Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—Aún no estás preparada.

—?Por qué no estoy preparada? ?Por qué no puedo ver a ese conde? ?Qué tiene de peligroso? Dímelo, mamá.

—Sí, díselo, Grace —instó mister De Villiers—. Gwendolyn está harta de tanto secretismo, lo cual es aún más mortificante si procede de su propia madre, pienso yo.

Mamá calló.

—Ya vez lo difícil que es arrancarnos informaciones realmente útiles —dijo mister De Villiers, mirándome muy serio con sus ojos ambarinos.

Mi madre seguía callada.

Me vinieron ganas de sacudirla por los hombros. Falk de Villiers tenía razón: sus insinuaciones no me ayudaban en nada.

—Entonces tendré que descubrirlo por mí misma —afirmé—. Quiero conocerle.

No sé qué me había pasado de repente, pero de pronto dejé de sentirme como una ni?a de cinco a?os que solo quiere correr a casa para esconderse debajo de la cama.

Gideon lanzó un gemido.

—Grace, ya lo has oído —advirtió mister De Villiers—. Creo que deberías dejar que te acompa?aran de vuelta a Mayfair y tomarte un tranquilizante. Llevaremos a Gwendolyn a casa cuando… hayamos acabado.

—No la dejaré sola —susurró mamá.

—Caroline y Nick pronto volverán de la escuela, mamá. No te preocupes, puedes marcharte. Yo puedo cuidar de mí misma.

—No, no puedes —volvió a susurrar mamá.

—Te acompa?aré, Grace —dijo lady Arista en un tono sorprendentemente afable—. Me he pasado dos días seguidos aquí y tengo dolor de cabeza. Las cosas han dado un giro inesperado. Pero ahora… ya no está en nuestras manos.

—Muy juicioso —repuso el doctor White.

Mamá parecía a punto de romper a llorar.

—Muy bien —convino—, me iré. Confío en que se haga todo lo necesario para que Gwendolyn no corra ningún peligro.

—Y ma?ana pueda acudir puntualmente a la escuela —observó lady Arista—. No debería perderse muchas clases. Ella no es Charlotte.

La miré atónita. La verdad es que me había olvidado por completo de la escuela.

—?Dónde están mi sombrero y mi abrigo? —preguntó lady Arista.

Entre los hombres que estaban en la habitación se produjo una especie de suspiro de alivio que no podía oírse pero sí palparse.

—Mistress Jenkins se ocupará de todo, lady Arista —repuso mister De Villiers.

—Vamos, hija —dijo lady Arista a mamá.

Mamá vaciló.

—Grace. —Falk de Villiers le cogió la mano y se la llevó a los labios—. Ha sido un gran placer volver a verte después de tantos a?os.

—Tampoco han sido tantos —repuso mamá.

—Diecisiete.

—Dieciséis —replicó mamá, como si estuviera un poco ofendida—. También nos vimos en el entierro de mi padre. Pero seguramente lo habrás olvidado.

Volvió la cabeza para dirigirse a mister George.

—?Cuidará de ella?

—Mistress Shepherd, le prometo que Gwendolyn estará segura con nosotros —repuso mister George—. Confíe en mí.

—No me queda otro remedio. —Mamá retiró la mano a mister De Villiers y se colgó el bolso al hombro—. ?Puedo hablar un momento a solas con mi hija?

—Naturalmente —repuso Falk de Villiers—. Si quieres, aquí al lado no te molestará nadie.

—Me gustaría salir afuera con ella —objetó mamá.

Mister De Villiers enarcó una ceja.

—?Tienes miedo de que te espiemos a través de una mirilla oculta en un retrato? —preguntó entre risas.

—No, simplemente necesito un poco de aire fresco —respondió mamá.

???

A esa hora del día, el jardín estaba cerrado al público. Unos cuantos turistas—reconocibles por las voluminosas cámaras fotográficas que llevaban colgadas al cuello—contemplaron con envidia cómo mamá abría una de las puertas, un afiligranado portal de hierro de dos metros de altura, y volvía a cerrarla tras de nosotras.

Me quedé fascinada por la exuberancia de los macizos de flores, el verde intenso del césped y la fragancia del aire.

—Ha sido una buena idea venir aquí —dije—. Empezaba a sentirme como un topo ahí dentro.

Con gran anhelo dirigí la cara hacia el sol, que para encontrarnos a principios de abril era sorprendentemente cálido.

Mamá se sentó en un banco de teca y se frotó la frente con la mano, en un gesto muy parecido al que antes había hecho lady Arista, solo que mamá no parecía viejísima.

—Esto es una auténtica pesadilla —me espetó.

Me dejé caer junto a ella en el banco.

—Sí. Realmente cuesta hacerse a la idea de cómo han cambiado las cosas. Ayer por la ma?ana todo era como siempre, hasta que de repente… Tengo que asimilar tantas cosas de golpe, miles de peque?as informaciones que no acaban de encajar una con otras, que tengo la sensación de que me va a estallar la cabeza.

—Lo siento muchísimo —dijo mamá. Me hubiera gustado tanto poder ahorrarte todo esto…