—Al menos es sincero.
—La alquimia necesita del mecenazgo. —El conde se volvió bruscamente hacia Rakoczy—. Creo que deberemos presentar al buen lord algunas de nuestras ?demostraciones>?, Miro. Es de esos hombres que solo creen lo que ven. Pero primero tengo que tener unas palabras a solas con mi nieto y redactar una carta al gran maestre de mi logia en el futuro.
—Puede utilizar el gabinete de escritura de aquí al lado —dijo el lord, se?alando una puerta que tenía a su espalda—. Espero con ansia su demostración.
—Ven hijo mío. —El conde cogió a Gideon del brazo—. Hay algunas cosas que aún debo preguntarte y otras que debería saber.
—No nos queda mucho tiempo —observó Gideon echando una ojeada al reloj del bolsillo que llevaba sujeto a la chaqueta con una cadena de oro—. Dentro de media hora, como mucho, tenemos que volver a Temple.
—Será suficiente —repuso el conde—. Escribo rápido y puedo hacer las dos cosas al mismo tiempo: hablar y escribir.
Gideon rió brevemente. Al parecer, encontraba al conde realmente divertido y, por lo visto, se había olvidado de que yo seguía allí.
Carraspeé. Cuando ya iba a cruzar la puerta, se volvió hacía mí y enarcó una ceja.
Respondí a sus se?as también sin abrir los labios, porque difícilmente hubiera podido decir en voz alta ?Por favor, no me dejes sola con esos bichos raros?.
Gideon dudó un momento.
—Solo sería un estorbo —observó el conde.
—Espérame aquí —dijo Gideon con inusitada delicadeza.
—Lord Brompton y Miro le harán compa?ía mientras tanto —aseguró el conde—. Pueden aprovechar para interrogarla un poco sobre el pasado. Es una oportunidad única. La muchacha viene del siglo XXI; pregúntenle por los carruajes automáticos que corren a toda velocidad bajo el suelo de Londres. O por los aparatos voladores plateados que se elevan en el aire rugiendo como mil leones y pueden cruzar el mar a muchos kilómetros de altura.
Lord Brompton se rió tanto que ahora temí en serio por su silla. Todos y cada uno de sus imponentes pliegues de grasa se agitaban convulsivamente.
—?Y nada más?
De ninguna manera quería quedarme aquí sola con él y con Rakoczy, pero Gideon se limitó a sonreír a pesar de la miradas suplicantes que le lanzaba.
—Volveré enseguida —dijo.
De los Anales de los vigilantes
12 de junio de 1948
Turmalina negra, Paul de Villiers, llegó hoy, como estaba previsto, del a?o 1992 para elapsar en la Sala de documentos; pero esta vez iba acompa?ado por una muchacha pelirroja que afirmaba llamarse Lucy Montrose y ser la nieta de nuestro adepto Lucas Montrose. La susodicha guardaba, en todos los sentidos, un fatal parecido con Arista Bishop (línea Jade, número de observación 4).
Ambos fueron conducidos al despacho de Lucas. Ahora todos estamos convencidos de que Lucas hará probablemente una propuesta a Arista, y no a CLaudine Seymore, como esperábamos.
(Aunque, todo hay que decirlo, Arista tiene mejores piernas y un trasero realmente bonito.) Antes de que uno tenga hijos.
Informe: Kenneth de Villiers, círculo interior
12
Cuando la puerta se cerró detrás de Gideon y el conde, instintivamente di un paso atrás.
—Puedes sentarte tranquilamente —dijo el lord, se?alando una de las delicadas sillas.
Rakoczy hizo una mueca. ?Se suponía que era una sonrisa? Si lo era, le convenía volver a ensayarla ante el espejo.
—No, gracias. Prefiero seguir de pie.
Retrocedí un paso más hasta tropezar casi con un angelote desnudo que estaba colocado sobre una peana junto a la puerta. Cuanto mayor fuera la distancia entre mi persona y los ojos negros, más segura me sentiría.
—Dime, ?realmente pretendes que creamos que procedes del siglo XXI?
Asentí.
Lord Brompton se frotó los brazos.
—Muy bien; entonces veamos: ?qué rey gobierna Inglaterra en el siglo XXI?
—Tenemos un primer ministro que gobierna el país —dije titubeando un poco—. La reina se ocupa de tareas representativas.
—?La reina?
—Isabel II. Es muy simpática. Incluso asistió a nuestra fiesta escolar multinacional del a?o pasado. Cantamos el himno nacional en siete lenguas distintas y Gordon Gelderman consiguió que le firmara un autógrafo en su libro de inglés, que luego subastó en e-Bay por ochenta libras. Hummm…. Pero eso, naturalmente, no les dirá nada. En todo caso, tenemos un primer ministro y un gabinete con diputados que son elegidos por el pueblo.
Lord Brompton sonrió aprobatoriamente.
—Una idea divertida, ?no le parece Rakoczy? El conde tiene unas ocurrencias realmente chistosas. ?Y cómo van las cosas en Francia en el siglo XXI?