—Creo que allí también tienen un primer ministro. Ningún rey, por lo que sé, ni siquiera con funciones representativas. Con la revolución, sencillamente abolieron la nobleza y al rey al mismo tiempo. A la pobre María Antonieta le cortaron la cabeza. ?No es terrible?
—Oh, sí —rió el lord—. La verdad es que los franceses son una gente terrible. Por eso los ingleses nos llevamos tan mal con ellos. Dime algo más: ?con quién estamos en guerra en el siglo XXI?
—?Con nadie? —contesté un poco insegura—. En todo caso, no realmente. Solo intervenimos un poco aquí y allá de vez en cuando, en Oriente Próximo y países vecinos. Pero, para ser sincera, no tengo ni idea de política. Será mejor que me pregunten sobre…. Neveras, por ejemplo. Naturalmente, no sobre cómo funcionan, que no lo sé. Solo sé que funcionan. En todas las casa de Londres hay una nevera, y en ellas puede conservarse queso, leche y carne durante días.
No parecía que lord Brompton tuviera especial interés por las neveras. Rakoczy se desperezó como un gato en su silla. Confiaba en que no se le ocurriera levantarse.
—También pueden preguntarme por los teléfonos —dije rápidamente—, aunque tampoco puedo explicar como funcionan.
De todos modos, me daba la impresión de que lord Brompton tampoco hubiera entendido nada. Para ser sincera, no creía que valiera la pena explicarle siquiera el funcionamiento de la bombilla. Busqué alguna otra cosa que pudiera interesarle.
—Y por… hummm… también hay un túnel entre Dover y Calais, que pasa bajo el canal.
A lord Brompton aquello le pareció terriblemente cómico, y empezó a reír y a darse palmadas en sus enormes muslos.
—?Delicioso, realmente delicioso!
Ya empezaba a relajarme un poco cuando Rakoczy intervino por primera vez en la conversación y preguntó en un inglés con un marcado acento:
—?Y qué me decís de Transilvania?
—?Transilvania?
?El país del conde Drácula? ?Lo decía en serio? Evité mirar sus ojos negros. ?Tal vez fuera él el conde Drácula! En todo caso, el tono de la piel coincidía.
—Mi patria en los hermosos Cárpatos. El principado de Transilvania. ?Qué pasa en Transilvania en el siglo XXI? —Tenía una voz un poco rasposa, en la que se percibía un matiz de nostalgia—. ?Y qué hace el pueblo de los kurucz?
?El pueblo de los qué? ?Los Kurucz? No lo había oído en mi vida.
—Bien, pues… en Transilvania, en realidad, todo está bastante tranquilo en nuestra época —dije prudentemente.
La verdad es que ni siquiera sabía dónde estaba. Solo conocía los Cárpatos por una frase hecha. Cuando Leslie hablaba de su tío Leo de Yorkshire, acostumbrada a decir ?Vive en algún lugar perdido en los Cárpatos?, y para Lady Arista, cualquier cosa que estuviera más allá de Chelsea era ?Los Cárpatos?, aunque, por lo visto, los Cárpatos estaban habitados en realidad por los Kurucz.
—?Quién gobierna Transilvania en el siglo XXI? —preguntó Rakoczy, que se había puesto en tensión, como si fuera a saltar como un resorte de la silla en caso de que mi respuesta no le complaciera.
Hummm… Buena pregunta. ?Formaba parte de Bulgaria? ?De Rumanía? ?O de Hungría?
—No lo sé —dije con franqueza—. Está tan lejos… Le preguntaré a mistress Counter. Es nuestra profesora de geografía.
Rakoczy parecía decepcionado. Tal vez hubiera hecho mejor mintiéndole. ?Transilvania está gobernada por el príncipe Drácula desde hace ya doscientos a?os. Es una reserva natural para algunas especies de murciélagos en peligro de extinción. Los kurucz son las personas más felices de Europa.? Quizá aquello le habría gustado más.
—?Y cómo están las cosas en las colonia en el siglo XXI? —preguntó lord Brompton.
Para mi gran alivio, observé que Rakoczy se había inclinado de nuevo hacia atrás en su silla y que no se convertía en polvo cuando el sol asomó entre las nubes e inundó de luz la habitación.
Durante un rato charlamos casi relajadamente sobre América y Jamaica y sobre algunas islas de las que, para mi vergüenza, nunca había oído hablar. Lord Brompton se mostró consternado al saber que ahora todas se gobernaban por sí mismas. (Aunque yo tampoco tenía del todo claro de dónde había sacado eso.) Naturalmente, lord Brompton no creía ni una palabra de lo que le decía, y de vez en cuando estallaba a carcajadas. Rakoczy, por su parte, había dejado de participar en la conversación y se limitaba a contemplar alternativamente sus largas u?as, que parecían garras, y el tapizado de las paredes, aunque de vez en cuando también me lanzaba alguna mirada.
—Francamente, me parece deprimente que seas solo una actriz —suspiró lord Brompton—. Es una lástima, porque me encantaría creerte.
—Claro —dije yo comprensivamente—, es natural. En su lugar, yo tampoco creería nada. Por desgracia, no hay pruebas…. ?Oh, espere un momento!
Me metí la mano en el escote y saqué el móvil.
—?Qué es? ?Una cigarrera?
—?No! —Abrí el móvil, que lanzó un pitido porque lógicamente no encontraba ninguna red—. Esto es un…bueno, es igual. Con este objeto puedo grabar imágenes.