Lee se apartó del escritorio y del alcance de la vampiresa.
—No, no, no —protestó mientras se acercaba a un armarito peque?o y sacaba dos vasos y una botella—. Otra vez no. Contigo no. Por Dios, ?pero por qué se te ocurrió susurrar en el oído de esa bestia?
Trent sonrió, de verdad esa vez, y aceptó el chupito que le ofrecían.
—Justicia poética, surfero —dijo y yo parpadeé al oír el acento que fingió—. Después de todo, estuviste a punto de ahogarme.
—?Yo? —Lee volvió a sentarse en el escritorio, con un pie lejos del suelo—. Yo no tuve nada que ver con eso. La canoa tenía una fuga. Ignoraba que no sabías nadar.
—Eso es lo que dices siempre. —El ojo de Trent temblaba. Dio un peque?o sorbo y se volvió hacia mí—. Stanley, te presento a Rachel Morgan. Se encarga de mi seguridad esta noche.
Esbocé una sonrisa tan falsa como radiante.
—Hola, Lee. —Le tendí la mano con cuidado de mantener a raya mi energía de línea luminosa, aunque con el recuerdo de los gritos de aquel hombre resonando en mi cabeza, me costó bastante no lanzarle una descarga—. Es un placer verte arriba esta vez.
—Rachel —dijo Lee cálidamente mientras le daba la vuelta a mi mano para besar el dorso en lugar de estrecharla—. No te imaginas lo mal que me sentí por tener que mezclarte en ese asunto tan feo. Me alegro mucho que salieras sin un solo rasgu?o. ?Confío en que esta noche te estén compensando como es debido?
Aparté la mano de un tirón antes de que la tocaran sus labios e hice alarde de limpiármela.
—No hace falta que te disculpes. Pero sería un descuido por mi parte no darte las gracias por ense?arme a jugar a los dados. —Se me aceleró el pulso y tuve que sofocar el impulso de darle un bofetón—. ?Te devuelvo los tuyos?
La vampiresa se deslizó tras él y colocó las manos con gesto posesivo en los hombros de su jefe. Lee no dejó de sonreír, al parecer no había captado la indirecta.
Dios, aquel tipo se puso a sangrar por todos los poros, y el hechizo era para mí. Cabrón.
—El orfanato agradeció mucho tu donación —dijo Lee sin inmutarse—. Según me han dicho, pusieron un tejado nuevo.
—Fantástico —contesté, contenta de verdad. A mi lado, Trent se removió un poco, era obvio que se moría por interrumpir—. Siempre es un placer ayudar a los menos afortunados.
Lee cogió las manos de la vampiresa entre las suyas y la colocó a su lado.
Trent me cogió del brazo mientras ellos estaban distraídos.
—?Tú compraste el tejado nuevo? —dijo sin aliento.
—Al parecer —murmuré y observé que lo que le sorprendía era el tejado, no la refriega en las calles.
—Trent, Rachel —dijo Lee con la mano de la vampiresa entre las suyas—. Os presento a Candice.
Candice sonrió y mostró los dientes. Hizo caso omiso de Trent, clavó los ojos casta?os en mi cuello y una lengua roja le acarició la comisura de la boca. Exhaló y se acercó un poco más.
—Lee, cielo —dijo y yo me agarré con más fuerza al brazo de Trent, aquella voz me recorría la marca como una oleada—. Me dijiste que tendría que entretener a un hombre. —Su sonrisa se hizo depredadora—. Pero no pasa nada.
Me obligué a respirar. Mi cuello despedía oleadas de promesas que me hacían flaquear las rodillas. Se me aceleró la sangre y estuve a punto de cerrar los ojos. Respiré hondo una vez y después otra. Necesité de toda mi experiencia con Ivy para evitar responder. Aquella vampiresa tenía hambre y sabía lo que estaba haciendo. Si hubiera sido una no muerta, habría sido suya. Pero incluso con la marca y todo, no podía hechizarme a menos que yo se lo permitiera. Y no pensaba hacerlo.
Consciente de que Trent me observaba, recuperé el control de mí misma, aunque podía sentir la tensión sexual que se alzaba en mi cuerpo como la niebla en una noche húmeda. Mis pensamientos regresaron a Nick y después a Kisten, donde permanecieron para empeorar todavía más las cosas.
—Candice —dije sin alzar la voz e inclinándome hacia ella. No voy a tocarla. No voy a tocarla—. Es un placer conocerte. Y pienso romperte los dientes y usarlos para hacerte un pirsin en el ombligo si se te ocurre volver a mirar siquiera mi marca.
Los ojos de Candice emitieron un destello negro. La calidez que sentía en la marca murió. Enfadada, se apartó con una mano en el hombro de Lee.
—Me da igual si eres el juguetito de Tamwood —dijo, tratando de ponerse en plan ?reina de los condenados?, pero yo vivía con una vampiresa peligrosa de verdad, así que los esfuerzos de aquella tipa resultaban patéticos—. Puedo acabar contigo —terminó.
Apreté la mandíbula.
—Vivo con Ivy, pero no soy su juguetito —dije en voz baja, oí una exclamación ahogada que llegaba de abajo—. ?Qué te dice eso?
—Nada —dijo, y su bonita cara hizo una mueca.
—Y nada es justo lo que vas a sacar de mí, así que ni te acerques.