—?Llevaré una peluca?
—No —dijo madame Rossini—. Eres una jovencita y será a pleno día. Bastará con que te crepes bien el pelo y lleves un sombrero. (Casi se atraganta al decir sombgego.) No hace falta que hagamos nada con tu piel, es puro alabastro. Y esa bonita peca en forma de media luna en la sien puede pasar perfectamente por un lunar pintado. Très chic.
Madame Rossini me colocó unos rulos calientes en el pelo, y a continuación fijó hábilmente en la coronilla la parte delantera con horquillas y dejó que el resto de mi cabello cayera en amplios rizos sobre los hombros. Me miré en el espejo y me quedé maravillada de mi aspecto.
Recordé el baile de disfraces del último a?o que había organizado Cynthia. A falta de una idea mejor, había ido disfrazada de parada de autobús, y al final había tenido que hacer un gran esfuerzo para no empezar a repartir golpes con el cartel porque todo el mundo me preguntaba por el recorrido.
?Ah, si entonces hubiera conocido a madame Rossini! ?Hubiera sido la estrella de la fiesta!
Encantada, giré una vez más sobre mí misma frente al espejo, pero la alegría se acabó cuando madame Rossini volvió a colocarse a mi espalda y me puso el sombgego. Era un enorme armatoste de paja con plumas y cintas azules que, en mi opinión, estropeaba todo él conjunto. Traté de convencerla de que prescindiera de él, pero se mostró inflexible.
—?Sin sombrero? ?No, sería totalmente impropio! ?Esto no es ningún concurso de belleza, ma chérie! Lo que importa aquí es la autenticidad.
Busqué mi móvil en la chaqueta del uniforme.
—?Puedo al menos hacerme una foto sin sombrero?
Madame Rossini se echó a reír.
—?Bien s?r, querida!
Me coloqué en pose y madame Rossini me hizo al menos treinta fotografías desde todos los ángulos, algunas con sombrero. Por fin Leslie tendría algo con lo que reír un rato.
—Muy bien. Y ahora iré arriba a informar de que ya estás lista para el viaje. ?Espera aquí y no manosees más el sombrero! Está perfecto.
—Sí, madame Rossini —repuse muy modosa, y, apenas hubo salido de la habitación, tecleé a toda prisa el número de móvil de Leslie y le envié por SMS una de las fotos con sombrero.
Llamó catorce segundos más tarde. Gracias a Dios, en la habitación de costura de madame Rossini había muy buena cobertura.
—Estoy sentada en el autobús —me chilló en la oreja—, pero ya he sacado la libreta de apuntes. ?Aunque tendrías que hablar bien alto, porque a mi lado tengo a dos indios duros de oído charlando, y por desgracias no en el lenguaje de los sordomudos!
Le solté de corrido todo lo que había pasado y traté de explicarle a toda prisa dónde estaba y lo que había dicho mamá. Aunque mezclaba continuamente unas cosas con otras, parecía que Leslie podía seguirme, porque de vez en cuando decía ?!Alucinante!? o ?!Sobre todo, ve con cuidado!?. Cuando le hablé de Gideon (quiso que lo describiera con todo detalle), dijo:
—Tampoco es que me parezcan tan terribles los cabellos largos. En realidad, pueden quedar de lo más sexies. Recuerda Destino de caballero. Pero fíjate bien en las orejas.
—De todos modos, no importa. Es un presumido y un creído. Además, está enamorado de Charlotte. ?Has apuntado ?piedra filosofal??
—Sí. Lo he anotado todo. En cuanto llegue a casa, correré a conectarme a internet. El conde de Saint Germain. ?Por qué me suena tanto ese nombre? ?Puede ser que lo conozca de una película? No, ese era el conde de Montecristo.
—?Y qué pasará si de verdad puede leer los pensamientos?
—Entonces no tienes nada más que pensar en algo inocente. O, sencillamente, cuentas desde mil hacía atrás. Pero de ocho en ocho. Así es imposible pensar en nada más.
—Pueden venir en cualquier momento. Si les oigo, colgaré directamente. Ah, se me olvidaba, mira si puedes encontrar algo sobre un ni?o llamado Robert White, que se ahogó hace dieciocho a?os en una piscina.
—Anotado —dijo Leslie—. De verdad que todo es alucinante. Hubiéramos tenido que conseguirte una navaja automática o un spray de pimienta… Oye, ?por qué no te llevas al menos el móvil?
Caminé a pasitos cortos hasta la puerta embutida en mi vestido, y asomé la cabeza con cuidado.
—?Al pasado? ?Crees que podré llamarte desde allí?
—?Vaya, tienes razón! Pero puedes hacer fotos que nos ayuden.
Ah, y me encantaría tener una de ese tal Gideon. Si es posible, con orejas. Es increíble lo que las orejas pueden decir de una persona. Sobre todo, los lóbulos.
Oí unos pasos y cerré la puerta sin hacer ruido.
—Tengo que cortar. Hasta luego.