Antes bruja que muerta

—?Rachel! —ladró Al y yo me sobresalté—. No las has colocado diciendo los nombres de los sitios.

 

Sin dejar de sujetar la vela, me lo quedé mirando sin saber qué decir. Tras él, Ceri se lamía los labios con gesto nervioso.

 

—No te sabes los nombres de los sitios —a?adió Al y yo negué con la cabeza, no quería que me pegara otra vez pero Al se limitó a suspirar—. Ya lo haré yo cuando las encienda —gru?ó, su cara pálida adoptó un matiz rubicundo—. Esperaba más de ti. Al parecer te has pasado la mayor parte del tiempo con la magia terrenal y has descuidado el arte de las líneas luminosas.

 

—Soy una bruja terrenal —le contesté—. ?Para qué me iba a molestar?

 

Ceri se estremeció cuando Al amenazó con golpearme de nuevo, su cabello casi traslúcido giraba en el aire.

 

—Suéltala, Algaliarept. No quieres que sea tu familiar.

 

—?Te estás ofreciendo a ocupar su lugar? —se burló y yo tomé una bocanada de aire, temerosa de que Ceri dijera que sí.

 

—?No! —grité y Al se echó a reír.

 

—No te apures, Rachel, amor —canturreó y yo me encogí cuando me recorrió con un dedo enguantado la mandíbula y me trazó el camino por el brazo hasta la mano para quitarme la última vela—. Conservo a mis familiares hasta que aparece algo mejor, y a pesar de que eres tan ignorante como una rana, eres capaz de contener casi el doble de energía de línea que ella. —Sonrió con lascivia—. Qué suerte tienes.

 

Dio una sola palmada con las manos enguantadas y giró para que los faldones de la levita se recogieran a su alrededor.

 

—Muy bien. Observa con atención, Rachel. Ma?ana serás tú la que enciendas las velas. Estas son palabras que mueven por igual a dioses y mortales, que los igualan a todos y los hacen capaces de conservar el círculo entero incluso contra Newt.

 

Pues qué bien.

 

—Salax —dijo al encender la primera vela con la astilla roja gruesa como un lápiz que había aparecido en su mano enguantada—. Aemulatio —dijo al encender la segunda—. Adfictatio, cupidusy mi favorita, inscitia —dijo al encender la última. Sin dejar de sonreír hizo desaparecer la astilla todavía encendida. Sentí que invocaba una línea y con un torbellino traslúcido de rojo y negro, su círculo se alzó para arquearse sobre nuestras cabezas. Me hormigueó la piel con la fuerza que contenía y me rodeé con los brazos todavía más.

 

?Cosas tan bellas me gustan a mí?, oí tamborilear por mi mente y tuve que ahogar una risita histérica. Iba a ser el familiar de un demonio. No había forma de escapar.

 

La cabeza de Al se alzó con una sacudida al oír aquel desagradable sonido de asfixia, el rostro de Ceri se quedó inexpresivo.

 

—Algaliarept —le rogó—. La estás presionando demasiado. Su voluntad es demasiado fuerte para plegarse con facilidad.

 

—Pienso dominar a mis familiares como crea conveniente —dijo con calma el demonio—. Unas cuantas clases y será como la lluvia en el desierto. —Con una mano en la cadera y la otra cogiéndose la barbilla, me miró con expresión especulativa—. Hora de ba?arse, amor.

 

Algaliarept chasqueó los dedos con el garbo de un artista. Abrió la mano y colgando de ella apareció un cubo hecho de tablillas de cedro. Me quedé con los ojos como platos cuando me tiró el contenido encima.

 

El agua fría me empapó entera. Se me escapó el aliento con un ga?ido ofendido. Era agua salada, que hizo que me escociesen los ojos y se me metió por la boca. Me invadió la realidad y me despejó la cabeza. Estaba asegurándose de que no tuviera ninguna poción encima que pudiera contaminar el inminente hechizo.

 

—?Yo no utilizo pociones, pedazo de mierda verde! —grité mientras sacudía los brazos dentro de las mangas empapadas.

 

—?Lo ves? —Era obvio que Al estaba encantado—. Mucho mejor.

 

Empezaron a dolerme un poco las costillas cuando dejó de funcionar el amuleto para el dolor. La mayor parte del agua me estaba empapando la biblioteca de libros de hechizos. Si sobrevivía a aquello, tendría que airearlos todos. Pero qué gilipollas.

 

—Ohhh, esos ojos no están nada mal —dijo y estiró el brazo para tocarme—. Así que nos estamos colocando con el azufre de tu compa?era de piso, ?eh? Espera a probar el azufre de verdad. Te vas a quedar de piedra.

 

Me eché hacia atrás con una sacudida cuando me rozó la piel con la mano enguantada que olía a lavanda, pero la mano de Al bajó un poco más para cogerme del pelo. Chillé y levanté el pie de repente. Al lo cogió, se movía tan rápido que yo era incapaz seguirlo. Ceri observó con pena mi lucha inútil. Mientras me sujetaba el pie en el aire me obligó a apoyarme en la encimera. Se le habían movido las gafas y me sonrió con el placer de la dominación.

 

—Así que por las malas —susurró—. Maravilloso.

 

—?No! —exclamé cuando destellaron de repente en su mano un par de tijeras de podar.