Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

Como todos eran igualmente largos, escogí uno al azar. ?Mine eye and heart are at a mortal war, how to divide the conquest of thy sight?, murmuré.

—?Te refieres a mí? —preguntó Gideon, incorporándose y quitándose los auriculares.

Por desgracia, no pude evitar sonrojarme.

—Es Shakespeare —dije.

Gideon sonrió.

—?Mine eye my heart thy picture’s sight would bar, my heart mine eye the freedom of that right?... o una cosa así.

—No, es bastante exacto —repliqué, y cerré el libro de golpe.

—Aún no puedes repetirlo —dijo Gideon.

—De todas maneras, ma?ana ya lo habría olvidado otra vez. Será mejor que lo aprenda justo antes de la escuela, entonces tendré una buena oportunidad de retenerlo hasta la clase de inglés de mister Whitman.

—?Pues mejor! Así ahora podremos practicar el minué. —Gideon se levantó—.

Al menos aquí tenemos espacio suficiente para bailar.

—?Oh, no, por favor!

Pero Gideon ya se inclinaba ante mí.

—?Me concedéis este baile, miss Shepherd?

—Sería un gran placer, se?or —le aseguré mientras me abanicaba con el libro de Shakespeare—, pero lamentablemente me he torcido el tobillo. Tal vez sería mejor que le preguntara a mi prima, allí al fondo. La dama de verde. —Se?alé el sofá—. Ella le mostrará encantada lo bien que baila.

—Pero yo desearía bailar con vos. Hace tiempo que sé cómo baila vuestra prima.

—Me refería a mi prima Sofá, no a mi prima Charlotte —dije—. Le aseguro... hum... Os aseguro que con Sofá disfrutaréis mucho más que con Charlotte.

Tal vez Sofá no sea tan elegante, pero es más reposada y tiene mucho más encanto, y sobre todo mejor carácter.

Gideon rió.

—Como he dicho, mi interés se centra únicamente en vos. Por favor, concededme este honor.

—?Pero un caballero como vos debería mostrar consideración por un tobillo dislocado!

—Pues no, lo lamento. —Gideon cogió su iPod del bolsillo de los pantalones —. Un poco de paciencia, la orquesta estará preparada enseguida.

Me colocó los auriculares en las orejas y me ayudó a levantarme.

—Oh, bien, Linkin Park —dije, mientras mi pulso se aceleraba por la repentina cercanía de Gideon.

—?Cómo? Pardon. Un momento, enseguida estará. —Sus dedos se deslizaron por el display—. Bien. Mozart servirá. —Me tendió el iPod—. Póntelo en el bolsillo de la falda, tienes que tener las dos manos libres.

—Pero tú no oyes nada —dije cuando los violines susurraron en mis oídos.

—Oigo lo suficiente, no hace falta que grites tanto. Muy bien, imaginemos que es una formación de ocho. A la izquierda, a mi lado, hay otro caballero, a mi derecha, otros dos, ordenados en fila. A tu derecha, lo mismo pero con damas. Una reverencia, por favor.

Me incliné y puse, vacilando, mi mano en la suya.

—?Pero pararé inmediatamente si me llamas ?ignorante criatura?!

—Jamás haría tal cosa —replicó Gideon, y me guió hacia delante pasando junto al sofá—. En un baile se trata sobre todo de saber mantener una conversación como es debido. ?Puedo preguntaros a qué se debe vuestra predisposición contra el baile? A la mayoría de las jóvenes damas les agrada.

—Chissst, tengo que concentrarme. —Hasta ahora iba bastante bien. Yo misma estaba francamente sorprendida. El tour de main salió como la seda, giro a la izquierda, giro a la derecha—. ?Podemos hacerlo otra vez?

—Mantén la barbilla alta, así, exacto. Y mírame. No debes apartar nunca la mirada de mí, por guapo que sea mi vecino.

Se me escapó una sonrisa. ?Y ahora de qué iba la cosa? ?Buscaba un cumplido? Ni hablar, no le daría esa satisfacción. Aunque tenía que reconocer que Gideon bailaba realmente bien. Con él era muy distinto que con Labios de Morcilla; de algún modo todo salía solo. De hecho, poco a poco le iba encontrando el gusto al baile del minué.

Gideon también se dio cuenta.

—Mírame, puedes hacerlo. Mano derecha, hombro derecho, mano izquierda, hombro izquierdo. Muy bien.

Tenía razón. ?Podía hacerlo! De hecho, era un juego de ni?os. Triunfalmente giré en círculo con otro de los hombres invisibles y luego volví a posar mi mano en la de Gideon.

—Y ahora, ?qué, eh? ?Quién decía que tenía la gracia de un molino de viento! —exclamé.

—Una comparación absolutamente inapropiada —me dio la razón Gideon—. Podrías sacarle los colores a cualquier molino.

Solté una risita. Y luego di un brinco.

—Ups. Otra vez Linkin Park.

—Tanto da.

Mientras ?Papercut? me martilleaba en los oídos, Gideon me guió, imperturbable, a través de la última figura y a continuación se inclinó. Casi me dio pena que se hubiera acabado.

Hice una profunda reverencia y me quité los auriculares.

—Aquí los tienes. Gracias por ense?ármelo.

—Pura conveniencia personal —admitió Gideon—. Al fin y al cabo, normalmente soy el tipo que da la nota contigo, ?lo has olvidado?

—No.

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