—?Qué hiciste para que todos estén tan enfadados contigo?
—Ayudé a huir a Lucy y a Paul —respondió mamá, no sin antes echar una ojeada a su alrededor para asegurarse de que nadie nos espiaba—. Durante un tiempo se escondieron en nuestra casa de Durham. Pero, naturalmente, ellos acabaron por descubrirlos y Lucy y Paul tuvieron que irse.
Pensé en todo lo que me había explicado a lo largo del día, y de pronto comprendí dónde estaba mi prima.
La oveja negra de la familia no vivía en el Amazonas con alguna tribu indígena ni se había escondido en un convento de monjas en Irlanda, como siempre habíamos imaginado Leslie y yo de ni?as.
No, Lucy y Paul estaban en un sitio muy distinto.
—Desaparecieron con el cronógrafo en el pasado, ?verdad?
Mi madre asintió.
—No fue una decisión fácil para ellos, pero al final no tuvieron otra elección.
—?Por qué no fue fácil?
—No se puede alejar el cronógrafo de su época. Quien se lleva el cronógrafo al pasado, no puede viajar de vuelta y debe permanecer allí para siempre.
Tragué saliva.
—?Qué motivo puede haber para hacer algo así? —pregunté en voz baja.
—Lucy y Paul comprendieron que en el presente no había ningún escondite seguro para ellos y el cronógrafo. Los Vigilantes les hubieran localizado tarde o temprano dondequiera que hubieran tratado de huir.
—?Y por qué lo robaron, mamá?
—Querían evitar que… el Círculo de Sangre se cerrara.
—?Y qué pasa si el Círculo de Sangre se cierra?
Madre mía, ya empezaba a parecer uno de ellos. ?Círculo de Sangre.? A ese paso, pronto empezaría a hablar en verso.
—Escucha, cari?o, no tenemos mucho tiempo. Aunque ahora afirmen lo contrario, sé que ellos tratarán de hacerte participar en lo que llaman su misión. Te necesitan para cerrar el Círculo y hacer que se revele el Secreto.
—?Qué es el secreto, mamá?
Tenía la impresión de que ya había hecho esta pregunta mil veces, e interiormente casi la grité.
—Sé tan poco como los demás. Solo puedo hacer suposiciones. Sé que es muy potente y que otorga un gran poder al que sabe utilizarlo, pero también sé que el poder en manos de las personas equivocadas es muy peligroso. Por esa razón, Lucy y Paul opinaban que era mejor que el Secreto permaneciera oculto y, para conseguirlo, hicieron grandes sacrificios.
—Eso ya lo he entendido. Lo que no he entendido es por qué.
—Aunque a algunos de los hombres de ahí dentro posiblemente solo les impulse la curiosidad científica, las intenciones de muchos otros no son en absoluto nobles. Sé que no se detienen ante nada para conseguir sus objetivos. No puedes fiarte de ninguno de ellos. De ninguno, Gwendolyn.
Suspiré al comprender que nada de lo que me había dicho tenía ninguna utilidad.
Desde el jardín oímos un ruido de motor y un coche se detuvo ante el portal, aunque en realidad allí estaba prohibida la circulación.
—?Ya es hora de irnos, Grace! —gritó lady Arista desde fuera.
Mamá se levantó.
—?Creo que hoy nos espera una noche de lo más divertida! Seguro que la mirada helada de la tía Glenda congelará la comida.
—?Por qué la comadrona se ha ido de viaje precisamente hoy? ?Y por qué no me tuviste en un hospital?
—Deberían dejar en paz a esa pobre mujer —repuso mamá.
—?Grace! ?Vámonos de una vez!
Lady Arista golpeó la reja de hierro con la punta de su paraguas.
—Me parece que te estás ganando una buena rega?ina —dijo.
—Me rompe el corazón tener que dejarte aquí sola.
—Podría irme contigo a casa y ya está —repuse, a sabiendas de que no me apetecía nada hacerlo. Falk de Villiers tenía razón: ahora formaba parte de ?ese asunto?, y extra?amente eso me gustaba.
—No, no puedes —explicó mamá—. En los saltos incontrolados en el tiempo podrías resultar herida o incluso muerta. Aquí, al menos en este sentido, estás segura. —Me abrazó—. No olvides lo que te he dicho. No te fíes de nadie. Ni siquiera de tus sensaciones. Y ve con cuidado con el conde Saint Germain. Se dice que tiene la facultad de penetrar en la mente de sus interlocutores. Puede leer tus pensamientos, y, lo que es peor todavía, controlar tu voluntad si se lo permites.
Me apreté tan fuerte como pude contra ella.
—Te quiero, mamá.
Por encima de su hombro pude ver que en ese momento mister De Villiers se encontraba ante la puerta.
Cuando mamá se dio la vuelta, también le vio.
—?Sobre todo, debes ir con mucho cuidado con ese! —susurró en voz baja—. Se ha convertido en un hombre peligroso.
Me pareció notar un matiz de admiración en su voz y, siguiendo un impulso repentino, le pregunté: —?Tuviste algo con él alguna vez, mamá?
No hizo falta que me contestara; por la cara que puso, supe que había dado en el blanco.
—Yo tenía diecisiete a?os y era fácil de impresionar —dijo.
—Lo comprendo —repliqué sonriendo maliciosamente—. Tiene unos ojos realmente increíbles.