Antes bruja que muerta

—Mi oferta de trabajo sigue en pie, se?orita Morgan.

 

Me costó pero conseguí mantener una expresión más o menos agradable en la cara mientras me derrumbaba en el asiento. De repente tuve la sensación de que me estaban adormilando, que me estaban metiendo en sitios a los que una vez había jurado no ir jamás: lugares como trabajar para Trent, acostarme con un vampiro, cruzar la calle sin mirar. Cosas todas que se podían hacer sin mayores consecuencias, aunque al final terminara por reventarte un autobús. ?Qué co?o estaba haciendo en una limusina con Trent?

 

Habíamos entrado en los Hollows y me incorporé en el asiento para prestar más atención. Las calles estaban llenas de luces de fiesta, la mayoría verdes, blancas y doradas. El silencio se alargaba.

 

—Bueeeno, ?y quién es Ellasbeth?

 

Trent me lanzó una mirada venenosa y yo sonreí con dulzura.

 

—No fue idea mía —dijo.

 

Pero qué interesante, pensé. He encontrado una fibra sensible. ?No seria divertido pisotearla un ratito?

 

—?Una antigua novia? —intenté adivinar con tono alegre—. ?La tipa con la que vives? ?Una hermana fea que escondes en el sótano?

 

La expresión de Trent había recuperado el vacío profesional de siempre pero sus inquietos dedos no dejaban de moverse ni un instante.

 

—Me gustan tus joyas —dijo—. Quizá debería haberle pedido a Jonathan que las pusiera en la caja fuerte de la casa mientras estamos fuera.

 

Me llevé una mano a su collar y lo sentí templado por el calor de mi cuerpo.

 

—Llevaba una mierda y lo sabes. —Joder, llevaba encima oro suficiente como para hacerle una dentadura postiza a un caballo, y el oro era de Trent.

 

—Podemos hablar entonces de Nick. —La voz sosegada de Trent tenía un matiz burlón—. Preferiría hablar de Nick. Era Nick, ?no? ?Nick Sparagmos? He oído que dejó la ciudad después de que le provocaras un ataque epiléptico. —Con las manos alrededor de una rodilla, Trent me lanzó una mirada reveladora y alzó las pálidas cejas—. ?Se puede saber qué le hiciste? Eso sí que no pude averiguarlo.

 

—Nick está bien. —Bajé las manos antes de que se pusieran a juguetear con el pelo—. Me estoy ocupando de su apartamento mientras él está de viaje de negocios. —Miré por la ventanilla y me llevé la mano a la espalda para volver a colocarme el chal por los hombros. Aquel hombre era capaz de ser más capullo que la mayor zorra con pasta del instituto—. Tenemos que hablar sobre de qué se supone que te tengo que proteger.

 

Del asiento del conductor llegó el bufido burlón de Jonathan. Trent también lanzó una risita.

 

—No me hace falta protección —dijo—. Si fuera así, Quen estaría aquí. Tú no eres más que un adorno con cierta utilidad.

 

Con cierta utilidad…

 

—?Ah, sí? —le solté. Ojalá pudiera decir que me sorprendía.

 

—Pues sí —dijo sin vacilar, la expresión sonaba rara en su boca—. Así quédate donde te pongan y no abras la boca.

 

Empezaba a calentarme y me moví hasta que tuve las rodillas casi pegadas a sus muslos.

 

—Escúcheme bien, se?or Kalamack —dije con tono áspero—. Quen me está pagando una pasta para que usted conserve ese pu?etero culo, así que no se vaya de la habitación sin mí y no se meta en mi ángulo de visión cuando estemos con los malos. ?Estamos?

 

Jonathan entró en un aparcamiento y tuve que sujetarme cuando pisó el freno con demasiada brusquedad. Trent giró la cabeza y yo observé las miradas que cruzaron por el espejo retrovisor. Todavía enfadada, miré por la ventanilla y me encontré con horribles montones de nieve de casi dos metros de altura. Estábamos junto al río y mis hombros se llenaron de tensión al ver el casino flotante con las chimeneas humeando un poco. ?El casino flotante de Saladan? ?Otra vez?

 

Recordé la noche que había pasado con Kisten y el tipo del esmoquin que me había ense?ado a jugar a los dados. Mierda.

 

—Oye, esto, ?sabes el aspecto que tiene Saladan? —pregunté—. ?Es brujo?

 

La vacilación de mi tono fue seguramente lo que llamó la atención de Trent y mientras Jonathan aparcaba en el amplio espacio reservado para un coche de aquella longitud, me miró un momento.

 

—Es brujo de líneas luminosas. Pelo negro, ojos oscuros, de mi edad. ?Por qué? ?Te preocupa? Porque debería. Es mejor que tú.

 

—No. —Mierda. ?O debería decir mierda de dados? Agarré el bolsito de mano y me derrumbé entre los cojines cuando Jonathan abrió la puerta y Trent salió con una elegancia que tenía que ser fruto de la práctica. Lo sustituyó una ráfaga de aire frío que me hizo preguntarme cómo podía quedarse Trent allí plantado como si fuera pleno verano. Tenía la sensación de que ya conocía a Saladan. ?Idiota! me re?í. Claro que, después de todo, demostrarle a Lee que no le tenía miedo después de su peque?o y fracasado hechizo negro sería de lo más satisfactorio.