—?Y usted es...?
La mirada y la voz de mamá eran extraordinariamente frías. Me impresionó ver como mantenía la calma y no se dejaba amedrentar.
—Eso no tiene que ver nada con el asunto.
El hombre no se dignó a dirigirle ni una sola mirada. El chiquillo rubio asomó la cabeza por detrás de su espalda y me miró. Por las pecas que tenía en la nariz me recordó un poco a Nick cuando era más peque?o, y por eso le sonreí. Al pobre crío le había tocado la china con ese abuelo. El ni?o respondió a mi sonrisa abriendo los ojos, asustado, y volvió a ponerse a cubierto detrás de la chaqueta.
—Te presento al doctor Jakob White —dijo Falk de Villiers, que parecía casi divertido por la situación—. Un genio en el campo de la medicina y la bioquímica. Normalmente es un poco más cortés.
Jakob Grey habría sido más apropiado. Incluso el tono de su tez tiraba a gris.
Mister de Villiers se volvió un momento hacia mí, y luego su mirada volvió a posarse en mi madre.
—De un modo u otro, tenemos que tomar una decisión. ?Deberíamos creerte, Grace, o realmente tienes alguna intención oculta?
Durante unos segundos, mamá le miró furiosa, pero luego bajo los ojos y dijo en voz baja:
—No estoy aquí para impedir que desarrolléis vuestra grandiosa misión secreta. Solo estoy aquí porque quiero impedir que a mi hija le pase algo. Con la ayuda del cronógrafo, los viajes en el tiempo podrían transcurrir sin peligro y ella podría llevar una vida más o menos normal. Eso es todo lo que quiero.
—?Si, claro! —se mofó la tía Glenda.
Mi tía se acercó al sofá y se sentó junto a Charlotte. A mí también me hubiera gustado sentarme, porque se me empezaban a cansar las piernas; pero, como nadie me ofreció una silla, no tuve más remedio que seguir de pie.
—Lo que hice en otro tiempo no tenía nada que ver con... ?vuestro asunto?—continuó mamá—. Para ser sincera, apenas sé nada de eso, y lo que sé solo lo entiendo a medias.
—Entonces puedo imaginar por qué motivo se atrevió a inmiscuirse de ese modo en cosas que no le competían en absoluto —dijo el oscuro doctor White.
—Solo quise ayudar a Lucy —afirmó mamá—. Era mi sobrina preferida, cuidé de ella desde que era un bebé, y me pidió ayuda. ?Que hubiera hecho usted en mi lugar? Dios mío, los dos eran tan jóvenes y estaban tan enamorados...Sencillamente, no quería que les ocurriera nada.
—?Pues estará satisfecha de su éxito!
—Quería a Lucy como a una hermana. —Mamá miro un instante a la tía Glenda antes de a?adir—. Mucho más que a una hermana.
La tía Glenda cogió de la mano a Charlotte, que tenía la mirada clavada en el suelo, y le dio unas palmaditas.
—?Todos queríamos a Lucy! —exclamó lady Arista—. ?Por eso era más importante mantenerla alejada de ese joven y de sus inadecuados puntos de vista que apoyarla en su idea!
—?Inadecuados puntos de vista? ?Venga ya! ?Fue esa intrigante pelirroja la que le puso a Paul en la cabeza esas estúpidas teorías conspirativas! —dijo el doctor White—. ?Ella lo convenció para que realizara el robo!
—?Eso no es cierto! —replicó lady Arista—. Lucy nunca hubiera hecho algo así. Fue Paul, que se aprovechó de su ingenuidad juvenil y la sedujo.
—?Ingenuidad! ?Permítame que me ría! —soltó el Doctor White.
Falk de Villiers levantó la mano.
—Ya hemos mantenido antes esta discusión. Creo que las distintas posturas son suficientemente conocidas. —Echó una ojeada al reloj—. Gideon estará de vuelta en cualquier momento y, para cuando llegue, deberíamos haber tomado una decisión sobre lo que vamos a hacer. Charlotte, ?cómo te sientes?
—Sigo teniendo dolor de cabeza —sostuvo Charlotte sin apartar la mirada del suelo.
—Ya lo ve—recriminó la tía Glenda con una sonrisa malévola.
—Yo también tengo dolor de cabeza—replicó mamá—. Pero eso no quiere decir que vaya a saltar en el tiempo de un momento a otro.
—?Eres...eres una víbora! —espetó la tía Glenda.
—Creo que deberíamos partir sencillamente de la idea de que mistress Sheperd y Gwendolyn dicen la verdad —anunció mister George mientras se secaba el sudor de la frente con un pa?uelo—. Si no, no haremos más que perder un tiempo precioso.
—?No puedes decirlo enserio, Thomas!
El doctor White golpeó la repisa de la chimenea con tanta fuerza que volcó una copa de esta?o.
Mister George se sobresaltó, pero enseguida continúo con voz serena:
—Si nos atenemos a los hechos que nos cuentan, el último salto en el tiempo se ha producido hace una hora y media o dos horas. Podríamos preparar a la chica y documentar el siguiente salto temporal de la forma más precisa posible.
—Yo también secundo su idea —dijo mister De Villiers—. ?Alguna objeción?
—De todos modos, sería como hablar a una pared —dijo el doctor White.