Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—Hummm… Aún no lo hemos dado—dije.

—En fin, está bien claro —a?adió Gideon dirigiéndose a los demás—. No sabe nada de historia. Ni siquiera sabe expresarse adecuadamente. Dondequiera que saltemos, llamará la atención más que un perro verde. Además, no tiene ni idea de qué va esto. ?No solo sería totalmente inútil, sino que supondría un peligro para toda la misión!

?Qué? ?Qué yo no podía hablar ?adecuadamente?? Pues ahora mismo se me estaba ocurriendo unos cuantos insultos de lo más adecuados que me hubiera encantado gritarle.

—Creo que has expuesto tu opinión con suficiente claridad, Gideon —declaró el se?or Villiers—. Ahora sería interesante saber qué tiene que decir el conde al respecto.

—No pueden hacerle eso —susurró mamá con un hilo de voz.

—Estoy seguro de que el conde se alegrará mucho de conocerte, Gwendolyn —continuó mister George sin prestar atención a sus reparos—. El rubí, el doce, el último en el Círculo. Será un momento solemne el de su encuentro.

—?No! —gritó mamá.

Todos volvieron la vista hacia ella.

—?Grace! —dijo mi abuela—. ?No vuelvas a empezar!

—No —repitió mamá—. ?Por favor! No hace falta que él la conozca. Debería bastarle con saber que completará el Círculo con su sangre.

—Que hubiera completado —dijo el doctor White, que seguía hojeando el archivador—, si después del robo no hubiéramos tenido que empezar desde el principio.

—Sea como sea, no quiero que Gwendolyn le conozca —dijo mamá—. Esta es mi condición. Gideon puede responsabilizarse solo de esto.

—Está claro que no está en tu mano decidir sobre el tema —dijo mister De Villiers.

—?Condiciones! ?Pone condiciones —exclamó el doctor White.

—?Pero tiene razón! No le hará ningún servicio a nadie que arrastremos a la chica hasta allí —aseguró Gideon—. Le explicaré al conde lo que ha pasado, y estoy seguro de que coincidirá conmigo.

—En cualquier caso, querrá verla para poder hacerse una idea por sí mismo —dijo Falk de Villiers—. No es peligroso para ella. Ni siquiera tendrá que abandonar la casa.

—Mistress Shepherd, le aseguro que a Gwendolyn no le pasará nada —la tranquilizó mister George—. Su opinión sobre el conde se basa quizá en prejuicios que nos alegraría mucho ayudarla a disipar.

—Me temo que no van a poder conseguirlo.

—Seguro que querrás comunicarnos en qué informaciones te basas para sentir tal rechazo por el conde, un hombre al que no conoces, por cierto, mi querida Grace —la instó mister De Villiers.

Mamá apretó los labios.

—?Te escuchamos! —dijo Mister de Villiers.

Mamá calló.

—Es… Solo una sensación —susurró finalmente.

Mister De Villiers torció la boca en una sonrisa cínica.

—Siento tener que decirlo, Grace, pero todo el rato tengo la impresión de que nos estás ocultando algo. Dime, ?De qué tienes miedo en realidad?

—?Quién es ese conde, si puede saberse, y por qué no debo conocerle? —pregunté.

—Porque tu madre tiene ?una sensación? —me respondió el doctor White arreglándose la chaqueta—. Ese hombre hace doscientos a?os que está muerto, mistress Shepherd.

—Y así debe seguir —murmuró mamá.

—El conde de Saint Germain es el quinto de los doce viajeros del tiempo, Gwendolyn —explicó mister George—. Hace un momento viste su retrato en la Sala de Documentos. él fue el primero que comprendió la función del cronógrafo y descifró los Antiguos Escritos. Y no solo descubrió cómo, con el cronógrafo, podía viajar a cualquier a?o y cualquier día que eligiera, sino que también desveló el secreto que se esconde tras el Secreto, el Secreto de los Doce. Con ayuda del cronógrafo, consiguió localizar a los cuatro viajeros del tiempo anteriores a él y les hizo partícipes de su descubrimiento. El conde buscó y encontró apoyo en las mentes más brillantes de su época: matemáticos, alquimistas, magos, filósofos, todos se sintieron fascinados por su causa. Juntos descifraron los Antiguos Escritos y calcularon las fechas de nacimiento de los siete viajeros del tiempo que aún debían nacer para completar el Círculo. En 1745, el conde fundó aquí, en Londres, la Sociedad de los Vigilantes, la Logia secreta del Conde de Saint Germain.

—El conde tiene que agradecer el descifrado de los Antiguos Escritos a personajes tan famosos como Raimundus Lullus, Agrippa von Nettesheim, John Colet, Henry Draper, Simon Forman, Samuel Hartlib, Kenelm Digby y John Wallis —informó mister De Villiers.

Ninguno de esos nombres me sonaba de nada.

—Ninguno de esos nombres le suena de nada —dijo Gideon burlonamente.

?Demonios! ?Es qué podía leer el pensamiento? Por si acaso podía hacerlo, le dirigí una mirada asesina y pensé con todas mis fuerzas: ?!Estúpido fanfarrón!?.

Apartó la mirada.