—?Es eso cierto, Grace?
Mi abuela tenía la misma expresión severa e inflexible de siempre. A veces me preguntaba si sus cabellos rígidamente peinados hacia atrás no serian el motivo de que los rasgos de su cara siempre estuvieran tan inmóviles. Tal vez el peinado hacia que los músculos se mantuvieran, sencillamente, en una posición fija. Como mucho, sus ojos se dilataban de tanto en tanto, cuando estaba excitada, como en ese momento.
Mister George afirmó:
—Mistress Sheperd afirma que ella y su marido sobornaron a la comadrona para que cambiara la fecha de nacimiento, de modo que nadie pudiera saber que también Gwendolyng podía ser portadora del gen.
—Pero ?por qué razón iba a hacer algo así? —preguntó lady Arista.
Dice que quería proteger a la ni?a, y que esperaba que fuera Charlotte la portadora.
—?Que lo esperaba! ?Vamos, por favor! —gritó la tía Glenda.
—Pues a mí me parece todo bastante lógico —repuso mister George.
Dirigí la mirada a Charlotte, que estaba sentada, muy pálida, en el sofá, mirando alternativamente a mister George y a la tía Glenda. Cuando nuestras miradas se encontraron, rápidamente giró la cabeza.
—Por más que lo intento, no logro descubrir ninguna lógica en esto —dijo lady Arista.
—Enseguida comprobaremos la historia —se?aló mister George—. Mistress Jenkins se encargará de localizar a la comadrona.
—Solo por curiosidad, ?Cuánto pagaste a la comadrona, Grace?—preguntó Falk de Villiers.
En los últimos minutos sus ojos se habían afinado cada vez más, y cuando apuntó con ellos a mamá, tenía el aspecto de un lobo.
—Yo...ya no me acuerdo —dijo mamá.
Mister de Villiers levantó las cejas.
—Bueno, en realidad, no puede haber sido mucho. Por lo que sé, los ingresos de tu marido eran más bien modestos.
—?Desde luego! —dijo malévolamente la tía Glenda—. No tenía ni un céntimo.
—Si vosotros lo decís, supongo que efectivamente no debió de ser demasiado —replicó mamá.
La inseguridad que había mostrado al ver a mister De Villiers había desaparecido con la misma rapidez con la que había surgido, igual que el enrojecimiento de su rostro.
—?Por qué, entonces, la comadrona hizo lo que le pedisteis? —preguntó mister De Villiers—. Al fin y al cabo, estaba cometiendo un delito de falsificación documental, lo que no es ninguna insignificancia.
Mamá levantó la cabeza.
—Le explicamos que nuestra familia formaba parte de una secta satánica que tenía una fe enfermiza en el horóscopo. Le dijimos que un ni?o que hubiera nacido el 7 de octubre padecería terribles represalias y sería utilizado como objeto de rituales satánicos. Nos creyó. Y como era una mujer de buen corazón y estaba en contra de los satanistas, falsificó la fecha en el certificado de nacimiento.
—?Rituales satánicos! ?Qué impertinencia!
El hombre que estaba al lado de la chimenea siseó como una serpiente, y el ni?o se pegó aún más a él.
Mister De Villiers sonrió aprobatoriamente.
—La historia es verosímil. Veremos si la comadrona explica lo mismo.
—Me parece poco inteligente que perdamos el tiempo con estas comprobaciones —protestó lady Arista.
—Estoy de acuerdo —convino la tía Glenda—. Charlotte puede saltar en cualquier momento, y entonces quedará demostrado que Grace se ha inventado esta historia para ponernos palos en las ruedas.
—?Y por qué no podrían haber heredado el gen las dos? —preguntó mister George—. Ya ocurrió una vez.
—Es cierto, pero Timothy y Jonathan de Villiers eran gemelos univitelinos —informó mister De Villiers—. Y también habían sido anunciados como tales profecías.
—Y en el cronógrafo están previstas dos coralinas, dos pipetas, dos compartimentos de entre los doce elementos y dos recorridos de rueda dentada —observó el hombre que estaba al lado de la chimenea—. El rubí está solo.
—También es cierto —convino mister George.
Su cara redonda tenía una expresión preocupada.
—Me parece que sería más importante analizar los motivos de la mentira de mi hermana. —La tía Glenda dirigió a mamá una mirada cargada de odio—. Si quieres que se registre la sangre de Gwendolyng en el cronógrafo para inutilizarlo, eres más ingenua de lo que creía.
—?Cómo puede pensar siquiera esa mujer que vamos a creer ni una palabra de lo que dice? —preguntó el hombre que estaba al lado de la chimenea como si mamá y yo no estuviéramos presentes, lo que me pareció una arrogancia insufrible—. Recuerdo muy bien como Grace mintió entonces para proteger a Lucy y a Paul —continuó—. Les proporcionó una ventaja decisiva. Si no hubiera sido por ella, tal vez se podría haber evitado la catástrofe.
—?Jake! —le reprendió mister De Villiers.
—?Que catástrofe?—pregunté—. ?Y quién era Paul?
—Ya solo la presencia de esta persona en esta habitación me parece increíble —prosiguió el hombre.