—Shepherd—la corrigió mamá—. Ya no llevo mi nombre de soltera. Me casé.
—Oh, sí, claro. —La mujer sonrió—. Pero no ha cambiado nada. La reconocería en cualquier sitio por sus cabellos. —Su mirada se deslizó sobre mí—. ?Esta es su hija? Pero ella ha salido a su padre, ?no es verdad? ?Cómo está…?
Mamá la cortó.
—Mistress Jenkins, debo hablar urgentemente con mi madre y con mister De Villiers.
—Oh, me temo que su madre y mister De Villiers están reunidos—dijo mistress Jenkins esbozando una sonrisa de disculpa—. Tendrá que…
De nuevo mamá la interrumpió.
—Me gustaría asistir a esa reunión.
—Bien… es que… Ya sabe que eso no es posible.
—Entonces hágalo posible. Dígales que les traigo a Rubí.
—?Cómo dice? Pero si…
Mistress Jenkins primero miró a mamá y luego a mí con los ojos abiertos de par en par.
—Haga sencillamente lo que le he dicho.
La voz de mi madre nunca había sonado tan firme.
Mistress Jenkins se levantó, salió de detrás del escritorio y me miró de arriba abajo. Me sentía francamente incómoda con mi espantoso uniforme escolar. No me había lavado el pelo, sino que me lo había recogido simplemente con una goma en una coleta. Y tampoco iba maquillada. (Realmente era un bicho raro.) —?Está segura de eso?
—Claro que estoy segura. ?Cree que me permitiría bromear con este asunto? Dese prisa, por favor, tal vez no dispongamos de mucho tiempo.
—Por favor, esperen aquí.
Mistress Jenkins dio media vuelta y desapareció por una puerta ancha entre dos estanterías llenas de archivadores.
—?”Rubí”? —repetí yo.
—Sí —dijo mamá—. Cada uno de los doce viajeros del tiempo está relacionado con una piedra preciosa. Y tú eres rubí.
—?De dónde has sacado eso?
—“ópalo y ámbar forman el primer par, ágata canta en si, del loba el avatar, dueto —?Solutio!— con Aguamarina. Siguen poderosas la Esmeralda y la Citrina, los gemelos Cornalina en Escorpión, y Jade, el número ocho, digestión. En mi mayor: negra Turmalina, Zafiro en fa se ilumina. Y casi al mismo tiempo el Diamante, once y siete, del León rampante. ?Projectio llega! Fluye el tiempo, y Rubí constituye el final y el comienzo.” —Mamá me miró con una sonrisa más bien triste—. Aún me lo sé de memoria.
Por alguna razón, durante su recitado, se me había puesto la carne de gallina. Sus palabras no me habían parecido tanto una poesía como un conjuro, algo que las brujas malvadas murmuraban en las películas mientras dan vueltas con una cuchara a una olla llena de vapores verdosos.
—?Qué se supone que significa?
—No son más que unos pareados compuestos por viejos aficionados a los misterios para hacer aún más complicadas cosas que ya son complicadas de por sí—explicó mamá—. Doce cifras, doce viajeros del tiempo, doce piedras preciosas, doce notas, doce ascendentes, doce pasos para la fabricación de la piedra filosofal…
—?Qué es la piedra filosofal…?
Me detuve y lancé un profundo suspiro, cansada de hacer preguntas que solo me hacían sentir un poco más ignorante y confundida con cada respuesta que recibía.
De todos modos, mamá tampoco parecía tener muchas ganas de responder, visto que miraba por la ventana.
—Aquí no ha cambiado nada—se?aló—. Es como si el tiempo se hubiera detenido.
—?Venías a menudo a este sitio?
—Mi padre me traía a veces —dijo mamá—. En este aspecto era un poco más generoso que mi madre, así como también en lo tocante a los misterios. De ni?a me gustaba mucho venir aquí. Y luego, cuando Lucy…
Suspiró. Me debatí un rato, pensando en si debía seguir preguntando o no, pero al final la curiosidad pudo conmigo: —La tía abuela Maddy me ha dicho que Lucy también es una viajera del tiempo; ?por eso se fue de casa?
—Sí—contestó mamá.
—?Y adónde se marchó?
—Nadie lo sabe.
Mamá volvió a pasarse la mano por el pelo. Era evidente que estaba muy excitada. Nunca antes la había visto tan nerviosa, y si yo misma no me hubiera sentido tan furiosa, me habría dado pena.
Callamos durante un rato, y mamá volvió a mirar por la ventana.
—De modo que soy un rubí—dije finalmente—. Son rojos, ?verdad?
Mamá asintió.
—Y Charlotte, ?qué clase de piedra es?
—Ninguna—respondió mamá.
—Oye, mamá, ?no tendré una hermana gemela de la que hayas olvidado hablarme?
Mamá se volvió hacia mí y sonrió.
—No, no tienes ninguna hermana gemela, cari?o.
—?Estás segura?
—Sí, estoy completamente segura. Yo estaba presente en tu nacimiento, ?sabes?
Oímos un ruido de pasos que se acercaban rápidamente. Mamá se puso rígida y respiró hondo. Acompa?ada por la recepcionista de las gafas, la tía Glenda entró por la puerta seguida de un anciano peque?o y calvo.
Mi tía parecía furiosa.