Rubí (Edelstein-Trilogie #1)

—?Oh, no!

Yo estaba asustada como ella. Lo único que quería era disolverme en el aire ante los ojos de mis compa?eros de curso; de modo que me levanté y me dirigí con paso vacilante hacia la puerta, apretándome el estómago con la mano.

—Creo que tengo que ir a vomitar le dije a mister Whitman, y, sin esperar a su respuesta, abrí la puerta de clase y salí dando traspiés al pasillo.

—Tal vez alguien debería acompa?arla —oí que decía mister Whitman—. Por favor, Leslie, ?quieres ir tú?

Leslie salió corriendo tras de mí y cerró la puerta de golpe.

—?Vamos, rápido! En los lavaderos no nos verá nadie. ?Gwen? ?Gwenny?

La cara de Leslie se difuminó ante mis ojos. Su voz sonaba como si viera de muy lejos. Y luego desapareció por completo. Estaba sola en el pasillo, decorado con un suntuoso tapizado dorado. A mis pies, en lugar del sufrido pavimento de baldosas de travertino, se extendía un pulido y precioso parquet adornado con artísticos taraceas. Por la luz, parecía de noche, o al menos bastante tarde, pero en las paredes brillaban candelabros con velas encendidas y del techo pintado colgaban ara?as también equipadas con velas. Todo estaba sumergido en una suave luz dorada.

Mi primer pensamiento fue ?Fantástico, no me he caído?. Y el segundo: ??Dónde puedo esconderme antes de que me vea alguien??.

Porque no estaba sola en la casa. Desde abajo llegaba el murmullo de la música de violines y voces.

Bastantes voces.

Apenas quedaba nada reconocible del para mí harto familiar pasillo del segundo piso de Saint Lennox High School. Traté de recordar la distribución de los espejos. Detrás de mí se encontraba la puerta de mi aula, y enfrente mistress Counter daba clases de geografía. Al lado había una habitación para el material. Si me ocultaba allí al menos nadie me vería cuando volviera.

Por otro lado, la habitación del material casi siempre estaba cerrada, de modo que tal vez no fuera una buena idea utilizarla como escondite. Si saltaba de vuelta a un cuarto cerrado, tendría que encontrar una excusa plausible para explicar cómo demonios había podido llegar hasta allí.

Pero si iba a alguna de las otras habitaciones, al saltar de vuelta en el tiempo me materializaría, surgiendo de la nada, ante un montón de alumnos y un profesor atónitos. Encontrar una explicación para aquello sería, sin duda, aún más difícil. Tal vez lo mejor fuera quedarme sencillamente en el pasillo y esperar a que no durara demasiado. En mis dos primeros saltos en el tiempo solo había estado ausente unos minutos.

Me apoyé contra el tapiz de brocado y esperé con ansia a que surgiera la sensación de vértigo. De abajo llegaba un barullo de voces y risas; oí un tintinear de vasos y luego volvieron a sonar los violines. Daba la impresión de que hubiera un montón de gente pasándolo en grande. Tal vez James estuviera entre ellos. Al fin y al cabo, él había vivido aquí. Me lo imaginé, vivito y coleando, bailando en algún sitio ahí abajo al son de la música de los violines.

Era unan pena que no pudiera ir a verle. Pero me daba la sensación de que no se alegraría demasiado cuando le explicara de qué nos conocíamos, es decir, que nos conoceríamos en algún momento mucho después de que se muriera.

Si supiera de qué había muerto, tal vez hubiera podido prevenirle. ?Oye, James, el 15 de julio, en Park Lane, te caerá un ladrillo en la cabeza, de modo que ese día será mejor que te quedes en casa?. Pero, por desgracia, James no conocía la causa de su muerte. De hecho no sabía siquiera que había muerto. Quiero decir, que moriría, que en futuro estaría muerto, vaya.

Cuento más pensaba en este lío de los viajes en el tiempo, más complicado me parecía.

Oí pasos en la escalera. Alguien subía. Mejor dicho, eran dos personas. ?Por favor!, ?es que no podía una estar tranquila en ninguna parte aunque fuera solo unos minutos? Y ahora, ?adónde iría? Me decidí por la habitación de enfrente, en mi época la case de mistress Counter. El picaporte estaba bloqueado; tardé unos segundos en darme cuenta de que tenía que moverlo hacia arriba, y no hacia abajo.

Cuando finalmente puede deslizarme dentro, los pasos ya estaban muy cerca.

También allí había lámparas con velas en las paredes. ?Qué imprudencia dejarlas arder así sin vigilancias! En casa ya me re?ían cuando por la noche me dejaba una velita encendida en la habitación de costura.

Miré alrededor buscando un escondite, pero apenas había muebles en al habitación. Una especie de sofá de patas curvas doradas, un escritorio y unas sillas acolchonadas; nada tras lo que uno pudiera ocultarse si era mayor que un ratón. No me quedaba más remedio que colocarme detrás de unas cortinas doradas que llegaban hasta el suelo, un escondite original, pero pasable teniendo en cuenta que no me buscaba nadie.

—?Adónde vas? —preguntó una voz de hombre.

El hombre parecía bastante furioso.