rodillas y me asomé a la esquina. Me había agazapado por dos razones, la primera era que si había alguien esperando para darme un porrazo, tendría que ajustar el golpe y me daría tiempo a quitarme de en medio. La segunda es que si me daban un porrazo, no tardaría tanto en caer al suelo. Pero cuando examiné la elegante sala empezó a revolvérseme el estómago. El suelo estaba cubierto de cuerpos.

 

—Oh, Dios mío —dije en voz baja al levantarme—. Trent, los ha matado. —?Y ya estaba? ?Lee pretendía endilgarnos el asesinato de aquellas personas?

 

Trent pasó junto a mí con un empujón, no le costó demasiado ponerse fuera de mi alcance. Se agachó junto al primer cuerpo.

 

—Solo está sin sentido —dijo con tono tajante, su preciosa voz se había hecho de acero.

 

Mi horror se convirtió en confusión.

 

—?Por qué? —Les eché un vistazo y supuse que habían caído redondos. Trent se levantó y miró a la puerta. Yo no podía estar más de acuerdo.

 

—Salgamos de aquí —dije.

 

Los pasos que me seguían eran rápidos, nos precipitamos hacia el vestíbulo y nos lo encontramos, como era de esperar, cerrado con llave. A través del cristal esmerilado podía ver los coches del aparcamiento y la limusina de Trent aparcada donde la habíamos dejado.

 

—Todo esto me da mala espina —murmuré y Trent me apartó para mirar.

 

Me quedé observando la gruesa madera, eso sí que no sería capaz de atravesarlo de una patada. Tensa, revolví en mi bolsito de mano. Mientras Trent desperdiciaba energía intentando romper una ventana con un taburete, yo apreté el botón de marcación rápida número uno.

 

—Es cristal blindado —dije mientras sonaba el teléfono.

 

Bajó el taburete y se pasó una mano por el pelo ralo para que volviera a quedar perfecto. Ni siquiera le costaba respirar.

 

—?Cómo lo sabes?

 

Me encogí de hombros y me volví de lado para tener un poco de intimidad.

 

—Es lo que habría usado yo. —Volví al casino cuando Ivy cogió el teléfono—. Eh, Ivy —dije y me negué a bajar la voz no fuera a ser que don Elfo tuviera la impresión de que no lo había planeado así—. Saladan nos ha encerrado en su casino flotante y se ha largado. ?Podrías acercarte un momento y forzar la puerta con una palanqueta?

 

Trent estaba mirando el aparcamiento.

 

—Jonathan está ahí. Llámalo a él.

 

Ivy estaba diciendo algo pero la voz de Trent era más alta. Cubrí el teléfono con una mano y me dirigí a Trent.

 

—Si siguiera consciente, ?no crees que sentiría cierta curiosidad por saber por qué se ha ido Lee y ya habría venido a echar un vistazo?

 

La cara de Trent se puso un poco más pálida.

 

—?Qué? —dije cuando me volví a concentrar en Ivy. Estaba casi frenética.

 

—?Sal de ahí! —gritaba—. Rachel, Kist hizo que pusieran una bomba en la caldera. ?Yo no sabía que era ahí adonde ibas! ?Sal de ahí!

 

Me quedé helada.

 

—Esto, tengo que colgar, Ivy. Hablamos luego.

 

Ivy seguía chillando pero cerré el teléfono y lo guardé. Me giré hacia Trent y sonreí.

 

—Kisten va a reventar el barco de Lee para darle una lección. Creo que tenemos que irnos.

 

Me empezó a sonar el teléfono. No le hice caso y la llamada (?Ivy?) se desvió al buzón de voz. La seguridad en sí mismo de Trent se fundió en la nada y solo quedó un joven atractivo y bien vestido que intentaba no demostrar que tenía miedo.

 

—Lee jamás dejaría que nadie le quemara el barco —dijo—. No trabaja así.

 

Yo me rodeé con los brazos y examiné la habitación en busca de algo, de lo que fuera, que me ayudara.

 

—Pues tu orfanato lo quemó.

 

—Eso fue para captar mi atención.

 

Lo miré, cansada.

 

—Dime, ?crees que tu ?amigo? dejaría que se quemara su barco y tú con él si supiera que la culpa se la iban a echar a Piscary? Como forma de apoderarse de la ciudad, a mí me parece la bomba.

 

Trent apretó la mandíbula.

 

—?La sala de calderas? —preguntó.

 

Asentí.

 

—?Cómo lo sabes?

 

él se dirigió a una puerta peque?a que había detrás de la barra.

 

—Es lo que habría hecho yo.

 

—Estupendo. —Lo seguí con el pulso acelerado y rodeé a las personas inconscientes—. ?Adónde vamos?

 

—Quiero echarle un vistazo.

 

Me paré en seco, Trent se había dado la vuelta para bajar de espaldas por una escalera de mano.

 

—?Sabes desactivar una bomba? —Sería el único modo de salvar a todo el mundo. Debía de haber una docena de personas.

 

Trent me miró desde el fondo de la escalera, tenía un aspecto extra?o, de traje entre tanta suciedad y confusión.

 

—No. Solo quiero echarle un vistazo.

 

—?Estás chiflado! —exclamé—. ?Quieres verla? ?Tenemos que salir de aquí!

 

Trent había levantado la cabeza con expresión plácida.

 

—Quizá tenga un temporizador. ?Vienes?