Mi buen humor volvió a esfumarse. No pude evitar que mi mirada se perdiera en la pared con las sillas delante.
—Eh, que aún no hemos acabado —dijo Gideon—. Aunque ha estado francamente bien, aún no es perfecto. ?Por qué tienes de repente esa mirada tan sombría?
—Dime, ?por qué crees tú que el conde de Saint Germain está tan interesado en que yo asista a una soirée y a un baile? Podría hacer sencillamente que me enviaran aquí, a Temple; de ese modo no habría ningún peligro de que me pusiera en ridículo ante personas desconocidas. Y nadie se extra?aría de mi comportamiento ni habría posibilidad de que dejara constancia de lo ocurrido para las generaciones futuras.
Gideon me miró un momento desde arriba antes de responder: —Al conde no le gusta ense?ar sus cartas, pero detrás de cada una de sus ideas se esconde un plan genial. Tiene una sospecha concreta sobre los hombres que nos atacaron en Hyde Park, y creo que quiere hacer salir de la sombra al que mueve o a los que mueven los hilos en este asunto presentándonos en una reunión numerosa.
—?Oh! —exclamé—. ?Quieres decir que otra vez habrá hombres armados y...?
—No mientras estemos rodeados de gente —dijo Gideon, y después de sentarse en el respaldo del sofá, a?adió cruzando los brazos sobre el pecho—: De todos modos, considero que es demasiado peligroso, al menos para ti.
Me apoyé contra el borde de la mesa.
—?No sospechaste de Lucy y de Paul por el asunto de Hyde Park?
—Sí y no —respondió Gideon—. Un hombre como el conde de Saint Germain ha tenido que granjearse, en el curso de su vida, unos cuantos enemigos. En los Anales hay algunos informes de atentados contra él. Y sospecho que Lucy y Paul, para conseguir sus objetivos, pueden haber colaborado con alguno de esos enemigos.
—?También cree eso el conde?
Gideon se encogió de hombros.
—Eso espero.
Reflexioné un momento.
—Estoy de acuerdo en que vuelvas a contravenir las normas y te lleves una de esas pistolas de James Bond —propuse entonces—. Todos esos tipos con sus espadas no podrán hacer nada contra eso. Y por cierto, ?de dónde la has sacado? Yo también me sentiría mejor si tuviera un trasto de esos.
—Un arma que no se sabe manejar como es debido normalmente acaba por ser utilizada contra uno mismo —dijo Gideon.
Pensé en mi cuchillo de cocina japonés. No resultó nada agradable imaginar que pudieran utilizarlo contra mí.
—?Charlotte es buena con la esgrima? ?Y también sabe cómo utilizar una pistola?
De nuevo se encogió de hombros.
—Lleva recibiendo clases de esgrima desde los doce a?os; claro que es buena.
Por descontado. Charlotte destacaba en todo. Excepto en simpatía.
—Seguro que al conde le habría gustado —dije. No hacía falta ser muy listo para ver que yo no era su tipo.
Gideon rió.
—Aún puedes hacer que cambie la imagen que tiene de ti. De hecho, el conde también quería conocerte mejor, sobre todo para comprobar si las profecías aciertan o no en lo que se refiere a ti.
—?Te refieres a la magia del cuervo? —Como siempre que la conversación iba a parar a este tema, me sentí incómoda—. ?Revelan las profecías también qué quiere decir eso exactamente?
Gideon dudó un momento, y luego recitó en voz baja: —?... En su cimbreo rojo rubí oye el cuervo cantar a los muertos, apenas conoce el precio, apenas la fuerza, el poder se alza y el Círculo se cierra...? —Carraspeó—. Se te ha puesto la carne de gallina.
—La verdad es que suena siniestro. Sobre todo eso de los muertos que cantan. —Me froté los brazos—. ?Continúa?
—No. Es más o menos todo lo que hay. Debes reconocer que tampoco encaja mucho contigo, ?no?
Supongo que tenía razón.
—?También hay algo sobre ti en la profecía?
—Naturalmente —respondió Gideon—. Sobre cada uno de los viajeros del tiempo. Yo soy el león con crines de diamante ante cuya visión el Sol... —Por un instante pareció que se sentía cohibido, y luego continuó sonriendo—: Y bla bla bla. Ah, y tu tatatarabuela, la recalcitrante lady Tilney, es, pertinentemente, un zorro, un zorro de jade que se oculta tras un tilo.
—?Y se puede sacar algo en claro de esas profecías en realidad?
—Desde luego; solo que están plagadas de símbolos. Todo es cuestión de interpretación. —Miró su reloj de pulsera—. Aún tenemos tiempo. Voto por que continuemos con nuestras clases de baile.
—?También se bailará en la soirée?
—No lo creo —respondió Gideon—. Seguramente solo se comerá, se beberá, se charlará y... hum... se tocará música. Ya puedes contar con que también a ti te pedirán que toques o cantes algo.