—?Rojo rubí, con la magia del cuervo dotado, sol mayor cierra el círculo que los doce han formado? —murmuró Lucas.
—?Lo ves?, magia del cuervo y bla bla bla. Por desgracia, en mi caso no aparece por ningún lado. El conde de Saint Germain trató de estrangularme, aunque estaba a unos metros de distancia, y pude oír su voz en mi cabeza, y luego aparecieron esos hombres en Hyde Park, armados con pistolas y espadas, y tuve que clavarle una espada a uno de ellos porque si no habría matado a Gideon, que es un… es un… —Cogí aire, solo para seguir hablando a trompicones—. Es un auténtico cerdo, en realidad, me trata como si fuera una piedra más en su zapato, y esta ma?ana le ha dado un beso a Charlotte, solo en la mejilla, pero tal vez eso signifique algo, en todo caso yo no debería haberle besado nunca sin preguntar antes por eso, de hecho solo lo conozco desde hace un día o dos, pero de repente ha estado tan… tan amable y luego… todo ha ocurrido tan rápido… y todos piensan que yo he revelado a Lucy y a Paul cuándo iríamos a ver lady Tilney porque necesitamos su sangre, y también la de Lucy y la de Paul, pero ellos también necesitan la de Gideon y la mía, porque aún les falta en su cronógrafo. Y nadie me dice qué pasará cuando la sangre de todos nosotros esté registrada en el cronógrafo, y a veces pienso que ni ellos mismos lo saben exactamente. Y tengo que preguntarte por el Caballero Verde, me dijo Lucy.
Lucas había entornado los ojos detrás de las gafas y sin duda se esforzaba desesperadamente en encontrar algún sentido a mi aluvión de palabras.
—No tengo ni idea de qué puede significar eso del Caballero Verde — contestó—. Lo siento, pero es la primera vez que lo oigo. ?No será el título de una película? ?Por qué no se lo preguntas a…? ?Claro, podrías preguntármelo a mí en el a?o 2011?
Le miré espantada.
—Ah, comprendo —dijo Lucas rápidamente—. No puedes preguntármelo porque hará tiempo que habré muerto o me estaré consumiendo, viejo, sordo y ciego, en una residencia de ancianos… No, no, por favor, no quiero saberlo.
Esta vez no pude contener las lágrimas. Durante al menos medio minuto estuve sollozando, porque, por extra?o que suene de repente eché terriblemente de menos a mi abuelo.
—Te quería mucho —dije finalmente.
Lucas me tendió un pa?uelo y me miró con lástima.
—?Estás segura? A mí no me gustan demasiado los ni?os. Encuentro que son una lata en general… Pero tal vez tú fueras un espécimen especialmente simpático. Seguro, vaya.
—Sí, lo era. Pero tú eras simpático con todos los ni?os. —Me soné ruidosamente—. Incluso con Charlotte.
Guardamos silencio, y al cabo de un rato Lucas se sacó un reloj del bolsillo y dijo:
—?Cuánto tiempo tenemos todavía?
—Me han enviado aquí dos horas exactamente.
—No es que sea mucho. Ya hemos perdido demasiado tiempo. —Se levantó —. Voy a buscar lápiz y papel y trataremos de poner un poco de orden en este caos. Será mejor que no te muevas de donde estás.
Me limité a asentir en silencio. Cuando Lucas desapareció, me quedé mirando al vacío con la cara apoyada en las manos. Mi abuelo tenía razón: en ese momento lo importante era mantener la mente clara.
?Quién sabía cuándo volvería a encontrarme con él? ?Sobre qué cosas que iban a ocurrir debía informarle, y sobre cuáles no? En sentido inverso, traté desesperadamente de decidir qué información útil podía proporcionarme él.
En el fondo, era mi único aliado. Solo que en la época equivocada. ?Sobre cuáles de los muchos oscuros enigmas que me rodeaban podía arrojar, desde allí, un poco de luz?
Lucas estuvo mucho tiempo fuera, y a medida que pasaban los minutos empecé a dudar cada vez más. Posiblemente había mentido y volvería enseguida con Lucy y Paul y un gran cuchillo para extraerme sangre. Al final me puse tan nerviosa que me levanté y busqué algo que pudiera utilizar como arma. En un rincón había una tabla con un clavo oxidado, pero cuando la levanté, se desmenuzó entre mis dedos. Justo en ese momento la puerta volvió a abrirse y mi joven abuelo apareció con un bloc bajo el brazo y un plátano en la mano.
Respiré aliviada.
—Esto para el hambre. —Lucas me lanzó el plátano, cogió una tercera silla de la pila, la colocó entre nosotros y dejó el bloc encima—. Siento haber tardado tanto, pero ese condenado Kenneth de Villiers se ha puesto a husmear a mi alrededor. No puedo soportar a esos De Villiers, siempre tienen que meter sus largas y curiosas narices en todas partes, quieren controlarlo y decidirlo todo, ?y siempre saben más que tú!
—Exacto —murmuré.
Lucas me hizo un gesto con la mano.
—Bien, adelante, nieta. Tú eres el Rubí, el duodécimo en el Círculo. El Diamante de la familia De Villiers nació dos a?os antes que tú. De modo que en tú época tendrá más o menos diecinueve a?os. ?Cómo has dicho que se llamada?
—Gideon —dije, y solo con pronunciar su nombre me sentí que me sofocaba —. Gideon de Villiers.