Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

Gideon me cogió del brazo y me arrastró escalones abajo hacia la calle. No había ni rastro de nuestro coche.

—?Eso no es cierto! Y el conde también lo sabe.

Aunque Gideon seguía apuntando a la cabeza de Lucy, ahora su mirada se dirigía a las ventanas del primer piso. Seguramente allí estaba el tal Frank con su pistola. Pero de momento aún nos encontrábamos bajo la protección del saledizo. —Espera —le dije a Gideon.

Miré a Lucy, En sus grandes ojos azules había lágrimas, y por alguna razón me resultó difícil no creerla.

—?Por qué estás tan seguro de que no dicen la verdad, Gideon?

—pregunté en voz baja.

Me miró un momento irritado antes de pesta?ear de incredulidad.

—Estoy totalmente seguro de que mienten —dijo en un susurro.

—Pues no suena como si lo estuvieras —replicó Lucy con un tono de dulzura en su voz—. Puedes confiar en nosotros.

?Realmente podíamos hacerlo? ?Cómo habían podido entonces realizar lo imposible y esperar allí nuestra llegada? Vi la sombra por el rabillo del ojo.

—?Cuidado! —grité al distinguir a Millhouse, que ya estaba muy cerca.

Gideon giró sobre sí mismo en el último momento, cuando el mayordomo ya se disponía a dar el golpe de gracia.

—?Millhouse, no!

Era la voz de Paul desde la escalera.

—?Corre! —gritó Gideon, y en una fracción de segundo tomé mi propia decisión.

Salí corriendo tan rápido como me lo permitieron los botines. A cada paso que daba temía oír el sonido de un disparo.

—Habla con tu abuelo —gritó Lucy a mi espalda—. ?Pregúntale por el Caballero Verde!

???

Gideon no me alcanzó hasta la siguiente esquina.

—Gracias —susurró jadeando, y volvió a guardarse la pistola—. Si la hubiera perdido, nos hubiéramos visto en un apuro. Sigamos por aquí.

Miré a mi alrededor.

—?Nos persiguen?

—No lo creo—repuso Gideon—. Pero, por si acaso, será mejor que corramos.

—?De dónde ha salido el tal Millhouse tan de repente? Todo, el rato he estado vigilando la escalera.

—Seguramente hay otra escalera en la casa. No había pensado en esa posibilidad.

—?Y dónde se ha metido el Vigilante con la calesa? Se suponía que tenía que esperarnos.

—?Qué sé yo!

Gideon estaba sin aliento. La gente que caminaba por la acera y nos miraba extra?ada al vernos pasar corriendo, pero ya me había acostumbrado.

—?Quién es el Caballero Verde?

—No tengo ni idea —contestó Gideon.

Empezaba a tener flato. No podría aguantar este ritmo mucho tiempo más. Gideon dobló por una estrecha calle lateral y finalmente se detuvo ante el portal de una iglesia.

?Holy Trinity?, leí en un cartel.

—?A qué hemos venido aquí? —dije jadeando.

—A confesarnos —respondió Gideon.

Miró a su alrededor antes de abrir la pesada puerta, y luego me empujó al interior en penumbra y volvió a cerrar detrás de nosotros.

A nuestro alrededor todo era paz, olor a incienso y la solemne sensación de recogimiento que te envuelve en cuanto cruzas el umbral de una iglesia.

Era una bonita iglesia, con ventanas con vidrieras de colores, paredes de arenisca claras y soportes en los que titilaban las llamas de las velitas que representaban una oración o un buen deseo.

Gideon me guió por la nave lateral hasta un viejo confesionario, corrió la cortina a un lado y se?aló el interior de la peque?a cabina.

—?No lo dirás en serio? —susurré.

—Pues sí. Yo me sentaré en el otro lado y esperaremos hasta que volvamos a saltar.

Perpleja, me dejé caer en el asiento, y Gideon cerró la cortina ante mis narices. Un instante después se abrió la ventanilla enrejada que daba al asiento vecino.

—?Estas cómoda?

Poco a poco había ido recuperando la respiración y mis ojos se habían habituado a la penumbra. Gideon me miraba desde el otro lado con seriedad afectada.

—Y ahora, hermana, agradezcamos al Se?or la protección que nos ofrece en su casa.

Le miré fijamente. ?Cómo podía estar tan relajado, casi eufórico, cuando hacía solo un instante había estado sometido a una gran tensión? ?Por Dios, había apuntado a la cabeza de mi prima con una pistola! Era imposible que aquello le hubiera dejado impasible.

—?Cómo puedes bromear después de lo que ha pasado?

De pronto adoptó un aire cohibido, y se encogió de hombros.

—?Se te ocurre algo mejor?

—?Sí! ?Por ejemplo podríamos tratar de analizar lo que acaba de pasar! ?Por qué dicen Lucy y Paul que alguien te ha lavado el cerebro?

—?Y cómo quieres que lo sepa? —Se pasó la mano por los cabellos, y vi que le temblaba un poco. No estaba tan tranquilo como aparentaba—. Quieren hacerte dudar. Y a mí también.