Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—?De qué a?o?

—De 1762. —James sacó pecho con aire retador—. Hace tres semanas cumplí los veintiuno. Celebré una gran fiesta con mis amigos en el White-Club y mi padre, en honor a la ocasión, pagó todas mis deudas de juego y me regaló una preciosa yegua para la caza del zorro. Y luego me dio esa estúpida fiebre y tuve que acostarme, solo para luego descubrir al despertar que todo había cambiado y encontrarme ante una chiquilla impertinente que dice que soy un fantasma.

—Lo siento—murmuré—. Seguramente moriste por la fiebre.

—?Qué tontería! Solo era un ligero malestar—se?aló James, pero su mirada reflejaba inseguridad—. El doctor Barrow afirmó que era poco probable que me hubiera infectado de viruela en casa de lord Stanhope.

—Hummm… —musité. Tendría que buscar “viruela” en Google.

—?”Hummm”? ?Qué significa “hummm”?

James me miraba irritado.

—?Oh, por fin estás aquí!—Leslie vino corriendo desde los lavabos de las chicas y me saltó al cuello—. Estaba muerta de angustia, ?sabes?

—No me ha pasado nada. Al volver fui a parar a la clase de mistress Counter, pero estaba vacía.

—Se han ido a hacer una visita al observatorio de Greenwich—aclaró Leslie—. ?Oh, Dios mío, qué contenta estoy de verte! Le dije a mister Whitman que estabas en el lavabo sacando hasta la última papilla. Y me dijo que volviera para apartarte el pelo de la cara.

—Repugnante—dijo James, tapándose la nariz con el pa?uelo—. Dile a la pecosa que una dama nunca habla de esas cosas.

Dejé de prestarle atención.

—Leslie…pasó una cosa muy rara allí… Algo que no puedo explicarme.

—No me extra?a nada.—Leslie me puso el móvil ante las narices—. Lo he cogido de tu taquilla y ahora llamarás inmediatamente a tu madre.

—Leslie, está en el trabajo. No puedo…

—?Llámala! Ya has saltado tres veces en el tiempo y la última vez he podido comprobarlo con mis propios ojos. ?De repente has desaparecido sin más! ?Ha sido realmente alucinante! Por favor, tienes que explicárselo enseguida a tu madre para que no te pase nada.

?Eran imaginaciones mías o realmente Leslie tenía lágrimas en los ojos?

—La pecosa está melodramática hoy—observó James.

Cogí el móvil e inspiré hondo.

—Por favor—suplicó Leslie.

Mi madre trabajaba como administrativa en el Bartholomew′s Hospital. Marqué el número directo y miré a Leslie, que asintió y esbozó una sonrisa.

—?Gwendolyn?—Mamá debía de haber reconocido mi número de móvil en la pantalla. Su voz sonaba preocupada. Nunca antes la había llamado al trabajo desde la escuela—. ?Te pasa algo?

—Mamá…no me encuentro bien.

—?Estás enferma?

—No lo sé.

—Tal vez has cogido esa gripe que tiene todo el mundo. Mira, ahora te irás a casa y te meterás en la cama, y yo intentaré salir antes del trabajo. Entonces te exprimiré un zumo de naranja y te prepararé compresas calientes para el cuello.

—Mamá, no es la gripe. Es peor. Yo…

—Quizá es la viruela—propuso James.

Leslie me dirigió una mirada de ánimo.

—?Adelante!—susurró—. ?Díselo ya!

—?Cari?o?

Respiré hondo.

—Mamá, creo que soy como Charlotte. Acabo de estar…no tengo ni idea de cuándo. Y esta noche también…, en realidad ya empezó ayer. Quería decírtelo, pero tuve miedo de que no me creyeras.

Mi madre calló.

—?Mamá?

Miré a Leslie.

—No me cree.

—No haces más que balbucir frases incomprensibles—susurró Leslie—. Venga, prueba otra vez.

Pero no hizo falta.

—Quédate donde estás—dijo mi madre en un tono de voz completamente distinto—. Espérame en la puerta de la escuela. Cogeré un taxi y estaré ahí tan pronto como pueda.

—Pero…

Mamá ya había colgado.

???

—Tendrás problemas con mister Whitman—dije.

—Tanto da—respondió Leslie—. Esperaré hasta que llegue tu madre. No te preocupes por la ardilla. Lo tengo todo controlado.

—?Qué he hecho, Leslie?

—Has hecho lo correcto—me aseguró mi amiga.

Yo ya la había informado en detalle de mi breve viaje al pasado, y Leslie opinaba que la chica que tenía el mismo aspecto que yo podía haber sido una antepasada mía.

En mi opinión, era imposible que dos personas se parecieran tanto, a no ser que fueran gemelos univitelinos. Leslie opinaba que esa teoría también era digna de tenerse en consideración.

—?Claro! Como en Tú a Boston y yo a California —indicó—. Cuando pueda, alquilaré el DVD.

Me entraron ganas de llorar. ?Cuándo podríamos volver a ver Leslie y yo tranquilamente un DVD?

El taxi llegó antes de lo que había pensado. Paró ante el portal de la escuela y mi madre abrió la puerta del coche.

—Sube—dijo.

Leslie me apretó la mano.

—Mucha suerte. Llámame cuando puedas.

Yo estaba a punto de echarme a llorar.