Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

—Pero te gusto, ?verdad? ?Creo que tendré que hacerme de rogar más a menudo!

—O ser útil —repliqué, y pensé en las palabras de Leslie. ?Xemerius podría ser tu as en la manga.? Tenía razón. ?Quién podía imaginar que tenía un amigo que era capaz de deslizarse a través de las paredes?

—Acelera un poco, ?quieres? —dijo Charlotte. Ella y mister Marley iban unos metros por delante de nosotros, y en ese momento me llamó la atención cuánto se parecían. —Sí, se?orita Rottenmeier —dije.





Meet the time as it seeks us.

(?Encontremos el tiempo como nos busca.?)



The Tragedy of Cymbeline, William Shakespeare





5


Para abreviar: la clase con Charlotte y mister Giordano resultó mucho más horrible aún de lo que había imaginado. El motivo principal fue que trataban de explicármelo todo al mismo tiempo: mientras yo (vestida con un miri?aque a rayas rojo cereza, que encajaba de maravilla con mi blusa color puré de patatas de la escuela) luchaba por dominar los pasos del minué, debía comprender simultáneamente hasta qué punto se distanciaban las posturas de los whigs y las de los tories, cómo se sostenía un abanico y cuál era la diferencia entre ?alteza?, ?serenísima? e ?ilustrísima?. Al cabo de una hora y diecisiete formas diferentes de abrir un abanico, tenía un intenso dolor de cabeza y ya no sabía dónde estaba la derecha y dónde la izquierda. Mi intento de relajar los ánimos con una broma —??No podríamos disfrutar de un serenísimo descanso, ilustrísimas??— tampoco fue bien recibido. ?Eso no tiene gracia, ignorante criatura?, me espetó Giordano con voz engolada.

El Antiguo Refectorio consistía en una gran sala situada en la planta baja con ventanas altas que daban a un patio interior. A excepción de un piano de cola y unas pocas sillas pegadas a la pared, no había ningún mobiliario.

Por eso Xemerius se colgó, como hacía a menudo, cabeza abajo de una ara?a y replegó cuidadosamente sus alas a la espalda.

Mister Giordano se había presentado con las palabras: ?Giordano, Giordano a secas, por favor. Doctor en historia, famoso creador de moda, maestro de reiki, dise?ador de joyas creativo, conocido coreógrafo, adepto de tercer grado y especialista en los siglos XVIII y XIX?.

—Pero ?qué es todo este rollo? —dijo Xemerius—. A este tipo le falta un tornillo.

En silencio, por desgracia, no pude dejar de darle la razón. Mister Giordano, perdón, Giordano a secas, recordaba terriblemente a uno de esos vendedores pasados de vueltas de los canales de televenta, que siempre hablan como si llevaran una pinza en la nariz y se comportan como si en ese preciso momento un caniche les estuviera mordiendo las pantorrillas por debajo de la mesa. Esperaba que en cualquier instante sus (?operados?) labios se deformaran en una sonrisa y dijera: ?Y ahora, queridos telespectadores, pasemos a nuestro modelo Brigitte, una elegante fuente de interior que proporcionará un toque distinguido a su hogar, un peque?o oasis de felicidad por solo veintisiete libras, una verdadera ganga, no lo dejen escapar, yo mismo tengo dos en casa...?.

Pero en lugar de eso dijo (sin sonrisa):

—?Mi querida Charlotte! Hola hola. —Y besó el aire a la derecha y a la izquierda de sus orejas—. Me he enterado de lo ocurrido, ?y me parece incre-í-ble! ?Todos estos a?os de entrenamiento y todo ese talento desperdiciados! Es una desgracia, un escándalo que clama al cielo, y tan injusto... Y esa es ella, ?no? La suplente.

Me examinó de arriba abajo, frunciendo sus carnosos labios. Yo no pude sino mirarle a mi vez, absolutamente fascinada. El tipo llevaba un peculiar peinado complicadísimo que tenía que haber sido fijado con cantidades ingentes de gel y laca para mantenerse firme sobre su cabeza. Unas finas barbas negras cruzaban la mitad inferior de su cara como ríos en un mapa.

Tenía las cejas estaban depiladas y subrayadas con una especie de rotulador negro, y si no me equivocaba, se había empolvado la nariz.

—?Y esto debe adaptarse como un guante a una soirée del a?o 1782 en el tiempo que queda hasta pasado ma?ana por la noche? —inquirió.

Con ?esto? debía de referirse a mí. Con ?soirée? a alguna otra cosa. La pregunta era a qué.

—Oye, oye, Labios de Morcilla te ha ofendido —dijo Xemerius—. Si estás buscando algún insulto que lanzarle a la cabeza, estoy a tu disposición para soplártelo.

La verdad es que Labios de Morcilla tampoco estaba mal.

—Una soirée es una recepción nocturna mortalmente aburrida —continuó Xemerius—. Lo digo por si no lo sabes. La gente se reúne después de la cena, tocan algunas piezas en el pianoforte y tratan de no dormirse.

—?Ah, gracias! —respondí.

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