Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—?Oh, Dios mío, la está tocando! —exclamó Cynthia—. ?Le está cogiendo la mano!

La sonrisa de Charlotte podía verse perfectamente desde donde estábamos. Charlotte no sonreía a menudo (si no se cuenta su forzada sonrisa de Mona Lisa), pero, cuando lo hacía, estaba encantadora, incluso le salía un hoyuelo. Gideon también debía de verlo, y seguro que en ese momento la encontraba cualquier cosa menos vulgar.

—?Le está acariciando las mejillas!

Oh, Dios mío, ?Era cierto! La punzada que sentí al verlo era imposible de ignorar.

—?Y ahora la está besando!

Todos contuvimos la respiración. Realmente parecía que Gideon fuera a besar a Charlotte.

—... en la mejilla —dijo Cynthia aliviada—. Debe de ser su primo. Gwenny. Por favor, dinos que es su primo.

—No —repuse—. No son parientes.

—Y tampoco es marica —se?aló Leslie.

—?Qué te apuestas a que sí? ?Es que no has visto el anillo que lleva?

Con el rostro radiante, Charlotte dirigió una última mirada a Gideon y se alejó con pasos saltarines. Estaba claro que su mal humor había desaparecido.

Gideon se volvió hacia nosotros, y en ese momento fui muy consciente de la imagen que debíamos de ofrecer: cuatro chicas y Gordon mirando con la boca abierta y riendo entre dientes en la escalera.

?Conozco a muchas chicas corno tú.?





Aquí estaba la confirmación. Fabuloso.

—?Gwendolyn! —gritó Gideon—. ?Por fin estás aquí!

Cynthia, Sarah y Gordon contuvieron la respiración al mismo tiempo. Y para ser sinceros, yo también. Solo Leslie mantuvo la calma.

—Espabila. Tu limusina espera —dijo dándome un empujoncito.

Mientras bajaba por la escalera, podía sentir las miradas de los otros en mi espalda. Seguramente, todos tenían la boca bien abierta, o por lo menos Gordon.

—Hey —saludé cuando llegué junto a Gideon.

En ese momento no me salió nada más. A la luz del sol, el verde de sus ojos brillaba más de lo habitual.

—Hey, —Me miró detenidamente—. ?Has crecido durante la noche?

—No. —Me ajusté la chaqueta sobre el pecho—. El uniforme ha encogido.

Gideon sonrió. Luego miró por encima de mi hombro. —?Esas de ahí arriba son tus amigas? Creo que una está a punto de desmayarse.

Oh, Dios mío.

—Es Cynthia Dale —dije sin girarme—. Padece de un exceso de estrógenos en sangre. Si te interesa, estaré encantada de presentártela.

La sonrisa de Gideon se acentuó.

—Tal vez me lo plantee más adelante. ?Ahora vamos! Hoy tenemos mucho que hacer.

Me cogió del brazo (en la escalera resonaron unas risitas) y me llevó hacia la limusina.

—Solo tengo que hacer los deberes. En el a?o 1956.

—Ha habido un cambio de planes. —Gideon me abrió la puerta del coche. (Chillidos al unísono en la escalera.)—. Iremos a visitar a tu tatarabuela. Ha pedido expresamente verte.

Me puso la mano en la espalda para empujarme dentro, (Nuevos chillidos en la escalera.) Me dejé caer en el asiento trasero, cuando vi frente a mí una familiar figura rolliza, —Hola, mister Gcorge.

—Gwendolyn, mi valiente muchacha, ?qué tal te encuentras hoy?

El rostro de mister George estaba resplandeciente, igual que su calva.

Gideon se sentó a su lado.

—Hummm... bien, gracias.

Me puse colorada solo de imaginarme el penoso papel que hice la noche anterior. Menos mal que Gideon no hizo ningún comentario sarcástico y se comportó como si no hubiera sucedido nada.

—?Qué pasa con mi tatarabuela? —pregunté rápidamente—. No lo he entendido muy bien.

—Sí, nosotros tampoco hemos acabado de entenderlo —suspiró Gideon.

La limusina se puso en movimiento, y resistí la tentación de mirar a mis amigos por la ventanilla trasera.

—Margret Tilney, nacida Grand, era la abuela de tu abuela Arista y la última viajera del tiempo antes de Lucy y tú. Después de su segundo salto en 1894, los Vigilantes pudieron registrarla sin problemas en el primer cronógrafo, el original. Durante el resto de su vida (murió en 1944), elapsó regularmente con ayuda del cronógrafo, y Los Anales la describen como una persona afable y cooperativa, —Mister George se frotó nerviosamente la calva con la mano—. Durante los bombardeos de Londres en la Segunda Guerra Mundial, un grupo de Vigilantes se retiró al campo con ella y el cronógrafo. Allí murió, a los sesenta y siete a?os de edad, a consecuencia de una pulmonía.

—Qué... hummm... triste.

La verdad era que no veía para qué podían servirme aquellas informaciones.

—Como ya sabes, Gideon ya ha visitado a siete miembros del Círculo de los Doce en el pasado y les ha extraído sangre para el segundo cronógrafo, el nuevo. En realidad, a seis, si los gemelos se cuentan como uno solo. De modo que con tu sangre y la suya solamente nos faltan cuatro del Círculo: ópalo, Jack, Zafiro y Turmalina negra.

—Elaine Burghley, Margret Tilney. Lucy Montrose y Paul de Villiers —completó Gideon—. Estos cuatro aún deben ser visitados en el pasado y se les debe extraer sangre.