—?Grace! Mistress Jenkins afirma que has dicho…
—Es cierto—repuso mamá—. Y no tengo ningunas ganas de malgastar el tiempo de Gwendolyn convenciéndote precisamente a ti de la verdad. Quiero ver enseguida a mister De Villiers. Gwendolyn debe ser registrada en el cronógrafo.
—?Pero esto es totalmente… ridículo! —casi gritó la tía Glenda—. Charlotte va a…
—Aún no ha saltado, ?no es verdad? —Mamá se volvió hacia el gordito de la calva—. Lo lamento, sé que le conozco, pero en este momento no recuerdo su nombre…
—George—se?aló el hombrecillo—. Thomas George. Y usted es la hija menor de lady Arista, Grace. La recuerdo bien.
—Mister George—convino mamá—. Claro. Nos visitó en Dirham después del nacimiento de Gwendolyn, yo también le recuerdo. Esta es Gwendolyn. Es el rubí que les falta.
—?Eso es imposible! —chilló la tía Glenda—. ?Es totalmente imposible! La fecha de nacimiento de Gwendolyn no encaja. Y, de todos modos, vino al mundo dos meses antes de lo previsto. Una sietemesina poco desarrollada. No tiene más que mirarla.
Eso hizo mister George, que me observó con sus afables ojos de color azul claro. Yo le devolví la mirada, tratando de mostrarme lo más relajada posible y procurando ocultar mi malestar. ?Una sietemesina poco desarrollada! ?La tía Glenda estaba mal de la cabeza! Yo medía casi un metro setenta y tenía una talla de sujetador B con tendencia a pasar a la C.
—Ayer saltó por primera vez—informó mamá—. Lo único que quiero es que no le pase nada. Con cada salto incontrolado aumenta el riesgo.
La tía Glenda rió burlonamente.
—Eso no hay quien se lo crea. Es uno más de sus patéticos intentos por convertirse en el centro de atención.
—?Cierra el pico, Glenda! ?Nada me haría más feliz que mantenerme alejada de todo esto y dejar que tu Charlotte desempe?ara el desagradecido papel de objeto de investigación de pseudocientíficos obsesionados con el esoterismo y fanáticos manipuladores de secretos! ?Pero no es Charlotte la que ha heredado el maldito gen, sino Gwendolyn!
La mirada de mamá estaba cargada de ira y desprecio, una faceta suya totalmente nueva para mí.
Mister George rió en voz baja.
—No puede decirse que tenga muy buena opinión de nosotros, mistress Shepherd.
Mamá se encogió de hombros.
—?No, no y no! —La tía Glenda se dejó caer en una silla de oficina—. No estoy dispuesta a seguir oyendo tonterías. Ni siquiera nació el día se?alado. ?Y, además, fue un nacimiento prematuro!
Lo del nacimiento prematuro parecía ser muy importante para ella.
Mistress Jenkins susurró:
—?Quiere que le traiga una taza de té, mistress Montrose?
—Déjeme en paz con sus tazas de té, por Dios—resopló la tía Glenda.
—?No hay nadie que quiera un té?
—No, gracias—respondí.
Mientras tanto, mister George había vuelto a fijar la mirada en mí y me observaba con atención.
—De modo, Gwendolyn, que ya has experimentado el salto en el tiempo, ?no es así?
Asentí.
—?Y adónde, si puedo preguntarlo?
—Al sitio donde estaba en ese momento—repuse.
Mister George sonrió.
—Quiero decir que a qué época saltaste.
—No tengo ni la más remota idea—solté con descaro—. No había ningún calendario colgado en la pared. Y tampoco quiso decírmelo nadie. ?Oiga, yo no quiero que pase! Quiero que pare de una vez. ?No puede usted hacer que pare?
Mister George no me contestó.
—Gwendolyn vino al mundo dos meses antes de la fecha prevista—anunció sin dirigirse a nadie en particular—. El 8 de octubre. Verifiqué personalmente la partida de nacimiento y la entrada en el registro. Y también revisé al bebé.
Pensé qué podría revisarse en un bebé. ?Si era auténtico?
—En realidad, nació la noche del 7 de octubre—rectificó mamá, y ahora su voz temblaba un poco—. Sobornamos a la comadrona para que pospusiera unas horas el momento del parto en el certificado de nacimiento.
—Pero ?por qué?
Mister George parecía comprenderlo tan poco como yo.
—Porque… después de lo que pasó con Lucy, quería ahorrarle todo esto a mi hija. Quería protegerla—repuso mamá—. Y confiaba en que tal vez no hubiera heredado el gen y solo hubiera nacido por casualidad el mismo día que la auténtica portadora. Al fin y al cabo, Glenda había tenido a Charlotte, y desde el primer momento todas las esperanzas se habían centrado en ella…
—?Vamos, no mientas! —gritó la tía Glenda—. ?Todo fue intencionado! Tu bebé no tendría que haber nacido hasta diciembre, pero manipulaste el embarazo y te arriesgaste a un parto prematuro solo para poder dar a luz el mismo día que yo. ?Pero no funcionó! Tu hija nació un día más tarde. No sabes cómo me reí al saberlo.
—Supongo que debe de ser relativamente fácil comprobarlo—repuso mister George.